El anuncio realizado por el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, de que Washington ya no considera que las colonias israelíes en Cisjordania sean “per se inconsistentes con el derecho internacional” supone un golpe demoledor para la consecución de una paz justa entre israelíes y palestinos, para que los palestinos puedan ejercer su legítimo derecho a tener un Estado independiente y para el consenso internacional alcanzado tras la ocupación israelí de Cisjordania, Jerusalén Este y los Altos del Golán acaecida a raíz de la guerra de los Seis Días librada en 1967.
La decisión del presidente, Donald Trump, supone además un giro de 180 grados respecto a la posición mantenida por Estados Unidos durante los últimos 40 años, que consideraba los asentamientos israelíes en territorio ocupado palestino como “inconsistentes con el derecho internacional”. Una posición que ha sido mantenida desde entonces por todas las sucesivas Administraciones estadounidenses, ya fueran estas demócratas o republicanas. Incluso durante la presidencia de Barack Obama, EE UU se abstuvo en el Consejo de Seguridad de la ONU para permitir la aprobación de una resolución que calificaba a las colonias como una “flagrante violación” del derecho internacional. Es decir, exactamente lo opuesto a lo que acaba de aprobar Trump.
Y así, de nuevo, EE UU, bajo la dirección del empresario neoyorquino, vuelve a dar muestras de imprevisibilidad en decisiones cruciales de política internacional. La inestabilidad en Oriente Próximo es un riesgo para la paz que trasciende su ámbito geográfico y uno de los factores permanentes en esta inestabilidad durante el último medio siglo han sido precisamente las consecuencias derivadas de la ocupación israelí. Lo que Trump acaba de hacer es consagrar ese factor de enfrentamiento y a la vez arruinar el papel de EE UU como mediador cualificado entre israelíes y palestinos. Un papel que, sin embargo, sí que jugaron sus predecesores en la Casa Blanca. Por el contrario, Trump ha pasado de anunciar a comienzos de su mandato la existencia de un plan de paz a reconocer sucesivamente la anexión unilateral por parte de Israel del territorio sirio de los Altos del Golán, la capitalidad israelí de Jerusalén y ahora la legalidad de unas colonias que la comunidad internacional, mediante sus órganos oficiales, ha calificado explícitamente como ilegales de acuerdo con el derecho internacional.
Si el actual presidente estadounidense lo ha hecho por simpatía hacia el primer ministro en funciones israelí, Benjamín Netanyahu, o por cálculo electoralista con vistas a las presidenciales en EE UU el año próximo, puede ser materia de especulación. Pero lo que queda fuera de duda es que, con su decisión, Trump ha hecho más lejana la posibilidad de una paz justa entre israelíes y palestinos.
Puedes seguir EL PAÍS Opinión en Facebook, Twitter o suscribirte aquí a la Newsletter.
Source link