De desempleadas a guías de turismo: las mujeres de Sipacate se resisten a parar por la pandemia

Nota a los lectores: EL PAÍS ofrece en abierto todo el contenido de la sección Planeta Futuro por su aportación informativa diaria y global sobre la Agenda 2030. Si quieres apoyar nuestro periodismo, suscríbete aquí.

“Yo estaba en la escuela y me tocaba la universidad, pero por cuestiones de la pandemia, eso ya no pudo ser. Tampoco pude conseguir trabajo, porque no había quien contratara personal. Se volvió muy difícil”, explica Yamilet Pirir, una joven residente de Sipacate, un municipio ubicado en la costa del Pacífico de Guatemala. Al igual que ella, muchas mujeres de este poblado costero han presenciado cómo la covid-19 deterioró su situación económica y laboral.

Más información

Silvia Alvarado, también oriunda de Sipacate, tenía un trabajo administrativo en un negocio familiar en la capital de Guatemala. Además de generarle un buen ingreso económico, le permitía estudiar en la universidad. Sin embargo, con la llegada del coronavirus, perdió su trabajo, y se vio obligada a abandonar sus estudios. No solo eso, sino que también tuvo que dejar atrás una vida a la que ya se había adecuado y volver al lugar donde nació. “Tenía miedo a contagiarme. Me dio mucha tristeza porque tuve que darme de baja y dejar a mis amigos y familia”, cuenta.

Sipacate se encuentra a unos 132 kilómetros al sur de Guatemala, un país donde la pandemia deja hasta ahora 450.000 contagios y más de 11.000 muertos. La población de este municipio rural depende, principalmente, de la pesca y el turismo, dos actividades que se vieron seriamente afectadas durante el inicio de la emergencia sanitaria allá por marzo de 2020. Según la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asies), en agosto del pasado año el 77% de los negocios turísticos habían cerrado sus puertas temporalmente, mientras que un 5% confirmaron su cese definitivo. Esto trajo como consecuencia la pérdida del 27% de los puestos de trabajo del sector.

Al finalizar el año, el Instituto de Turismo guatemalteco contabilizó una caída del 76,7% de visitantes en comparación con el año anterior. La pesca, por el otro lado, no tuvo mejor suerte. Las restricciones emitidas por el Gobierno llevó a la pérdida de entre el 75% y el 80% de ingresos para los pescadores artesanales, según un estudio de la Fundación Mundo Azul.

Esto generó incertidumbre en mujeres como Yamilet Pirir y Silvia Alvarado, porque las soluciones parecían no asomar por ningún lado. “Una prima perdió su empleo porque la demanda turística bajó mucho. Todos los negocios operaban con pérdidas”, lamenta Pirir. Lo increíble de esto es que, a pesar de que la pandemia llevó a la gente de todo el mundo a buscar más actividades en zonas naturales y al aire libre, el impacto económico de la covid-19 ha sido particularmente notorio en Sipacate a pesar de contar con el único parque nacional marino-costero protegido de Guatemala.

El potencial socioeconómico de la naturaleza

El Parque Nacional Sipacate-Naranjo, fue declarado como zona protegida por el Estado en 1969. Dentro de él hay 36 especies diferentes de flora, incluidas seis distintas de mangle, 200 especies de aves residentes y migratorias, 23 de anfibios y réptiles y 40 tipos de mamíferos. Toda esta diversidad vive en una extensión de apenas 20 kilómetros cuadrados.

Bianca Bosarreyes, bióloga de WCS-Guatemala, había visto las capacidades que este territorio tiene, tanto para la conservación, así como para la generación de empleo a partir de actividades ambientalmente sostenibles. “En el 2019 el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lanzó una convocatoria para el sub-programa de pequeñas donaciones para comunidades locales. Yo conocía del potencial de Sipacate y el deseo de la gente por conservar”, contextualiza. Ella presentó el proyecto Creación de capacidades en ecoturismo comunitario para jóvenes de comunidades del Parque Nacional Sipacate-Naranjo, que busca formar a un grupo de jóvenes de la región como guías comunitarios y expertos en observación de aves playeras migratorias y fauna marina local.

