Draghi, otra grieta en el muro europeo

Draghi, otra grieta en el muro europeo

Italia se sumerge de forma cíclica en una crisis de gobierno. La inestabilidad tiene muchos padres: el sistema bicameral perfecto, el transfuguismo o una acrobática capacidad de llegar a acuerdos imposibles. Desde la fundación de la República, con el Ejecutivo de Alcide De Gasperi en 1946, el país ha tenido 67 gobiernos distintos. La crisis que abrió Mario Draghi el pasado miércoles presentando su dimisión es la tercera de la legislatura, pero su trascendencia internacional la aleja sustancialmente de las anteriores.

El miércoles por la noche, minutos después de que el expresidente del Banco Central Europeo (BCE) presentase su dimisión al jefe del Estado, Sergio Mattarella, llegó una inquietante señal desde Moscú. El expresidente y ex primer ministro, Dimitri Medvedev, publicó un post en Telegram donde se veía una foto del todavía primer ministro británico, Boris Johnson, otra de Draghi y una casilla en negro con un signo interrogativo. El mensaje era claro: ¿Quién será el siguiente? Rusia observa con interés la crisis italiana, sobre la que su Ministerio de Exteriores también opinó el viernes. La renuncia de Draghi, apóstol del euro y un líder moral en una Europa debilitada, se percibe como otra victoria política desde que comenzó la guerra. Especialmente en un momento en el que Johnson ha anunciado su dimisión; el presidente francés, Emmanuel Macron, atraviesa problemas internos con un Parlamento en el que no tiene mayoría y el canciller alemán, Olaf Scholz, muestra signos de debilidad.

Igor Pellicciari, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Urbino y experto en Rusia, cree que “uno de los problemas de Europa desde los años noventa ha sido la caída de los liderazgos carismáticos”. “Los únicos, de algún modo, eran ahora Johnson y Draghi, aunque por motivos distintos. Y desde un punto de vista simbólico, sus dimisiones tienen un impacto psicológico muy fuerte en la opinión pública rusa”, apunta. “Perder a esos dos líderes es importante. No sabemos exactamente quién es Scholz todavía, a Macron siguen votándole porque piensan que [la ultraderechista Marine] Le Pen es peor; [la presidenta de la Comisión Europea, Ursula] Von Der Leyen es una líder débil, [el alto representante de Política Exterior de la UE, Josep] Borrell no está a la altura de predecesores como Javier Solana… Dicho esto, no creo que la dimisión de Draghi cambie la línea política de la UE”, apunta.

Italia fue durante años el país con el Partido Comunista más importante al otro lado del telón de acero. La influencia perduró. Y los gobiernos que precedieron a Draghi —desde los dos Ejecutivos populistas de Giuseppe Conte a los tres de Silvio Berlusconi— siempre mantuvieron posiciones más ambiguas en la relación con Rusia que el resto de la UE. La portavoz del ministerio de Exteriores ruso, María Zajárova, quizá por esa inercia, aseguró el jueves que esperaba que el pueblo italiano tenga un Gobierno que no sirva a los intereses de los estadounidenses. Lo hizo, justamente, poco antes de que la Casa Blanca se pusiera en contacto con Draghi y su portavoz remarcase que el presidente Joe Biden tiene gran estima por el italiano y sigue con interés el desarrollo de la crisis. A Roma también llegó una llamada del Elíseo para conocer de primera mano los planes que tenía el primer ministro, mientras Borrell alertaba de la injerencia rusa en las turbulencias políticas de algunos países comunitarios. La inestabilidad italiana, en suma, preocupa mucho más allá de los Alpes.

Las presiones internacionales a Draghi crecen de forma inversamente proporcional a las esperanzas de que permanezca en el puesto. El expresidente del BCE esperaría un gesto de unidad total para meditar una marcha atrás que, considera, no sería beneficiosa ni para el país ni para su propia reputación. Sin un reagrupamiento de los partidos alrededor de la mayoría de gobierno, no se crearían las condiciones el próximo miércoles, cuando comparecerá en las Cámaras, para cambiar de opinión y seguir adelante. Lo único que ha obtenido hasta ahora es una declaración de Giuseppe Conte, líder del Movimiento 5 Estrellas, que intentó el sábado convencer de que no habían querido hacer caer el Gobierno, sino solo defender los puntos de su programa. Un gesto, de momento, insuficiente.

