EL PAÍS

Davos se asoma al horizonte de un mundo fragmentado tras la pandemia y la invasión de Ucrania

El Foro de Davos, la gran liturgia anual del mundo globalizado, celebra esta semana su tradicional reunión anual en la localidad alpina bajo signos inquietantes. En lo inmediato, aunque los últimos meses hayan arrojado algunos datos esperanzadores en términos de inflación y crecimiento, el consenso mayoritario de los expertos sigue previendo un 2023 sombrío. En lo profundo, quizás más importante, las fuerzas disgregadoras que van fragmentando el mundo parecen imparables. La gran fase expansiva de la globalización de las últimas tres décadas experimenta un viraje radical.

Dos son los grandes desencadenantes de esta tendencia. Primero fue la pandemia, que provocó una profunda disrupción en las cadenas de suministros globales y subrayó la importancia de mantener un grado de autosuficiencia en ciertos productos estratégicos. Después vino la invasión rusa de Ucrania, uno de los focos principales del foro, una enorme sacudida geopolítica que ha cortado por completo los lazos entre Occidente y Rusia y estimulado la reflexión sobre si resulta oportuno para las democracias liberales mantener un alto grado de dependencia de China, otro adversario que podría algún día convertirse en enemigo.

Impulsada por esos dos shocks, corre la carrera del proteccionismo, con descomunales subsidios para sostener industrias nacionales en sectores estratégicos como la transición energética o las tecnologías digitales punteras. Estados Unidos aprobó grandes paquetes de ayuda en materia de microchips y tecnologías verdes (más de 400.000 millones de euros entre ambos); la Unión Europea hizo lo propio con lo primero (unos 40.000 millones) y se dispone a hacer lo mismo con lo segundo (se prevén unos 350.000 millones para contrarrestar el plan de apoyo estadounidense y evitar la fuga de inversiones energéticas hacia el socio trasatlántico). Otros países desarrollados seguirán sin duda la senda.

Washington, además, promueve duras restricciones a las exportaciones a China en áreas clave para desarrollar tecnologías pioneras, y busca que otros países occidentales acompañen el movimiento. En paralelo, promueve que empresas privadas reformulen sus cadenas de suministro para depender menos de la fabricación china, asentándose más en países considerados amigos.

Proteccionismo, restricciones al libre comercio, reorganización productiva segmentada, bloques geopolíticos: este es, pues, el panorama de fondo que escudriña la élite mundial reunida esta semana en la estación alpina suiza.

El Foro Económico Mundial reanuda con esta edición su tradicional cita invernal tras la disrupción provocada por la pandemia y una edición primaveral celebrada el año pasado. La organización informa de que estarán presentes más de 2.600 delegados, entre ellos medio centenar de jefes de Estado o de Gobierno —incluido el líder del Ejecutivo español, Pedro Sánchez—, más de 100 ministros de Exteriores, Finanzas o Comercio y más de 600 presidentes de empresas —desde Nadella de Microsoft a Dimon de JP Morgan—, una veintena de gobernadores de bancos centrales además de directivos del entorno mediático y destacadas figuras académicas y de la sociedad civil.

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Por supuesto, además de la gran transformación geoestrátegica, sin duda tendrán gran protagonismo en el foro cuestiones de corto plazo.

Por un lado, el devenir de la guerra en Ucrania, con las importantes decisiones pendientes en materia de entrega de carros de combate y la perspectiva de una nueva ronda de sanciones contra el petróleo ruso, en este caso los productos refinados.

Panorama económico

Por el otro, el escenario económico más inmediato, con las correspondientes decisiones que tendrán que tomar autoridades públicas —ejecutivas o monetarias— y las empresas privadas. En este ámbito, el horizonte ha adquirido tintes menos catastróficos de los que la gran mayoría de expertos preveían tras la invasión rusa de Ucrania, en parte gracias a un otoño y un principio de invierno especialmente suave en Europa que ha permitido gastar menos gas. En conjunto, la inflación se ha ido reduciendo en muchos países, y el dato de crecimiento ha superado las expectativas. Los mercados laborales mantienen un buen dinamismo. Sin embargo, el panorama no está despejado.

Una encuesta publicada por el foro en vísperas del inicio del programa apunta a que dos tercios de los destacados economistas consultados —de ámbito público o privado— considera probable una recesión global en 2023. Esto es el doble de lo registrado en la anterior consulta, realizada en septiembre.

Otra encuesta elaborada por Price Waterhouse Coopers (PwC) entre 4.400 máximos ejecutivos en 105 países arroja como resultado que más de un 70% prevé un empeoramiento económico. Aun así, la mayoría no contempla reducir plantillas o salarios.

En cuanto a la inflación, los niveles se están moderando en muchos países, pero la subyacente permanece amenazante. Nada garantiza que el regreso a una senda de normalidad sea rápido. Mientras, el golpe al poder adquisitivo de tantos ha sido intenso, a la vista de que los salarios, casi en todas partes, se han quedado muy atrás con respecto a la subida de precios.

Se trata, pues, de un nuevo factor de riesgo que puede exacerbar la desigualdad, uno de los problemas de fondo que ha marcado la era de la globalización. Esta sin duda ha permitido sacar de la pobreza a cientos de millones de personas en países emergentes, con China en primer lugar; pero, junto con la revolución tecnológica, ha hecho más frágil la posición de tantos en el seno de las sociedades avanzadas. Esto ha erosionado el apoyo popular a la idea de un mundo interconectado y de libre comercio, dando alas a propuestas políticas que defienden otro tipo de políticas.

La organización Oxfam publicó este lunes un informe precisamente en materia de desigualdad a escala global, en el que sostiene que “desde 2020, el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo, casi el doble que el 99% restante”, y lamenta la pésima eficacia de sistemas impositivos que permiten a las élites tributar muy poco.

En medio de la policrisis que el mundo viene afrontando en los últimos años, son muchas las voces que alertan de cómo se está desatendiendo uno de los retos más amenazantes: el cambio climático. Un informe de riesgos futuros publicado por el Foro de Davos en vísperas del programa oficial destaca esta cuestión como una de las más problemáticas.

Extraordinarios problemas que precipitan una nueva época del mundo se acumulan sobre las mesas de debate y negocio en Davos. Un intenso frío —con mínimas previstas de hasta -15 grados centígrados— envolverá la cita, como una suerte de recordatorio físico de la fase de hibernación que afronta la globalización de la que este foro es el estandarte.

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