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DeSantis contra Trump, el gran duelo republicano

DeSantis contra Trump, el gran duelo republicano

En el fallido lanzamiento de su candidatura de la mano de Elon Musk, Ron DeSantis solo pronunció una vez la palabra trump. Y no fue el nombre, sino el verbo: “El mérito debe triunfar (trump) sobre la política identitaria”, dijo un minuto después de empezar. Aunque no mencionó una sola vez a Donald Trump, el expresidente es el gran rival a batir en unas concurridas elecciones primarias para elegir al candidato del Partido Republicano a las elecciones de 2024.

Trump sí que citó ese mismo miércoles una y otra vez a su rival, pero no exactamente por su nombre. Lo llamó “Ron DeSanctus” o “Ron DeSanctimonious”, para acusarle de mojigato; “Ron DiSaster”, por el desastre del estreno de su campaña, o “Rob”, reproduciendo el error de un periódico británico para trasladar que es tan insignificante que la gente no se sabe ni su nombre. “De la forma en que ha gestionado su anuncio, ¡gestionará el país!”, escribió en su red entre otros ataques más faltones.

A Trump, de 76 años, le encanta poner motes a sus rivales, como un matón de patio de colegio. Pero esa reacción y el bombardeo de publicidad negativa en televisión contra el gobernador de Florida demuestran que el expresidente teme a su rival. Va por delante en las encuestas, sí, pero Trump sabe muy bien lo volátiles que son las tendencias, más aún con el calendario judicial que tiene por delante.

Esa es la tesis del propio DeSantis: “Creo que mucho de lo que está haciendo es mostrar a todos que entiende que tengo una buena oportunidad de vencerlo porque ahora no critica a nadie más. Solo a mí. No lo harían si no pensaran que tengo posibilidades, porque creo que se dan cuenta de que estoy ofreciendo a la gente un historial de logros que no tiene parangón. Saben que tengo más posibilidades de ganar las elecciones”, dijo en una entrevista con el programa de radio Good Morning New Hampshire de Jack Heath el jueves, cuando las preguntas directas sobre Trump le hicieron imposible seguir eludiendo la cuestión.

DeSantis, de 44 años, tiene que guardar un delicado equilibrio. Para ganar las primarias no le bastan los votos de los críticos con Trump, sino que necesita convencer a algunos de sus partidarios de que él es una mejor opción para derrotar a Joe Biden, que no tiene rivales de peso en las primarias demócratas. Pero debe elegir con cuidado dónde plantea la batalla. Discursos que a Biden le han resultado eficaces, como acusar a Trump de amenaza para la democracia, serían contraproducentes para DeSantis.

El gobernador de Florida ha encontrado algunos puntos donde considera que puede seducir a las bases de su partido. Critica que Trump nombrase a Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal, luego renovado por Biden, porque así puede responsabilizarles de la alta inflación que ha padecido el país. También señala cómo aumentaron la deuda y el déficit con Trump, otro asunto clave para sus votantes. Y con respecto a la frontera promete construir un muro “completo”, una forma de señalar que Trump no lo hizo. DeSantis se hizo llevar a Florida a un grupo de venezolanos que habían cruzado la frontera desde México para poder enviarlos en un vuelo chárter a territorio demócrata y mostrar así dureza con la inmigración.

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Ha aprobado en Florida una prohibición del aborto a partir de las seis semanas de embarazo que cree que también le puede dar fruto entre los votantes de las primarias republicanas. Trump presume de haber nombrado a los jueces del Tribunal Supremo que revocaron el derecho constitucional al aborto y remitieron a la ley de cada Estado, pero rechaza una ley federal que lo restrinja en todo el país.

Pero su tema estrella es la pandemia. Florida reabrió la actividad antes, lo que fue bueno para la economía, y ralentizó la inmunización de la covid, lo que fue muy malo para la salud, pero ha construido un mito alrededor de su gestión que conecta mejor con la pulsión antivacunas de gran parte del electorado republicano más fiel. Cuando un hijo de Trump tuiteó un meme en que se ve al expresidente derribando a DeSantis, Christina Pushaw, de la campaña del gobernador, le replicó: “Tu padre no podía placar ni al duende de 50 kilos conocido como Anthony Fauci”, en referencia al prestigioso epidemiólogo que coordinó la respuesta a la pandemia y que se convirtió en objeto de la ira de los republicanos, pero al que Trump mantuvo en el cargo.

