Defenderse de una invasión


Las excepcionales circunstancias que vive Ucrania y con ella Europa han obligado a la UE a adoptar medidas inéditas en relación con la defensa de terceros países. Ni Ucrania es miembro de la UE ni lo es de la OTAN pero está siendo víctima de una ocupación militar que la población europea vive hermanada en el sufrimiento y el estupor: sus calles y sus vidas son nuestras calles y nuestras vidas. El presidente ucranio ha pedido ayuda una vez más desde el Parlamento Europeo con el lenguaje directo e inmediatamente comprensible de las situaciones de emergencia extrema. Cualquiera entiende que pide ayuda para no dejar de existir y para seguir siendo un país europeo más. Esa misma es la percepción que tiene cualquier ciudadano de la UE ante las imágenes del éxodo del terror y la guerra, la destrucción y los bombardeos. “Estamos peleando por la libertad que ustedes tienen”, ha dicho su presidente, Volodímir Zelenski, y es una frase que alude a dos realidades: su libertad amenazada por las armas y los tanques y la reafirmación frontal de la libertad como valor que, de momento, sí sigue disfrutando Europa.

Desde esa libertad aún intacta, la Unión Europea ha decidido en los últimos días facilitar la financiación y la coordinación del material de combate que cada uno de los Estados miembros decida enviar para que los ucranios puedan defenderse de la invasión rusa. La desproporción de fuerzas es gigantesca, pero la resistencia empieza a cuajar en Ucrania, respaldada por las democracias liberales con sanciones drásticas y efectivas, congelación de fondos rusos y múltiples medidas a las que se suman ahora numerosas empresas y multinacionales dispuestas a cortar sus negocios con Rusia.

España se ha sumado a todas ellas y ha sido también solidaria de la decisión de facilitar desde cada Estado el material de combate que necesita Ucrania para intentar repeler la agresión y no sucumbir sin remedio a ella. Se hará a través del mecanismo europeo creado para ello. Europa da un paso de gigante en su construcción como potencia geopolítica centralizando esta operación para evitar que cada país vaya por su cuenta aunque se mantengan acuerdos bilaterales, como en el caso de Alemania, que ha cambiado en 180 grados su posición. La respuesta europea debe ser europea, así se construye la credibilidad. Hay un teléfono, un único teléfono al que llamar cuando alguien pregunte qué tipo de apoyo militar está ofreciendo la UE al país que tiene que defenderse de la agresión.

Antes de la creación de ese mecanismo, España ya decidió espontáneamente enviar material humanitario y defensivo a Ucrania. Y se adhirió inmediatamente a la propuesta que se va a encargar de financiar las armas que se envíen a Ucrania. 450 millones de euros para material ofensivo, armas que se entregarán al Ejército ucranio para defender a la población civil y 50 millones para material defensivo. La postura española es que una vez creado el mecanismo, toda compra de material militar se centralice ahí. La gravedad de la situación, con amenaza nuclear incluida, obliga a reconocer la textura trágica del nuevo escenario que cada día inunda las pantallas y encoge la conciencia. Nunca los europeos hubiéramos querido vernos en esas terribles imágenes.


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