Donald Trump puede ser responsable de al menos cuatro delitos en relación con los hechos del 6 de enero de 2021, cuando miles de sus seguidores más fanatizados asaltaron el Capitolio de Estados Unidos para interrumpir la certificación protocolaria de la victoria de Joe Biden en las elecciones de dos meses antes. El informe final de la comisión especial de la Cámara de Representantes de este monumental trabajo bipartito se publicó este jueves tras entrevistar a más de mil testigos, entre ellos algunos de los colaboradores más estrechos de Donald Trump en la Casa Blanca, y revisar más de 140.000 documentos. El Comité ha presentado un relato de los hechos demoledor en el que Trump aparece como líder de una conspiración para negar el resultado electoral. Trump fue consciente de la mentira en todo momento. Los cargos que recomienda la comisión son obstrucción de un acto oficial (en este caso, la certificación del resultado), conspiración contra el Estado, mentir a las instituciones y, el más grave, insurrección. La decisión de imputar, algo sin precedentes en la historia, corresponde a la Fiscalía, que lleva su propia investigación en la que ya han sido procesadas más de 900 personas, y ha nombrado un fiscal especial.
El informe destruye cualquier intento de relativizar lo que sucedió aquel 6 de enero, bien porque el asalto al Capitolio fracasó en su objetivo último, bien porque tuvo la apariencia de ser un ataque espontáneo de ira colectiva y sin resistencia. La verdad que pasará a la historia es una, y es innegable. El asalto lo lideraron grupos de ultraderecha organizados, pero lo ejecutaron miles de fanáticos de Trump sin ningún antecedente violento que creían estar defendiendo a su presidente. El reto de esta comisión era transmitir la gravedad de lo que ocurrió no a expertos ni a políticos, sino al ciudadano corriente. La comisión ha diseñado y planificado sus sesiones para televisión y ha explicado los hechos a millones de espectadores con un formato de docudrama, extraordinariamente pedagógico, que marcará un antes y un después en la forma en la que se conducen las investigaciones parlamentarias, a menudo víctimas del postureo político y el afán de protagonismo. Esos vídeos y tuits son quizá su legado más importante. Porque ese hombre acorralado en una mansión de Florida pretende volver a ser presidente. Que no lo logre depende, en último término, de que una gran mayoría de norteamericanos comprenda con precisión el peligro que supone para la democracia.
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