DeSantis da una de cal y otra de arena. En una entrevista el jueves por la noche en la cadena de televisión Newsmax, donde también sufrió algún pequeño problema técnico, le aplaudió: “La mayoría de nuestros votantes obviamente aprecian muchas de las cosas que hizo el presidente Trump. Yo lo hago. Me ha estado atacando mucho, pero todavía le doy crédito por las cosas que hizo bien, especialmente con la economía en los primeros tres años”. En otra, en el programa de radio del presentador Matt Murphy, en la emisora 99.7 WTN, le criticó: “Obviamente, me está atacando desde la izquierda. No sé qué le ha pasado a Donald Trump. Es un tipo diferente hoy de cuando se presentaba en 2015 y 2016 y creo que la dirección que está tomando con su campaña es la equivocada”.

La ideología de DeSantis es conservadora, populista, proteccionista, desafiante: una especie de trumpismo sin Trump. Es más agresiva y extremista sobre recortes en seguridad social y sanidad o en las guerras culturales y contra la diversidad y la identidad de género. Ha prohibido a ciudadanos chinos comprar propiedades en Florida, otro recado para su hipotética política exterior en la que la guerra de Ucrania es una “disputa territorial”, según dijo, aunque luego aseguró que se le había malinterpretado.

Aunque tiene un currículum aparentemente perfecto (capitán de béisbol, de familia de clase media, titulado por Yale y Harvard, veterano de la Armada, con experiencia como congresista y gobernador, joven, casado, con tres ideales hijos pequeños), el gobernador es frío, le falta algo de empatía y don de gentes. La campaña de Trump decía que lanzar la candidatura en Twitter era ideal para DeSantis porque así no tenía que ver a nadie.

En realidad, DeSantis no plantea ni una batalla ideológica (no hay tantas diferencias) ni un concurso de popularidad (ahí está perdido contra Trump). De lo que tiene que convencer a los republicanos más acérrimos es de que él es mejor candidato para derrotar a Biden. Su victoria en Florida con 19 puntos de ventaja contrasta con la derrota de numerosos candidatos trumpistas en las elecciones de medio mandato de noviembre pasado.

Muchos culparon al expresidente de que la marea roja (el color del Partido Republicano) que se esperaba en las legislativas no llegase. Ese fue el momento en que muchos miraron a DeSantis pensando en 2024, empezando por sus propios seguidores, que en las celebraciones coreaban: “¡Dos años más!”, aunque el mandato de gobernador es de cuatro.

Ron DeSantis, el pasado julio en Tampa (Florida).Phelan M. Ebenhack (AP)

En el espacio de Twitter donde presentó su candidatura, DeSantis puso el dedo en la llaga: “No hay sustituto para la victoria. Debemos acabar con la cultura de perder que ha infectado al Partido Republicano en los últimos años. Los cansinos dogmas del pasado son inadecuados para un futuro vibrante. Debemos mirar hacia delante, no hacia atrás. Necesitamos el coraje para liderar y debemos tener la fuerza para ganar”. No le será fácil, sin embargo, que los votantes de las primarias hagan ese cálculo en lugar de dejarse llevar por sus simpatías. Las primarias sí suelen ser a fin de cuentas un concurso de popularidad.

Mientras DeSantis mide sus críticas, Trump no se corta: “Creo que es muy desleal, pero no tiene personalidad. Si no tienes personalidad en política, es un negocio muy duro”, ha dicho esta semana. “Necesita desesperadamente un trasplante de personalidad y, que yo sepa, aún no están disponibles médicamente. ¡Una persona desleal!”, ha escrito en Truth, su red social.

Ambos tenían buena relación, pero el expresidente se siente traicionado porque considera que le debe el puesto de gobernador: “Estaba muerto. Estaba buscando trabajo y yo lo apoyé y subió muchos puntos. Estaba 30 puntos abajo por lo menos, tal vez más que eso. Estaba muerto. Así que creo que es muy desleal, pero no me importa. Mira, acaba de salir una encuesta en Iowa. Estoy liderando por 30 o 40 puntos. No me importa en absoluto”, aseguraba mientras jugaba al golf en las afueras de Washington esta semana.

