El encuentro del Metropolitano nos dejó la situación del penalti pitado por el colegiado Clement Turpin a instancias del VAR y después de revisarlo en el monitor de campo y considerar que existía mano de un jugador del club alemán.
Una vez el árbitro francés señala la pena máxima, podría haberse dado dos situaciones. La primera es que Turpin, considerado que el tiempo está cumplido, no hubiera permitido un posible rechace. Es decir, que no había opción a una segunda jugada porque considera que el encuentro está acabado cuando señaló la pena máxima. Que era además lo reglamentario.
Pero sin embargo, Clement Turpin consideró que la infracción se produjo con el partido todavía en juego. Y esto es lo único que explica que permitiera a los futbolistas colocarse en el borde del área para un posible remate.
Y a partir de este escenario, Clement Turpin debió haber mandado repetir el lanzamiento. No porque el portero del club alemán Hadreky se moviera, algo que no se produjo. Sino porque entraron en el área un jugador de cada equipo antes del golpeo de Yannick Carrasco.
Debió ser el árbitro de VAR, Jerome Brisard y el mismo que antes avisó de la mano, quien avisara a Turpin que está irregularidad se produjo en el momento del golpeo del belga.
Y aquí la normativa es clara. Si el defensor y atacante entran antes en el lanzamiento de penalti, y tienen incidencia en la acción posterior, debe repetirse la pena máxima. Tanto en el caso de fallarlo, como sucedió anoche, como si Carrasco lo hubiera marcado.
Solo sería entendible que no considerase repetirlo porque entendió que fue el rojiblanco Saúl quien entró en la jugada. Pero aún así, en el caso de marcarlo, la norma obliga a volver a lanzarlo. En el caso de no hacerlo, como fue el caso, debe ponerse el balón en juego con un libre indirecto por parte del Bayer Leverkusen. Pero nunca dejar acabar la jugada como sucedió con el remate posterior al travesaño de Saúl y el golpeo del propio Carrasco que desvió Reinildo.