La economía es el otro pilar que preocupa —dentro y fuera de Italia— con la hipotética marcha de Draghi. Los mercados, y ese fue un dato relevante, se tranquilizaron el viernes y la Bolsa subió. Esperan a la semana que viene, cuando Draghi expondrá su decisión y el BCE decidirá sobre el instrumento contra el alza de la prima de riesgo, cree Lorenzo Codogno, exsecretario del Tesoro italiano. El economista, buen conocedor del primer ministro, desdramatiza algo la situación y apunta a que todo podría responder a una estrategia del mandatario para fortalecerse. “Sería preferible que se quedase. Pero también hay que ver en qué condiciones. Draghi está ahí para hacer cosas, no para pasar el rato. Y si la mayoría se debilita y no logra sacar adelante las reformas, es mejor ir a elecciones. No es ningún drama, nunca es buen momento para celebrarlas”, apunta. “Yo creo que Draghi está intentando echar un pulso para tener la fuerza política suficiente para afrontar los próximos meses. No ha decidido todavía. Y quiere entender si tiene el apoyo de M5S para ejecutar las reformas requeridas por la UE”.

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El alcance internacional de esta crisis, en cualquier caso, sería comparable a la que desalojó del poder a Silvio Berlusconi en 2011 tras la famosa sonrisa cómplice entre Nicolas Sarkozy y Angela Merkel, entonces presidente de Francia y canciller de Alemania, respectivamente. Pero la situación era la contraria. En ese periodo, el país redujo su renta per cápita en un 3,1%, según el Fondo Monetario Internacional (FMI), el peor dato de la UE en ese decenio. El consumo cayó un 8% y el gasto alimentario un 36%. Subió la presión fiscal 1,6 puntos, pero disminuyó un 10,7% el gasto en educación o un 30% el de la cultura. La prima de riesgo —y una troika a la que Il Cavaliere agotó la paciencia— derribó finalmente a Berlusconi en otoño de 2011, cuando alcanzó su máximo histórico: 574 puntos. Hoy el sobrecoste que paga Italia para su deuda es mucho menor: 223 puntos.

Draghi representa para los mercados todo lo contrario de lo que irradiaba Berlusconi. Pero la situación podría agravarse. Y eso también preocupa en Bruselas. Si decide mantener su decisión y se convocan elecciones para finales de septiembre, habrá que interrumpir el plan de reformas exigido por la UE para el acceso al Fondo Europeo de Recuperación. También se retrasaría el esquema de la ley de presupuestos, una norma especialmente importante este año para blindar a Italia de la crisis derivada de la guerra en Ucrania. Desde ahora hasta final de legislatura, Italia debe vender 350.000 millones de su enorme deuda pública (alrededor del 153% del PIB). Y la incertidumbre podría disparar su precio.

El miércoles, día clave

Mario Draghi expondrá el miércoles los motivos de su renuncia a las Cámaras italianas (Senado y de diputados). El presidente de la República, Sergio Mattarella, está intentando en las últimas horas tejer un esquema político que el primer ministro pueda considerar favorable para reconsiderar su postura. Se trabaja contra reloj, porque las tensiones entre los partidos están creciendo y nadie quiere salir el último de un Gobierno de corte tecnócrata con unos comicios a la vuelta de la esquina. La foto sería terrible en términos electorales.

Las últimas horas han aumentado ligeramente el optimismo. La presión internacional es tan grande que cuesta creer que Draghi siga adelante con su decisión si todos los partidos —menos Hermanos de Italia, de Giorgia Meloni— le insisten al unísono que la reconsidere. La declaración pública de Giuseppe Conte, líder del Movimiento 5 Estrellas, señalando de forma difusa que no quería provocar la ruptura, no ayudó demasiado a mejorar el clima. Pero si en la réplica que escuchará de las formaciones en las Cámaras observa un fortalecimiento de la unidad de gobierno —cosa algo impensable ahora mismo—, Draghi tendría más complicado despedirse definitivamente.

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