Y el siguiente es… Dominnico. El diseñador Domingo Rodríguez Lázaro se llevó el lunes por la noche el mayor premio de la moda española, que la edición en España de la revista Vogue entrega desde 2012 bajo el nombre de Who’s On Next (WON), algo como ¿Quién es el siguiente? Un galardón que reconoce el talento y la visión de un diseñador de moda en ciernes. Además de la posibilidad de desfilar en Mercedes-Benz Fashion Week Madrid (MBFWM), la entrada a la Asociación de Creadores de Moda de España (ACME) y el apoyo y mentoría de la cabecera, el ganador se lleva 100.000 euros, gracias a la colaboración de Inditex desde la primera edición. El jurado definió su trabajo como “de prêt-à-porter con acabados de alta costura”. Él, incrédulo y lleno de emoción, agradeció el premio a sus padres y a sus allegados, y le dio la enhorabuena a sus dos compañeras finalistas, Sonia Carrasco y Reveligion. “Yo he estado en vuestra posición y llegar aquí es muy importante, formar parte de esta familia da vida y visibilidad al proyecto. Lo que está por venir es muy grande y os doy la enhorabuena”, afirmón.
Esta era la segunda vez que el alicantino, que fundó su firma hace cinco años, se presentaba al premio. Pero el proceso para obtenerlo que culminó la noche del lunes empezó hace varios meses, cuando los postulantes entregaron sus proyectos. Primero fueron seleccionados 15 y de esos, finalmente quedaron tres: Dominnico (creada por Rodríguez Lázaro), la valenciana Sonia Carrasco y la sevillana Reveligion (comandada por María Rodríguez Blanco). Hace cuatro meses los tres se enfrentaron a la gran prueba: mostrar sus prendas ante un jurado formado por una veintena de expertos, desde Nuria de Miguel, directora de la pasarela madrileña, al fotógrafo Miguel Reveriego, el diseñador Juan Avellaneda o la directora de ACME, Pepa Bueno, que aseguraba en esa presentación de los candidatos que este es “el premio de moda más importante que existe en España”. Este 2021 destaca como presidente del jurado el director editorial de Vogue en Europa y director de la publicación en Reino Unido, Edward Enninful, que acudió a Madrid para la gala final.
Ese mismo rol había sido desempeñado en ediciones anteriores por figuras tan relevantes de la industria como los diseñadores Alber Elbaz (fallecido el pasado abril y al que se rindió un aplaudido homenaje en la entrega de premios), Giambattista Valli y Jean Paul Gaultier o los periodistas Suzy Menkes y Hamish Bowles. Enninful comentó con EL PAÍS tras la gala —una celebración sobria con apenas un centenar de invitados, a la que siguió una pequeña cena privada— que había sido “muy interesante” ser parte del proceso de selección de los candidatos, en el que estuvo presente en su última jornada, y alabó el talento de los tres jóvenes, recalcando el “intenso vínculo” que este premio genera entre ellos y que también les une a las pasadas generaciones de ganadores.
A finales del pasado junio, los tres candidatos trataban de ocultar sus nervios en la presentación ante el jurado. Más que un galardón, esto es una yincana: hay que presentar un dosier de la marca (que ha de tener al menos dos años de vida), después varias prendas y, lo que a los tres les parece más difícil, defender su proyecto ante el jurado. Como explica Inés Lorenzo, responsable de contenidos de la revista, en los dosieres (libros, cajas, cada uno en su formato) “ya hay una parte importante de filosofía, valores de marca, de lo que proyectan”. “Permite contar quiénes son y qué les gustaría ser. Y tú sabes de quién quieres ver más”, asegura. Mientras que después, en la entrevista ante el jurado —con un montaje sobre un escenario, prendas y una comedida, pero poderosa puesta en escena— se les cuestiona e interpela: “Sobre sostenibilidad, monetización, compromiso social (temas de mujeres o medio ambiente), estructura empresarial, uso del premio, mercados, técnica, que presenten un plan de negocio…”, enumera Lorenzo.
Tras el ingente esfuerzo, en la entrega del lunes, el todavía candidato se mostraba exultante. El trabajo de Dominnico había llamado la atención del jurado durante la presentación por su seriedad y profesionalidad; el alicantino —que ha vestido a Rosalía o Lady Gaga— llegó a presentar un estudiado análisis DAFO (debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades) acerca de su firma. Lo había intentado el año pasado, pero se había quedado a las puertas con el triunfo de Mans. “No haber ganado fue importante para reflexionar”, relataba en junio, en la presentación ante el jurado, al que agradeció sus consejos, que le habían hecho “pasar de ser un proyecto a ser una empresa”. “Tengo un equipo de ventas, una web más sólida… El año pasado tuve que analizar y entender todo, era un privilegio estar aquí y no un juego, es mi carrera profesional”, explicaba sobre el gran “esfuerzo económico, emocional y mental” realizado, que le había ayudado aprender que sus diseños, “basados en el retrofuturismo, en el escapismo y lo onírico” y sin género tienen que ser también “comerciales y viables”: “Yo quiero ponerme mi marca”.
Sus antecesores saben de la importancia de este empujón. La primera en alzarse con el premio fue Marcela Mansergas, valenciana de ahora 43 años, que aún recuerda aquel 2012 con ilusión. “Era más pequeño que ahora, algo que empezaba. Nunca he sido partidaria de hacer pasarela, pero lo leí en la revista y lo vi como una alternativa, era una manera de darme a conocer”, explica a EL PAÍS quien hoy se ha especializado en trajes de novia. “Te pone en el escaparate. Y todos estamos caninos siempre, por lo que en lo económico es una gran ayuda, consigues arrancar, puedes invertir. Te lo tomas muy en serio”, reconoce, afirmando que si no hubiera conseguido ganar, su carrera probablemente habría sido “más lenta”. “Esto te facilita muchísimo el camino. Pasas de llamar puertas a que te las llamen”.
