El límite espera a Luka Doncic pero, por ahora, no tiene idea de alcanzarlo ni, de siquiera, avistarlo. Infinito en su imaginación, haciendo todo cuanto quiero y cuando quiere, el esloveno, abducido por esa extrema competitividad extenuante para cualquiera, tiene ese divino don de sorprender cada noche con algo distinto. Iluminó la noche de la NBA con unos deslumbrantes 60 puntos contra los New York Knicks para proclamar otra victoria de su autor de época de Dallas en una prórroga forzada por él mismo (126 – 121) en casa para deleite de su gente con un triple-doble como despampanante adorno. Con 23 años, el mundo es suyo, y también la historia: nunca jamás nadie había estampado 60 tantos, 21 rebotes y 10 asistencias.
Y como Doncic no se descuidó ningún detalle para hacer este 27 de diciembre un día del todo eterno, en una de sus travesuras, uno de sus tiros forzó el tiempo extra con un segundo de reloj pero no fue el qué sino el cómo: con 113-115 para los Knicks, a falta de cuatro segundos, le quedaba un tiro libre al esloveno, que falló aposta para coger el rebote y convertir el lanzamiento como, si en pleno espontáneo derroche de fantasía, hubiera también espacio para el frío cálculo. Porque Luka también es capaz de detener el tiempo, como mago que es, y, por ello, se anotó un número del todo irreal en el último minuto con 101-108: ¡10 tantos!
El ‘Niño Maravilla’ se había quedado a un solo punto contra los Houston Rockets hace unos días de su máximo anotador -firmado en febrero contra los Clippers con 51 tantos-, y se encaprichó con su ‘high-career’. Se tomó un muy activo ‘descanso’ el día de Navidad con 32 puntos ante LeBron -quizá para que la inauguración de la estatura de su amado Nowtitzki no pasara desapercibida-, para atacar el récord esta pasada madrugada. Y, aunque ya todo un señor, advertían sus palabras tras el partido que sigue siendo simplemente un niño de 23 años que dio rienda suelta a ese chiquillo. “Estoy cansado como el infierno, necesito una cerveza para recuperarme”, soltaba con una sonrisa el base.
“Tuve suerte (sobre el tiro libre fallado para forzar luego la prórroga). Ha sido una victoria de equipo asombrosa”, destacaba el base, repartiendo méritos en ese equipo al que cada noche le trae la luna, anoche Saturno y quién sabe si algún día con el anillo incluido. Porque, ante unos Knicks sin ese amigo al que tanto echa de menos y al que brindó todo su afecto con un abrazo, Jalen Brunson, exhibió su poder de multiplicarse ante las ausencias que sean. “¿Qué le he dicho? Hemos hablado de ‘cowboys’ (así se disfrazó el esloveno para Navidad). Le he echado de menos, siempre será mi chico”.
No tenía palabras el esloveno, todas las que vertieron las leyendas, las retiradas y las activas. Y aunque Kristaps Porzingis, de momento, no entra en esa categoría, unos cuantos números y unas pocas letras representaron el todo, cómo la falta de química se convierte en admiración cuando hay tal manifestación de talento. “60/20/10? Este tío no es normal”, dijo, patidifuso, el ex compañero de Luka. “Habrá otra estatua en Dallas…Luka es así”, advertía Kevin Garnett. “Es irreal”, describía, por su parte, Pau Gasol.
Él apoteósico éxtasis del ex del Real Madrid se desglosó en un 21/31 en lanzamientos -un impactante 67% en tiros-, y un 16/22 en tiros libres en 47 minutos, con 16 puntos en el primer cuarto, 6 en el segundo, 13 en el tercero, 18 en el último y 7 en la prórroga. Tal locura hizo que los cuatro ‘trending topic’ del momento en Twitter fueran él y sólo él para extender su omnipresencia a unas redes completamente en llamas por él.
Pero las mastodónticas cifras no pueden eclipsar una nueva ‘aportación’ de la magia del chico de Ljubljana, siempre con un conejo bajo la chistera, empeñado en demostrar que todavía no todo está inventado en el baloncesto, otro truco sirviendo una asistencia, todavía no se sabe cómo lo hizo y cómo no se le rompió la muñeca, para un triple de Reggie Bullock. Un placer para cualquiera, un arduo ‘marrón’ para su compañero, un desplante cualquier otro destino que no hubiera sido meter ese tiro.
Meros figurantes el resto en el conmovedor soliloquio de Luka Doncic, quedaron en anécdota los 33 puntos de Quentin Grimes, los 29 tantos y 18 rebotes de Julius Randle o los 20 puntos y 16 capturas de Mitchell Robinson en unos Knicks sin Brunson, así como los 25 de Spencer Dinwiddie o los 19 de ese gigante, con el que, a diferencia de Porzingis, tan bien se entiende Luka, Christian Wood. Se tuvo que aparecer de nuevo un divino Doncic para unos Mavericks que siguen yendo al límite, encomendándose cada día a una bárbara locura de su niño prodigio. Pero Luka, tan encantado, como si fuera ese chiquillo que no piensa nada más en pasárselo bien, no lo tiene. Será lo que él quiera ser.