Más de uno, posiblemente la mayoría de la masa social, se sobresaltaba cuando a mediados de semana se nos hacía llegar que el Club contrataba a Julio Salinas incorporándolo al organigrama de Lezama para llevar todo el departamento de metodología. Como mínimo, estupefactos. Afortunadamente, se trataba únicamente de una coincidencia en nombre y apellido.
Parecería oportuno que los medios locales pudieran realizar, en rueda de prensa de presentación, las preguntas que consideren al nuevo empleado del Club, como previamente los periodistas del medio aragonés “El diario del Alto Aragón”, donde el de Barbastro esbozó sus funciones. A ver si sí.
Como tal cabe calificar el dictamen de la Justicia Europea a ese engendro urdido por Florentino Pérez y adláteres bautizado como Superliga. Tremendo zasca a alguien poco acostumbrado a recibirlos.
Por más que con su característico tono apacible y evangelizador nos quisiese vender un invento del que todos saldríamos beneficiados, su única pretensión, la de siempre: aumentar sus ingresos y ampliar la enorme distancia existente entre los enormemente ricos y el resto. Éstos, siempre a su criterio, también nos beneficiaríamos. ¿Cómo? Sencillo: con el dinero adicional que recibirían, debiéramos agradecerle que nos comprase jugadores y debilitase deportivamente. En fin.