El relato de Darío Brizuela (San Sebastián, 26 años) es un mensaje constante de autocrítica y ambición. Un discurso transversal que abarca desde lo baloncestístico a lo emocional, faceta que desarrolla con sus estudios de Psicología. Su protagonismo creciente con Unicaja y su pujanza constante con la selección española en las ventanas le han colocado al frente del grupo llamado a liderar el relevo generacional trazado por Sergio Scariolo. Este sábado, Brizuela se mide al Estudiantes (18.00, Movistar), la casa donde creció de los 16 a los 25 años.
Pregunta. ¿Cómo analiza su progresión ascendente?
Respuesta. En general estoy contento. Pero de la Copa por ejemplo no me fui con buenas sensaciones a pesar de los 33 puntos al Barça. Si el equipo no gana esto no sirve de nada. El halago debilita. Está bien si viene de tu círculo cercano, pero no me quedo con eso. Siempre se puede mejorar.
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P. ¿En qué punto está entre lo conseguido y lo que aspira a conseguir como jugador?
R. Hay dos formas de medir eso. Nunca pensé que iba a jugar en la ACB, así que estoy muy orgulloso y realizado. Pero soy muy competitivo y tremendamente exigente, hasta un nivel enfermizo. Así que quiero seguir creciendo. Queda mucho camino por recorrer.
P. ¿Qué tal le han ido los exámenes de Psicología?
R. Bien. Me los preparé mucho durante las ventanas. En estos formatos de burbuja pasamos mucho tiempo en la habitación y estaba obligado a estudiar para no subirme por las paredes. Aun así no soy un ejemplo de estudiante porque mi prioridad es el baloncesto. Estoy en tercero y voy a dos cursos por año.
P. Ha contado que en un futuro le gustaría especializarse en el trabajo psicológico con menores y jóvenes.
R. Sí, quiero enfocar mis estudios en ellos. Los niños son lo más importante porque son el futuro. Muchos pasan por problemas que les cortan su potencial y crecen sin una educación emocional adecuada para desarrollar habilidades sociales que les permitan progresar. Echar una mano ahí es fundamental. Se nos quedan demasiados chavales por el camino y como sociedad es un lujo que no podemos permitirnos. Hay que trabajar para darles soluciones y no dejarles descolgados.
P. ¿Hay una laguna en esa educación emocional?
R. Sí. Estamos progresando, pero queda mucho. Cada vez se habla más de los problemas psicológicos, pero hemos tardado en darle a la psicología el mismo bagaje que a otras ciencias. Ir al psicólogo o al psiquiatra era de locos hasta hace nada. Hay que invertir tiempo y recursos ahí porque hay gente que escapa de los baches por sí misma pero otros no y esa ayuda es clave. Hay que romper definitivamente los tabúes. La pandemia está causando estragos además. En los estudios realizados, los jóvenes entre 19 y 28 años declaran estar en un estado emocional malo o muy malo. Eso hay que tratarlo. Ellos son el motor para salir adelante.
P. ¿Qué vínculo tiene con la realidad de su generación?
R. Procuro estar cerca de mis amigos de toda la vida. Hablamos todos los días. Me empapo de sus inquietudes y preocupaciones y las de mi generación, aunque sé que soy un privilegiado. Tengo amigos muy preparados, que se lo han currado muchísimo, y que no tienen oportunidades ni ofertas de trabajo. Tienen problemas para independizarse… Muchos han tenido que emigrar.
P. ¿Usted siempre tuvo claro el plan b de los estudios?
R. No recomiendo a ningún chaval apostar todo por el deporte. Es muy difícil llegar y mantenerse. Hay que estudiar por el futuro y también por salud mental. A mí me sirve para evadirme de la vida del deportista. Mi gran suerte fue el apoyo y el consejo de mis padres, desde pequeño, y ahora de mi pareja. La capacidad de trabajo y de análisis de uno mismo es fundamental para forjarte una carrera, pero lo básico es el sistema de apoyo. Eso es lo que te hace ser constante.
P. ¿Qué puntos de inflexión le han marcado en este viaje?
R. He tenido dos. Cuando me rompí el pie nada más llegar a Madrid en 2011. No pude volver a jugar en todo el año y lo recuerdo como el momento más bajo de mi vida. Y luego, ya como profesional, en la temporada de Salva Maldonado en la que el Estudiantes fichó a Omar Cook, Edwin Jackson… y jugué poquísimo. Ahí me di cuenta de que tenía que hacer mucho más. Desde ese momento, cambié mis rutinas y mi preparación en los veranos. Pasé de entrenar una vez al día a hacer cuatro sesiones, a trabajar el aspecto psicológico, a fortalecer la personalidad, hacer autocrítica, mejorar en la toma de decisiones… y esa fórmula es la que me ha llevado a progresar.
P. ¿Tiene muchos recovecos la mente para exprimirse y mejorar?
R. Sí, pero van en función de la personalidad de cada uno. Tienes que exigirte hasta unos límites, sin parar pero sin pasarte. Yo me paso. No disfruto de las cosas como debería y trabajo en buscar ese equilibrio. No vale solo con machacarse, hay que vivir y disfrutar el camino.
P. Después de meterle 33 puntos al Barça estaba pidiendo el vídeo del partido, pero para analizar todos sus fallos y las nueve pérdidas de balón que tuvo.
R. Sí. Esa noche no dormí nada y al día siguiente mi novia me echó la bronca. Tengo que aprender a pasar página y a no fustigarme.
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P. ¿En la selección tienen conciencia de estar ya en pleno relevo generacional?
R. Todavía van a seguir muchos de los campeones del mundo, pero nuestra oportunidad se acerca y tenemos que estar preparados. No tenemos presión es tener conciencia de que el momento va a llegar. Sergio Scariolo tiene el mérito de habernos transmitido los valores, las reglas y las características de la selección, lo que supone estar allí. Nos está educando en eso para ir ocupando los huecos que vayan apareciendo y el mérito del relevo generacional es suyo. Queremos dejar nuestra marca en la selección y ojalá replicar los títulos. Queremos seguir compitiendo por todo.
P. ¿Cómo vive el enfrentarse al Estudiantes?
R. La primera vez me resultó muy difícil emocionalmente. Ahora ya los veo como un rival más. Es distinto y especial fuera de la pista, por los amigos que tengo allí y porque mi relación con ellos va más allá de mi trayectoria como jugador. Estuve cerca de nueve años allí.
P. Para acabar. ¿Un consejo que no olvida de sus padres y que procurará transmitir a sus hijos?
R. Trata a la gente como quieres que te traten a ti.
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