Después de varios meses con el mercado de fichajes abierto, el último día resultó una locura. Pasa cada año, pero no por repetitivo deja de ser destacable. Es muy humano dejarlo todo para el último segundo y hacer caso omiso a aquello del ‘no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’, pero a la vez es un despropósito que en cierto modo desnaturaliza la propia competición.
Para el aficionado es divertido, más si cabe en la era de la inmediatez. Existe un innegable componente ‘adrenalínico’ otorgado por estar mirando Twitter en la pantalla del ‘smartphone’ o tocando la tecla ‘F5’ del teclado como si no hubiese un mañana. Pero es un disparate. Hay equipos que han cerrado seis, siete u ocho incorporaciones (se han dado casos) con la liga empezada. Y eso no tiene sentido.
No es solo romanticismo tener la voluntad de que se vuelva a una situación en la que el mercado de fichajes se cierre antes de que arranquen las ligas. En época de globalización no debería ser un problema aplicarlo sin que constituya una ventaja competitiva para equipos de algún país. Pero el fútbol es un negocio de entretenimiento, y como esto es divertido, aunque disparatado, es complicado que se trabaje para abortarlo.