Es el inicio de una revolución que va a cambiar la sociedad iraní para siempre. Desde que el pasado 16 de septiembre, la joven de 22 años Mahsa Amini muriera por los golpes recibidos en la comisaria donde la trasladaron para un ‘curso de educación para el uso correcto del hiyab’, las mujeres de Irán han dicho basta a las leyes impuestas por los ayatolás y su ‘policía de la moral’.
Sometidas, vetadas y amordazadas por reglas religiosas desde que Jomeini tomó el poder en 1979, las mujeres iraníes hace tiempo de luchan por reclamar derechos que en occidente nos parecen hasta sorprendentes que no existan. Como poder conducir por las calles de Teherán solas.
Gasolina en las venas
Maryam Talaee (Shiraz, 1980) volvió a Irán en 2015, tras pasar varios años en Canadá donde, en 2009, empezó a pilotar una moto, para encarnar el deseado cambio a lomos de una Kawasaki. Talaee fue, poco a poco, haciéndose un hueco en el mundo del motor en Teherán con la complicidad de algunos hombres y los ánimos de muchas mujeres. Nació en el seno de una familia donde el deporte de las dos o cuatro ruedas estuvo siempre presente: a sus cuatro hermanos y a ella les corre gasolina por las venas y las carreras han sido la inyección que ha movido sus motores vitales.
Choque con las normas islámicas
Consciente y respetuosa con lo que las normas islámicas imponían para las mujeres, con paciencia y esmero, pidió y pidió y volvió a pedir la autorización para correr con su 250 en un circuito, hasta entonces reservado solo a pilotos hombres. Le llevó casi un año y en 2016 les permitieron usar un circuito un día a la semana, solamente dos horas y para entrenar. Tuvieron que pasar todavía tres años hasta que pudieron realizar la primera competición.
En 2019 eran pocas mujeres iraníes las que corrían y se sentían preparadas para una competición pero ahora ya son más de 30. Pero, conseguir un circuito fue lo fácil ya que tuvieron que lidiar con otras restricciones: a sus carreras no podían asistir hombres y los monos de pilotos debían ser lo suficientemente holgados para no intuir curvas femeninas. El cabello también debía ir cubierto cuando se sacaran el casco. Evidentemente tampoco se emitían las carreras por televisión y nunca eran publicitadas en las redes sociales, básicamente para disipar curiosos.
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Maryam reconoce que “Muchos nos miran como si fuéramos raras. Algunos todavía no nos aceptan. Todavía queda camino por recorrer”.
Cambiar el sistema
En un reportaje de Jaime León de la Agencia EFE, Talaee explica que “Estamos tratando de cambiar el sistema. Estamos intentando que la gente se acostumbre y los organismos se acostumbren” y que “sigue sorprendiéndose al ver que en el resto del mundo, las mujeres han alcanzado a ocupar puestos considerados muy varoniles como conducir grandes vehículos o máquinas mientras en Irán no pueden conducir un coche o una moto”.
Aún así, sigue trabajando para cambiar, más que las normas, la concepción del papel de la mujer. Por eso, ha creado un taller de reparación y tuneado de coches donde enseña a muchas mujeres el oficio. Mujeres también valientes como ella que desafían las normas impuestas. No debe ser fácil el día a día pero en el taller, Maryam les ofrece un espacio de sororidad, un oasis en el desierto de la opresión femenina.
Alcanzar otras metas
En 2019, Maryam consiguió lo que ninguna otra iraní había hecho hasta entonces: cruzó África en un periplo que le llevó seis meses y le permitió descubrir culturas y gentes del continente. Pero además, la superación de problemas, en el día a día, fueran mecánicos, de intendencia o mentales, le demostró “hasta donde podía llegar”. Contó en una entrevista a la BBC que “Hice algo que ninguna mujer iraní había hecho antes. Algo completamente diferente para demostrar que somos capaces de hacer lo que nos planteamos”.
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Así, al volver a Irán, muchos contratiempos que salieron en el montaje del taller o en la organización de las carreras, se encararon de otra manera. El camino será largo y complicado pero siempre se hace con un primer paso y Talaee ya lleva unos cuantos kilómetros recorridos y demuestra que “Rompo barreras para las mujeres iraníes. No solo lo hago por mí, lo hago por todas las mujeres”.