Dolly Parton’s America ha sido uno de los podcasts de 2019. Nueve episodios que buscan indagar en una mujer que ha logrado el milagro: en un país cada vez más enrarecido y enconado, todos la quieren sentada a su mesa. Ella dice que no es feminista, pero se ha convertido en un icono feminista; tampoco habla de política, pero en el capítulo Dollitics se hace patente la capacidad de la autora de 9 to 5 (el popular tema de la película Cómo eliminar a su jefe) para resultar política mientras surfea con astucia las declaraciones públicas de a quién vota o deja de votar. A sus 73 años, no es que no se case con nadie, es que vuela demasiado alto a lomos de su dulce voz.
El podcast no es el único éxito que ha devuelto a la diva del country a la actualidad. Sus canciones han inspirado una serie de Netflix y hasta ha colaborado con un grupo sueco, Galantis, en un tema imposible, pero cuyo título, Faith, encaja a la perfección en su biografía. Hay tantas anécdotas alrededor de su carrera, tantas historias sobre cómo se convirtió en un icono de la música de su país, que se podría rellenar una enciclopedia. De la extrema pobreza de su niñez al nacimiento de su carrera en solitario, con un punto de inflexión digno de Ha nacido una estrella: el abandono de su descubridor, Porter Wagoner, a quien escribió y dedicó I will always love you, la canción que Whitney Houston pasearía años después por el planeta en la banda sonora de El guardaespaldas.
Lo más interesante de su nueva vida es el amor que le profesan mujeres jóvenes de todo el mundo que han visto en su estudiado artificio un rasgo de autenticidad
Por si fuera poco, además de sus centenares de premios o su exitosa vida de empresaria, una de sus iniciativas más relevantes está dedicada a la filantropía con lo que se conoce como Dolly Parton’s Imagination Library. Desde mediados de los noventa, se ha encargado de abastecer de libros a más de un millón de niños pobres de EE UU. Con gafitas, vestida de rosa y con sus uñas kilométricas a juego, Dolly saluda en su web sujetando un libro como una adorable abuelita y le dedica a su padre su batalla contra los bajos índices de lectura infantil. “Antes de morir, me dijo que de todo lo que he hecho en mi vida, la Imagination Library seguramente es lo más importante. Era el hombre más listo que he conocido, pero no saber leer le impidió lograr muchos de sus sueños”, escribe en la sentida carta de presentación.
Lo más interesante de su nueva vida es el amor que le profesan mujeres jóvenes de todo el mundo que han visto en su estudiado artificio un rasgo de autenticidad y, yo diría, de paradójica frescura y humor. Adicta a la cirugía estética, le gusta bromear sobre su cuerpo y, en especial, sobre su desmesurada delantera.
Parton es digna heredera de la burlona tradición del mito de Mae West, otra rubia que usó su melena dorada, su sarcasmo y su sexualidad contra todo. Ya saben: “Cuando me obligan a elegir entre dos pecados, siempre me inclino por el que nunca he probado”. Menos canalla que West (Dolly Parton es una maestra haciendo lo que le da la gana, pero siempre con aparente candidez), también es dueña de frases para estampar. “Si no fuese mujer, habría sido drag queen”. “No me molestan los chistes sobre rubias tontas porque no soy tonta, y menos aún rubia”. O mi favorita: “Cuesta mucho dinero parecer tan barata”.
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