El candidato demócrata Pete Buttigieg. En vídeo, su perfil. KATHERINE TAYLOR EFE | Vídeo: EPV
A veces un segundo puesto sabe a victoria, y no es otro que ese el sabor de los más de 68.000 votos que ha obtenido este martes en New Hampshire Pete Buttigieg, de 38 años, que llegó a esta larga carrera por la nominación demócrata como un desconocido exalcalde de una pequeña ciudad del Medio Oeste y sale de la segunda prueba como el candidato centrista a batir.
Sabe a victoria porque se queda a 1,3 puntos de Bernie Sanders, senador por el vecino Vermont, que prácticamente jugaba en casa en un Estado donde su movimiento hunde raíces desde que hace cuatro años se impuso con contundencia a Hillary Clinton. Sabe a victoria porque, al contrario que otros candidatos, según los sondeos a pie de urna, Buttigieg es competitivo entre votantes mayores y jóvenes, entre hombres y mujeres, blancos y de color, con y sin estudios universitarios, de suburbio, de campo y de ciudad. Sabe a victoria porque hasta Donald Trump ha reconocido en un tuit que lo ha hecho “bastante bien” esta noche. Y porque, tras las dos primeras citas de la carrera, los gritos de sus seguidores han pasado de “alcalde Pete” a “presidente Buttigieg”.
“Muchos dudaban de que un veterano de guerra del Medio Oeste industrial, alcalde de una ciudad pequeña, fuera la persona adecuada”, decía el candidato, arropado por 1.200 seguidores en un polideportivo de un instituto de Nashua, New Hampshire. “Pero las miradas frescas son las que hacen posibles los buenos comienzos”.
Las primeras dos citas de las primarias demócratas, en Estados de escaso peso demográfico y poco representativos de la diversidad de su electorado, no son relevantes en términos cuantitativos. Pero, como viene sucediendo históricamente, también en esta ocasión han redefinido los contornos de la carrera. Hoy por hoy, Sanders y Buttigieg encarnan a las dos familias, culturales y políticas, que llevan luchando por la hegemonía del partido desde 2016. Y aunque Buttigieg empezaba su discurso subrayando su respeto al resto de sus “competidores”, y recordando que “admiraba” al senador Sanders en sus años de secundaria, ambos candidatos, que al principio ni se miraban, han empezado a subrayar los aspectos que los diferencian. “Se nos ha querido hacer creer que las opciones son la revolución o el statu quo. ¿Pero dónde quedamos todos los demás? La mayoría de estadounidenses no encajamos en esa visión polarizada”, defendía Buttigieg. “No podemos perseguir la puridad ideológica por encima de una victoria inclusiva”.
Su discurso recordaba inevitablemente a Barack Obama. Sin extenderse en propuestas concretas, Buttigieg se presenta como un agente de cambio y de esperanza. No ofrece al electorado centrista una vuelta al pasado, como Joe Biden, a quien ha triplicado en votos, sino un futuro ilusionante pero alejado de los extremos. Apela a “los demócratas hasta la médula”, pero también a “los independientes” y a aquellos a los que le gusta llamar “los futuros exrepublicanos”. ”Sabemos que es la hora no solo de acabar con la era de Donald Trump, sino de lanzar la nueva era que sabemos que tiene que llegar”, les decía.
“El único mensaje de Biden es que puede ganar a Trump, pero no ofrece nada nuevo, y la gente quiere algo nuevo”, defendía Dolly Courtemanche, pediatra de 56 años. “Pete es un líder inspirador. A mí me ha inspirado para ser mejor y creo que podrá hacerlo con otros estadounidenses”, sostenía Steve Dubro, de 54.
A pesar del impulso obtenido en este arranque, que le permitirá reforzar su imagen de elegibilidad e impulsar su recaudación de fondos —vitales para las grandes citas que se avecinan—, los retos de Buttigieg siguen siendo colosales. Primero, por la fortaleza mostrada por la senadora Amy Klobuchar, candidata también centrista, cuya trayectoria ascendente la ha colocado en la tercera posición en New Hampshire, a apenas cinco puntos de él. Segundo, por la incógnita de Michael Bloomberg que, a pesar de saltarse las primeras citas, es ya tercero en los sondeos a nivel nacional. Y, sobre todo, por el escaso tirón que tiene Buttigieg, a priori, entre las minorías.
Las próximas citas con el electorado latino en Nevada y con el afroamericano en Carolina del Sur demostrarán si su empuje es flor de un día o si realmente puede representar a la muy diversa familia demócrata. “Más que un problema, es un obstáculo”, opina Kenneth Santos, estudiante latino de 18 años. “Pete sabe lo que hace. Hasta hace poco era un desconocido, pero la gente quiere conocerlo. Cuando empiece a hablarles más, cuando empiecen a saber más de él, conectará con ellos como ha conectado conmigo”.
Con la vista puesta en los nuevos desafíos, el candidato ha lanzado guiños a ese electorado y hasta ha hablado en español. “Celebramos tu pertenencia a este país. Y sí, este es tu país”, les ha dicho a los votantes latinos en su idioma.
“Nos vamos al Oeste”, concluyó Buttigieg con la vista puesta en Nevada, donde el próximo 22 de febrero tendrá su primer encuentro con ese electorado. Llegará con una victoria en Iowa y con un segundo puesto en New Hampshire, que sabe igual que esa primera victoria. “No creo que nadie pensara que un gay de 38 años del Medio Oeste fuera a llegar tan lejos”, admitía Zachary Kessin, desarrollador de software de 47 años. “Pero Carter, Clinton y Obama, los tres últimos presidentes demócratas, tampoco eran los candidatos obvios. Pete tiene una historia que conecta con la gente, y habla de valores. Como progresistas, no hemos hecho énfasis en nuestros valores, y son importantes. Mi familia llegó aquí como refugiados rusos hace 100 años. Igual que los que vienen ahora de Centroamérica. Este país debería funcionar para ellos también. Todos hemos llegado en algún momento y formamos parte de este fabuloso crisol que es Estados Unidos”.
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