Draymond Green protagonizó uno de los momentos más surrealistas de la pasada temporada en la NBA. De hecho, el curso ni siquiera había empezado cuando le propinó un puñetazo a su compañero Jordan Poole durante un entrenamiento de pretemporada de los Golden State Warriors. El incidente le mantuvo apartado brevemente de la disciplina al interior, y más adelante Steve Kerr reconoció que “se perdió algo de confianza” en el seno del grupo.
La franquicia de San Francisco no logró revalidar título de la liga y en verano decidió partir peras con Poole y seguir apostado por Green, además de incorporar al veterano base Chris Paul. Preguntado en un reportaje de la ESPN por su agresión a su excompañero de equipo, el bullicioso ala-pívot de 33 años le da vueltas al asunto sin entrar de lleno como acostumbra. Eso sí, reconoce su mayor miedo durante ese breve período apartado de la plantilla entre el 8 y el 13 de octubre:
“Lo que me hizo dudar fue que no sabía si tendría la oportunidad de redimirme. No necesariamente porque eso ocurriera. Es eso, ¿tienes la oportunidad de arreglarlo o se ha acabado? No cambia los hechos. No cambia mi culpabilidad. Soy humano, y los humanos nos equivocamos”, reflexiona el jugador de Michigan.
“¿Pero como te levantas cuando va mal, cuando las cosas no están de tu lado? Todo el mundo está en contra de ti, el mundo está diciendo ‘de repente ya no vales el dinero que ganas’. O, ‘eres el cáncer y el problema’ después de haber ganado cuatro títulos”, ahonda.
Green desvela en el reportaje que fue Tom Izzo, entrenador de la Universidad de Michigan State, quién le ayudó a pasar el mal trago. El técnico le llamó cada día para preguntarle cómo se encontraba y estar su lado cuando prácticamente nadie le hacía caso. La temporada pasó, él volvió a jugar como si nada y los Warriors terminaron por descarrilar en playoffs, algo que esperan no repetir la próxima campaña. Esa ya será otra historia.