La historia, terca y tozuda, viene a demostrar que no es lo mismo defender la camiseta del Athletic dentro del campo que hacerlo en el banquillo o incluso en Ibaigane o Lezama. Muchos de los que hoy se recrean en buscar el mayor de los halagos posibles para ilustrar la carrera futbolística de
Aduriz no tendrían mañana ningún reparo, llegado el caso, a la hora de cargar contra él por su labor como entrenador, director técnico o incluso directivo o presidente.
Solo hace falta cambiar el apellido Aduriz por el de
Ziganda, Alkorta o Urrutia
, por citar tres ejemplos recientes, para ser consciente de la poca memoria que tiene el mundo del fútbol. El respeto que un jugador se ha ganado a ras de césped durante muchos años defendiendo los colores pasa a mejor vida cuando varía su rol dentro del club. Lo hecho ayer no cuenta para mañana. Solo vale el hoy y no todo el día. Mal asunto.
El respeto que un jugador se ha ganado a ras de césped durante muchos años defendiendo los colores pasa a mejor vida cuando varía su rol dentro del club
A veces queda la sensación de que el Athletic, la llamada familia Athletic, no es consciente de que su fuerza radica en la cohesión del grupo. Las luchas internas, que nada tienen que ver con la crítica constructiva, poco o nada aportan a una entidad que compite con una filosofía distinta a la del resto del mundo. Bastantes enemigos hay fuera como para tener que enfrentarse también dentro.
No vale tener a un jugador como referencia y años más tarde, con otro cargo dentro del club, perdérselo
No hay que caer, eso sí, en el error de confundir la parte con el todo. Gritar mucho no equivale a tener la razón. Hablar poco o no hacerlo, tampoco.
Cualquier profesional del Athletic, sea cual y cuando sea su cargo, se merece respeto. No vale tener a un jugador como referencia y años más tarde, con otro cargo dentro del club, perdérselo. Otra cosa bien distinta es, claro está, que su labor esté sometida a la crítica. Pero de ahí a faltar…
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