Lo refrenda uno de los ganadores recientes y más mediáticos, Alejandro G. Palomo, creador de Palomo Spain, que cuatro años después del galardón todavía recuerda “los nervios, muchos, de las veces que más”. Para él “era casi vital ganarlo” por el chute económico. “Me habría gustado el año anterior”, reconoce ahora. “Éramos más nuevos, más frescos, pero no podíamos porque había que tener dos años de vida. Al siguiente los teníamos y nos decían: ‘Ya no se lo merece, no le hace falta’, pero sí era muy necesario. Fue una especie de validación, de palmadita en la espalda, de ‘sigue así”, recuerda. Tanto Mansergas como Palomo destacan además la importancia de ser parte de lo que llaman “la familia WON” a la que pertenecen también otros nombres de una generación que ha renovado la moda española: Juan Vidal, Moisés Nieto, Leandro Cano, Carlota Barrera y Maria Ke Fisherman.
“Siempre es bonito decir que fuiste ganador de WON, que te dieron ese valor en tu país”, afirma el cordobés. “Mira, yo he tenido mil reconocimientos, tengo un baúl lleno de premios, pero no te ayudan a la realidad de tu empresa. Se hace muy duro para los jóvenes, increíblemente duro: o vienes de una familia millonaria o tienes un business plan o cuesta muchísimo trabajo ponerse a vender y empezar”, explica para darle contexto a la importancia del galardón y su cuantía economía cuando lleva cinco años de trayectoria y, por fin, puede autofinanciarse.
La moda es un sector de sueños y fantasía, de eventos y alfombras rojas, pero también una poderosa industria con muchas bocas a las que dar de comer. Un sector que supone, según Acotex, el 2,8% del PIB de España y en la que está implicada el 4,1% del mercado laboral. Más allá de fríos datos, sigue siendo un lugar que atrae poderosamente la atención de mentes creativas y de inmensos talentos, que necesitan de apoyo, visibilidad y financiación para llevar adelante proyectos que sean viables. Los premios son una fórmula testada en la industria internacional. Entre los más destacados está el de LVMH, creado en 2014 y dotado con 300.000 euros, que hace unas semanas ganó la albanesa Nensi Dojaka; y el premio ANDAM, que otorga desde 1989 el Ministerio de Cultura francés y que reparte más de 430.000 euros en cuatro categorías. En EE UU y desde 2003 Vogue también tiene otro premio junto a la CFDA, el Consejos de Diseñadores de América, que cada año ayuda a tres talentos emergentes con mentorías y con 400.000 dólares (unos 345.000 euros) para el primero y 150.000 (unos 130.000) para los dos siguientes; lo han ganado Christopher John Rogers en 2019 y otros nombres como Altuzarra o Proenza Schouler. Además, está el antes llamado Premio del Secretariado Internacional de la Lana (en el que en 1954 llegaron a competir Yves Saint Laurent contra un entonces desconocido Karl Lagerfeld, que se alzó triunfador), llamado desde hace una década premio Woolmark y dotado con 100.000 dólares.
En España, entre 2007 y 2009, se concedió el galardón Botón de Mango, que entregaba 300.000 euros a un diseñador internacional emergente. Desde 2009, el Ministerio de Cultura falla anualmente el Premio Nacional de Diseño de Moda, que ha reconocido a diseñadores tan dispares como Manolo Blahnik, Paco Rabanne y, la más reciente, Ana Locking, y concede 30.000 euros. Por su parte, el Ministerio de Industria otorga los Premios Nacionales de la Industria de la Moda desde 2013 con ocho categorías (empresa, diseñador, industria del calzado, complementos…) y sin dotación económica. Además, en Madrid también existe desde hace dos años el Premio Capital de Moda, dotado con 60.000 euros y que por ahora han ganado Moisés Nieto en su primera edición y Oteyza en su segunda.
Desde la creación de la pasarela EGO, la cita entrega un galardón anual a uno de sus jóvenes diseñadores, que complementa el premio a la mejor colección de MBFWM. Andrés Aberasturi, fundador y director de EGO, no tiene relación formal con Who’s On Next, pero ambos proyectos se retroalimentan. “Al final el galardón de EGO se queda en dar visibilidad a los diseñadores jóvenes, pero con eso no vale, necesitas que haya algo detrás. Mi gran frustración es ponerle en las pasarelas, pero después ¿qué? Era la asignatura que teníamos pendiente, esa parte de mentoría”, reconoce, afirmando que en España hay montones de talento, pero también “unas barreras tremendas”.
Yendo un paso más allá, Aberasturi aboga por establecer una federación estatal “que dependa del Estado y del Ministerio de Cultura”; por ahora lo más parecido que hay es ACME, privada, con cuota de ingreso y con una decisión por parte de sus socios de a quién aceptan y a quién no. “WON les da dinero y contacto con un gran grupo editorial; EGO tiene los recursos de IFEMA como institución; y ACME es privada. La administración tiene que poner de su parte. Necesitamos que alguien nos represente a todos, no solo a los socios. Al final estamos todos de espaldas los unos de los otros y las víctimas son los diseñadores”, afirma. La reflexión queda para futuros pero, por ahora Dominnico, el 10º ganador del premio, aún tiene mucho que celebrar en su reinado de este año. Y seguir trabajando para continuar como presencia activa de la moda española durante, al menos, 10 años más.
Source link