Bianca Bosarreyes, bióloga guatemalteca, fue la líder de un proyecto que formó a 25 mujeres como guías comunitarias de turismo.
Bianca Bosarreyes, bióloga guatemalteca, fue la líder de un proyecto que formó a 25 mujeres como guías comunitarias de turismo.Varinia Sagastume

Pero la pandemia tenía otros planes también para Bosarreyes. En 2020, ninguno de los talleres y las actividades de monitoreo de aves migratorias se pudo realizar, ya que las salidas a campo no estaban permitidas. “Toda la capacitación se hizo de manera virtual, desde diciembre de 2020 a febrero de 2021. Fueron 180 horas en total del curso de guía comunitario”, explica la bióloga. De los 36 participantes, 25 eran mujeres. De ellas, 15 recibieron 60 horas adicionales, 20 de teoría y 40 dedicadas a salidas semanales al campo, para aprender a monitorear aves.

La conservación de la biodiversidad como fuente de ingresos

Con la incertidumbre que la pandemia aún genera en la vida de la población en todo el planeta, el proyecto liderado por Bosarreyes pasó a convertirse en una luz de esperanza para estas mujeres. El programa del PNUD ya no solamente les proporciona herramientas para diversificar sus medios de vida, sino que también les permite tomar conciencia de los otros tipos de vida con los que comparten territorio.

“Para mí fue una experiencia bonita. Es primera vez que vengo acá, y me gustó ver a las aves, a las tortugas y a todos los animalitos que viven aquí”, asegura Corina Garay, madre de familia, quien asistió a la celebración del I Festival de Aves Migratorias del Parque Nacional Sipacate-Naranjo que se realizó el pasado mayo, en el marco del Día Mundial de las Aves Migratorias —que se celebra en febrero, pero por la emergencia sanitaria se atrasó—. “Con el festival, las personas se han interesado en conocer el municipio, porque no sabían lo que tenemos”, explica Pirir.

Además de liderar este proyecto, Bosarreyes forma parte de varias iniciativas continentales en pro de la conservación de las aves playeras migratorias y de los ecosistemas de los que dependen. Este grupo de pájaros es el más amenazado en todo el mundo, ya que su subsistencia depende del trabajo medioambiental de hasta 14 países del continente americano. “Estamos tratando de conservar toda la costa porque no es solo Sipacate, sino que es algo que tiene que ver con todo el litoral”, asegura la bióloga. Hasta la fecha, en Guatemala hay muy pocas personas con capacidad para monitorear estos animales, y es ahí donde el conocimiento adquirido por estas mujeres juega un papel muy importante.

Además de desempeñarse como guías de turismo especializado en la fauna marina local, estas vecinas también pueden formar parte de grupos de monitoreo e investigación, acciones que ayudarán al desarrollo de estrategias regionales de conservación. Esto las lleva a jugar un papel de promotoras de la protección con los residentes de Sipacate, así como con los turistas que visitan el lugar. “Después del festival, las personas del municipio nos han preguntado cómo se puede resguardar el área, las tortugas y las aves”, cuenta Alvarado. Por lo pronto, distribuyen material educativo, tanto a niños y niñas, como a las amas de casa. “También piden información acerca de las visitas guiadas, porque hay muchos que quieren conocer lo que habita en el canal”, añade Pirir.

Con cada recorrido, de unos 10 participantes cada uno, las guías pueden agenciarse hasta 100 quetzales (11 euros). De momento están aprendiendo algunas técnicas de marketing digital para promover sus servicios, tanto dentro de la población local, así como turistas nacionales e internacionales que visiten Sipacate. Con el apoyo de Bosarreyes, se está invitando a guías comunitarios y pajareros de otras partes del país para que ayuden a ofrecer los recorridos de aves playeras, y así apoyar a mujeres como Yamilet Pirir y Silvia Alvarado. “Estamos esperando a que la pandemia nos lo permita, ya que ahora estamos en rojo”, se lamenta Alvarado en referencia al nivel de alerta sanitaria del Gobierno.

Sin embargo, aunque la crisis económica aprieta, el tiempo juega a favor de estas mujeres, ya que, contrario a lo que sucedió al inicio de la emergencia sanitaria, ahora cuentan con una visión del futuro que desean construir. “Ya no se trata de ofrecer solo la playa y el mar, sino que queremos dar a conocer la gastronomía local, enseñar el canal… Queremos que todos y todas conozcan Sipacate y su importancia para la vida natural”, concluye Pirir.

Puedes seguir a PLANETA FUTURO en Twitter, Facebook e Instagram, y suscribirte aquí a nuestra ‘newsletter’.




Source link