Después de 13 años en activo, la misión de la Unión Africana y las Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz en Darfur (Unamid, según su acrónimo en inglés), salió a patrullar por última vez el pasado 31 de diciembre, dando así por concluidas oficialmente sus actividades en la castigada región de Sudán. Su retirada genera una gran preocupación por la inestabilidad que todavía impera en la zona, la incapacidad de Jartum de proteger a sus civiles y la falta de reforma de las fuerzas de seguridad que durante años han sido señaladas como responsables de la violencia en la región.
Desde el 1 de enero y durante seis meses, el personal de la Unamid se centrará en asegurar la retirada total de la misión, acordada el 22 de diciembre, tras varios aplazamientos, por el Consejo de Seguridad de la ONU. Así, pasan a ser ahora fuerzas sudanesas, tanto del Ejército –incluidas las Fuerzas de Apoyo Rápido, acusadas de crímenes contra la humanidad en Darfur– como de la policía, las únicas responsables de proteger a los civiles de la región. La ONU, por su parte, mantendrá su apoyo a Sudán a través de una nueva misión establecida el 3 de junio, Unitams, que, a diferencia de la anterior, no tiene mandato para el mantenimiento de la paz ni está dotada de mecanismos para prevenir un conflicto, sino para asistir a Jartum durante el transcurso de su frágil transición democrática.
“La retirada de la Unamid es desafortunada y una puñalada en la espalda de la gente de Darfur, y no solo por parte del Gobierno sino también de la comunidad internacional”, considera el defensor de los derechos humanos de Darfur en Estados Unidos Mutasim Ali.
La Unamid comenzó en 2007 a desplegarse en Darfur, con más de nueve millones de habitantes y una superficie similar a la de España, a resultas de la feroz ofensiva y de la campaña de limpieza étnica liderada por las milicias, ahora reconvertidas en las Fuerzas de Apoyo Rápido, a las que recurrió el dictador depuesto Omar al Bashir para aplacar un levantamiento armado en la región contra la represión y el sectarismo de su régimen. La ONU estimó en 2008 que más de 300.000 personas habían muerto y 2,5 millones habían tenido que desplazarse a raíz del conflicto, por el que Al Bashir ha sido acusado por el Tribunal Penal Internacional de crímenes de guerra, de lesa humanidad y de genocidio.
La rebaja de la intensidad del conflicto en Darfur en los últimos años, y sobre todo desde 2015, llevó a replantearse la misión de la Unamid. Y el arranque de la transición en Sudán en el verano de 2019 y los vagos acuerdos de paz firmados entre Jartum y algunos grupos rebeldes el pasado agosto han acelerado el proceso y han alterado la dinámica del conflicto en la zona, puesto que figuras como Mohamed Hamdan Hemedti Dagolo, comandante de las Fuerzas de Apoyo Rápido, se encuentran ahora al frente del país. Se cree que él y la plana mayor del Ejército son quienes más han empujado para acabar con la Unamid.
El Ejército siempre ha visto a la Unamid como una amenaza a su sentido de dominio del territorio sudanés”, considera Kholood Khair, directora de Insight Strategy Partners, un centro de investigación en Jartum. “Ahora que están intentando consolidar su poder y haciendo cálculos sobre cómo pueden seguir dominando, la Unamid, con sus fuerzas armadas, representaba una amenaza. Así que querían verla partir, y no solo los militares sino también las Fuerzas de Apoyo Rápido”, agrega Khair, que nota que el acuerdo con los rebeldes también es aún muy reciente y no se sabe cómo se va a implementar.
A pesar de estos movimientos, la violencia en Darfur, en muchos casos patrocinada por el Estado, nunca se ha detenido. El propio Consejo de Seguridad de la ONU decidió el pasado junio extender las operaciones de la Unamid hasta finales de 2020 alegando que la situación en la zona seguía constituyendo “una amenaza para la paz y la seguridad internacionales”. Desde entonces, poco ha cambiado. Durante el verano, Darfur vivió la mayor escalada de violencia desde el inicio de la transición, en un aumento de la tensión que dejó decenas de civiles muertos y miles de desplazados, según agencias de la ONU.
“Todos somos conscientes de que siguen existiendo desafíos reales en Darfur, ya sean los 1,5 millones de desplazados internos o la seguridad. Pero, al mismo tiempo, en los últimos meses hemos presenciado el acuerdo con los grupos armados y la formación de una Fuerza Nacional de Protección. Esperamos que se consigan preservar los logros alcanzados por la Unamid en estabilidad y seguridad”, expresa su portavoz, Ashraf Eissa.
Ante el anuncio de la retirada de la Unamid, se han organizado en distintos puntos de Darfur sentadas para pedir que se revierta el curso. Asimismo, casi un centenar de personalidades y grupos de la sociedad civil, la mayoría activos en Darfur, firmaron una petición el pasado mayo dirigida al primer ministro sudanés, Abdalla Hamdok, en la que señalaban que el conflicto ha persistido en Darfur “en un cono del silencio”, y le pedían también extender la Unamid.
“La situación de seguridad en la región sigue representando una amenaza constante a la vida de los civiles”, desliza Adam Rojal, portavoz de los desplazados internos en Darfur. “Estos crímenes y violaciones son perpetrados a diario en las cinco áreas [de Darfur] y no van a detenerse hasta que no haya una paz integral, completa y sostenible que incluya a todos los sectores de Sudán”, añade, notando que la gente ve que este “no es el momento adecuado para la retirada de la Unamid, [ya que] la situación es todavía peligrosa”.
La inquietud que genera la retirada de la Unamid no emana de su intachable trabajo, ya que la misión ha sido criticada por sus elevados costes y por un historial de protección de civiles modesto. Pero, aun así, ha podido protegerlos al menos en los campos que custodia y en zonas cercanas a sus bases, su presencia se considera disuasoria, es la única fuerza imparcial en Darfur y puede proteger a organizaciones humanitarias y realizar un seguimiento de las vulneraciones de derechos humanos que se cometen, tal y como han reivindicado grupos de derechos humanos.
Por estos motivos, se teme que la partida de la Unamid pueda degenerar en un vacío de seguridad. Además, Sudán no ha llevado a cabo ningún tipo de reforma de sus fuerzas de seguridad, a pesar de que son directamente responsables de la violencia en la zona, por lo que locales y grupos de derechos humanos han alertado de que no están capacitadas para asumir el relevo, sobre todo en lo que respecta a la protección de civiles, al respeto de los derechos humanos y a la rendición de cuentas.
En esta línea, el Consejo de Seguridad de la ONU admitió en su resolución de junio que aún no se ha investigado siquiera el saqueo de sus bases. Y expresó una preocupación explícita por la seguridad precaria en algunas regiones de Darfur, que no descartaba que pudiera sufrir una “recaída en el conflicto”.
“Sabemos que van a seguir ocurriendo atrocidades y que seguiremos sin hacer nada”, lamenta Ali. “¿Quién va a asumir la responsabilidad del histórico desastre que esperamos una vez se haya ido la Unamid?”, alerta Rojal.
Source link