Décimo aniversario


El martes pasado, aún recuperándonos de la bofetada de Will Smith al mal humorista Chris Rock en la gala de los Oscar, una valiente periodista, Carmen Mañana, tuvo los arrestos de señalar, desde este periódico, otro gran dilema. Que existe una preocupante deriva en la relación de la casa Chanel con su embajadora Penélope Cruz, sometiéndola a vestir atuendos aparatosos que no la realzan ni permiten lucir su inagotable belleza y talento, ni corresponden al sitio que ocupa tanto en la industria cinematográfica europea como en Hollywood. Carmen Mañana, muy valiente, rompió el tabú de un tema preocupante, hablado solo en voz baja, que podría ocultar al menos cierta desorientación.

La mítica casa francesa, que ha vestido a bellezas como Romy Schneider y también con su perfume a la mismísima Marilyn Monroe, se empeña en confundir la españolidad de nuestra querida estrella con una visión francesa de lo mexicano o puertorriqueño. Parece mentira que una actriz que consiguió que no la cosificaran ni la estereotiparan en Hollywood se vea ahora al límite de la caricaturización. Esa es la deriva de la colaboración y hay que levantar las alarmas. Con su historial, con su filmografía, con su César de honor, es imposible aceptar que la actriz esté de acuerdo en esta deriva. Es una mala colaboración. Karl Lagerfeld escogió a Penélope Cruz como embajadora y su sucesora, Virginie Viard, o su equipo, no la entienden o la confunden con su amiga Salma Hayek. No se satisfacen con vestirla como para una piñata, como hicieron para los premios Goya, sino que para los Oscar presumieron de interpretarla lorquiana y la convirtieron en una viuda de Don Diego de La Vega, el Zorro. Todo esto es doloroso y merece ser señalado para pararle los pies a Viard y descubrirle a Chanel que antes fue una marca llena de prestigio, cultura y talento, pero ahora, desenfocada.

Mi mamá siempre lo decía: “Hay más gente mala o tonta, que buena. La buena escasea y es mejor ser bueno”. Laura Rodríguez, la nueva villana perfecta para rescatar a Mediaset de su bajón. Ella divulga en una exclusiva sus infidelidades con Manuel, el novio ojos azules de la atribulada Rocío Flores. Y que revela más pelos que señales de sus encuentros con Manuel en la misma cama donde dormía con Rocío y se confiesa preocupada de que la nieta de Rocío Jurado pudiera descubrir algún pelo suyo entre las sábanas. Todo muy del gusto y de la higiene de Mediaset, además posa exhibiendo una frondosa y envidiable melena oscura como la noche, con ese tipo de pelo fuerte como crin. Justo ahora que todo el mundo habla de alopecia.

Por otra parte la covid ha afectado también a las bodas de postín. Las secuelas son evidentes. La revista ¡Hola! ha tenido que esforzarse para mantener un mínimo tono aristocrático en su oferta nupcial de esta semana. Salvo Eugenia Silva, divina pese al inesperado frío por el cambio climático, la borrachera de estampación floral hizo que la mayoría pareciese vestido por una vestuarista de la primera temporada de Élite.

Tampoco es que estuvieran mejor vestidos los royals en el funeral de Felipe de Edimburgo, que parece haberse llevado consigo el buen gusto al otro mundo. Todos estaban tapados y desorientados, abrumados por joyas viejas en un mundo nuevo. Las revistas esperaban el encuentro entre la reina Letizia y Marie Chantal Miller se comportó como la típica hater de las redes sociales que tuitea sin dar la cara y en este caso fue ella la que enseñó sus verdaderos colores. Arribista y entrometida, Miller se escabulló. Esperemos que vuelvan a reunirse todos y todas el próximo 13 de abril, fecha del décimo aniversario de la caída de Juan Carlos I en Botsuana, donde tantas malas y equivocadas cosas exclusivas de ese estilo de vida, que disfrutan personas como Marie Chantal, cayeron al suelo.

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