La dimisión de Rod Rosenstein no ha sido una sorpresa. El vicefiscal general de Estados Unidos debía haber dejado su cargo en marzo pero ha permanecido en él hasta ahora para ayudar a su jefe, el fiscal general William Barr, con la difusión del informe Mueller sobre la trama rusa, que tras 22 meses de investigación veía la luz a finales de marzo. En una carta al presidente de Estados Unidos, Rosenstein ha comunicado este lunes que dejará el puesto el próximo 11 de mayo.
De la misiva del vicefiscal deben subrayarse dos frases que cuadran perfectamente con el discurso practicado por Donald Trump. Rosenstein declara que contrató para la oficina del fiscal general a funcionarios “fieles a los valores que hacen grande a América” y añade que siempre ha puesto “América primero”. En la carta, Rosenstein además agradece a Trump haberle dado “la oportunidad de servir” al país.
Rosenstein es el hombre incómodo para la Casa Blanca que decidió que la investigación de la trama rusa quedase en manos del fiscal especial Robert S. Mueller. Era el máximo responsable de la investigación desde que apenas arrancó el caso debido a que su jefe, el entonces fiscal general, Jeff Sessions, se inhibió de las pesquisas al descubrirse que antes de tomar posesión de su cargo había mantenido una reunión con el embajador ruso en Washington de la que no había informado al Senado. Cuando Trump despidió al director del FBI, James Comey, a primeros de mayo de 2017, disparó las sospechas de interferencias en la investigación. Entonces Rosenstein decidió nombrar un fiscal especial apelando al “interés público”.
Durante meses, Rosenstein ha estado en la cuerda floja, molesto como estaba el presidente por su decisión sobre Mueller. En verano, un grupo de 11 congresistas republicanos del ala más radical del partido impulsó —sin éxito— una resolución para destituirle. En septiembre, su renuncia llegó a parecer un hecho, después de que The New York Times publicase que un año antes había propuesto a miembros del Departamento y del FBI grabar a Trump para mostrar su incapacidad como presidente y destituirle invocando la enmienda 25 de la Constitución.
El fiscal adjunto quedaba en una posición delicada con el despido de Comey, ya que Trump se había basado en un informe crítico suyo sobre el director del FBI —a raíz de su gestión del caso de los correos de Hillary Clinton— para despedirle. Rosenstein optó entonces por un fiscal especial que borrase todo rastro de duda. “Dadas las circunstancias excepcionales, el interés público requiere que ponga las investigaciones bajo la autoridad de alguien que tenga cierto grado de independencia de la cadena de mando normal. Un investigador especial es necesario para que el pueblo americano tenga total confianza”, afirmó.
Al igual que Barr, Rosenstein también ha suscrito la conclusión del informe de que no hay pruebas de obstrucción a la justicia por parte de Trump ni tampoco conspiración entre la campaña de Trump y Rusia.
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