Los sondeos, efectivamente, dan una amplia ventaja a Trump: 53,9% a 20,4%, según la media de las encuestas de FiveThirtyEight, una distancia que hasta ahora se ha ido ampliando. No es frecuente descabalgar a un candidato que parte con una clara ventaja. El último en lograrlo fue Barack Obama con Hillary Clinton. El propio Trump partió desde abajo en 2016, pero en un año en que había 17 candidatos y ninguno dominante. Trump acumula también más respaldo entre los congresistas del partido, incluidos los de Florida, que le han apoyado mayoritariamente, lo que el expresidente exhibe como un gran triunfo.

DeSantis lo va a tener aún más difícil porque el sistema de primarias favorece al ganador de cada Estado (en muchos se lleva a todos los delegados) y porque el voto de los críticos con Trump tiene varias opciones entre las que escoger (o dividirse). Ya han entrado en la carrera de la nominación republicana el único senador republicano negro, Tim Scott; la exembajadora de Estados Unidos ante la ONU y exgobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley; el gobernador de Arkansas, Asa Hutchison; el emprendedor multimillonario del mundo de la biotecnología y azote de la ideología woke Vivek Ramaswamy; el también empresario Perry Johnson; el comentarista político Larry Elder, y el político y hombre de negocios Rollan Roberts, hijo del senador por Virginia Occidental del mismo nombre. Se espera que también compita por la nominación republicana el exvicepresidente de Trump, Mike Pence, y se especula con el gobernador de Virginia, Glenn Youngkin, entre otros.

El Partido Republicano pondrá un listón mínimo de apoyos para poder participar en los debates de candidatos. Trump, en todo caso, ha insinuado que no participará: “A menos que se acerque [DeSantis], ¿por qué iba alguien a debatir?”, ha dicho esta semana. Todo lo contrario que el gobernador: “Nadie tiene derecho porque sí a nada en este mundo, tienes que ganártelo. Eso es exactamente lo que pretendo hacer, y creo que los debates son una gran parte del proceso”, dijo en su entrevista con Fox News el miércoles.

Causas pendientes

Normalmente, las primarias se van despejando y muy pocos aguantan en la carrera en cuanto ven que no tienen opciones. Con actos en 12 ciudades entre el martes y el viernes, DeSantis va a lanzar su candidatura la semana próxima en Iowa, New Hampshire y Carolina del Sur, los primeros Estados en votar. El calendario, sin cerrar, apunta a que el mes decisivo será marzo, a partir del llamado Supermartes (el 5 de marzo). Para el 25 de marzo, fecha en que se ha fijado el juicio contra Trump en Nueva York por 34 cargos de falsedad derivados de tres pagos para ocultar escándalos (uno de ellos una aventura extramatrimonial con la actriz porno Stormy Daniels) en la campaña de las presidenciales de 2016, ya se habrá elegido a casi el 75% de los delegados.

Trump tiene otros frentes judiciales abiertos, pero ni la condena civil por abusos sexuales a una escritora de Nueva York ha erosionado su popularidad. Se presenta como un justiciero y promete una presidencia de venganza. DeSantis está dispuesto a indultar al propio Trump si fuese condenado y a los asaltantes del Capitolio, el 6 de enero de 2021: “El primer día, tendré gente que se reunirá y estudiará todos estos casos, quiénes son víctimas de la instrumentalización o de la persecución política. Seremos agresivos a la hora de conceder indultos”, ha dicho esta semana en otra entrevista en The Clay Travis & Buck Sexton Show.

Tanto Trump como DeSantis (que recaudó 8,2 millones de dólares en su primer día de campaña) tienen los bolsillos llenos para una batalla publicitaria por todo lo alto. El gobernador de Florida ha atraído a algunos grandes donantes, pero el expresidente no se queda corto y tiene más aportaciones de las bases, con lo que logra aparecer como candidato del pueblo mientras juega al golf en un elitista club privado.

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