Del Programa 2000 a la Agenda 2050

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presenta el proyecto España 2050 en Madrid este 20 de mayo.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, presenta el proyecto España 2050 en Madrid este 20 de mayo.M.FERNÁNDEZ / EUROPA PRESS

En el pasado, el proceso de modernización podía ser una tarea difícil, pero el camino parecía claro: bastaba con adoptar reformas y soluciones que ya se habían aplicado con éxito en sociedades más avanzadas. Hoy, en cambio, el camino que debemos recorrer en España no puede seguir mapas trazados de antemano”. Este párrafo, aunque lo parezca, no pertenece a la Agenda 2050 presentada por el presidente de Gobierno, sino al Manifiesto del Programa 2000, elaborado a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa del siglo pasado por otra generación de intelectuales socialistas (entre los que figuraba un tal Manuel Castells).

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Aquel otro esfuerzo de prospectiva se vio interrumpido por un “cisne negro” que transformó de repente el escenario: la caída del muro de Berlín y la autodestrucción del socialismo real. Un “cisne negro” es un acontecimiento imprevisto que causa consecuencias telúricas en la realidad. El cambio de ruta que entonces anunciaba Willy Brandt en el prólogo al Programa 2000 ocurrió, pero en otra dirección. El mítico socialista alemán había escrito: “Un renombrado liberal anuncia el fin del siglo socialdemócrata porque la misión de la socialdemocracia, el asentamiento de la democracia y el Estado de bienestar, ya se ha cumplido en los países desarrollados”.

La Agenda 2050 contempla problemas estructurales, pero no está exenta de “cisnes negros” que la desvíen de sus reflexiones (la invasión de Ceuta fue un “cisne negro” en la coyuntura política española, caracterizada por el sota, caballo y rey: pandemia y vacunaciones, recuperación económica y fondos europeos, y Cataluña en sus diferentes escenarios).

Aunque tienen concomitancias (al fin y al cabo ambos son ejercicios de prospectiva), el Programa 2000 y la Agenda 2050 son muy diferentes. El primero se remitía al interior del socialismo: trataba de abrir un debate sobre el futuro de la sociedad española y sobre la estrategia del PSOE en el mismo, mientras que la Agenda 2050 será “plural y apartidista”, en palabras de Pedro Sánchez. La segunda diferencia es instrumental: las herramientas prospectivas son hoy mucho más complejas, completas y poderosas que hace unas décadas. Hoy, Alvin y Heidi Toffler serían felices.

En las diferentes catas que se han hecho sobre un texto de 675 páginas que conviene leer con detenimiento, los diferentes análisis han escogido un terreno de juego. El corazón de la agenda de trabajo, el tronco del que salen las distintas ramas, es el de la productividad. España sigue teniendo hoy un nivel de productividad considerablemente inferior al de sus vecinos europeos. De ahí arranca todo: se genera menos riqueza y menos oportunidades que en otras zonas de nuestro entorno, lo que explica algunos aspectos que se repiten en las conversaciones de la vida diaria: menores salarios que en otros países para las mismas tareas, jornadas laborales más largas, baja competitividad de muchas de las empresas españolas, etcétera. En esa menor productividad también se sostiene parte de la explicación de que España siga siendo hoy lo que ya era hace tres décadas: el tercer país de la Unión Europea con mayor desigualdad de renta y el cuarto con mayor población en riesgo de pobreza.

La prospección hecha tiene etapas intermedias ya que habrá de confluir dentro de nueve años (2030) en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (acabar con la pobreza, hambre cero, trabajo decente…) alcanzados en el seno de las Naciones Unidas en 2015, que posiblemente también habrá de ser objeto de actualización a la luz de las dos crisis superlativas que ha padecido el mundo desde el año 2008: la Gran Recesión y el Gran Confinamiento.

Más de cien expertos han participado durante más de un año en este ejercicio de prospectiva. No deja de ser deprimente que, tan solo unas horas después de su presentación y de conocerse su extenso contenido, la única reacción del líder de la oposición, Pablo Casado, hiperbólico cuando no corresponde como casi siempre, declarase sobre la Agenda 2050: “No puede querer a España quien insulta a los españoles”.


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