Prueba de acceso a la Universidad en el campus de la Pablo de Olavide de Sevilla. / Europa PressLa selectividad del año de la covid ha sido la más multitudinaria: se han sometido a la convocatoria ordinaria de acceso a la Universidad algo más de 225.000 bachilleres, una cifra un 17,6% superior a la de hace un año y a la que solo se acercan las de las pruebas de 1995 (218.267) y 1988 (209.129), y eso que entonces se contaban los matriculados y no los que efectivamente se habían presentado, como ahora. Mientras, el porcentaje de aprobados en la fase obligatoria del examen ha bajado solo ligeramente (de 94,99% a 93,21%), según los resultados provisionales recopilados por este diario. En cualquier caso, y a la espera de la cifra definitiva, se trata de un descenso menos pronunciado de lo que podía presagiar un aumento semejante de aspirantes, después de que la mayoría de las comunidades acordasen con el Ministerio de Educación levantar la mano a la hora de evaluar a los bachilleres tras un curso lleno de dificultades. También en Madrid, cuyo Gobierno rechazó públicamente esa flexibilización a la hora de poner las notas, los aspirantes de la selectividad han aumentado un 21%, por encima de la media estatal.Las facilidades incorporadas este año en el formato de los exámenes (para compensar la suspensión de las clases presenciales por la pandemia, los alumnos pudieran elegir entre más opciones de preguntas) han podido compensar ese aumento de alumnos, haciendo que finalmente el porcentaje de aptos haya bajado tan poco y, en cifras totales, hayan aprobado unos 27.000 alumnos más que hace un año. Aunque puede haber otros factores, apunta el profesor de la Autónoma de Madrid Francisco Javier Murillo: “Es posible que los centros de secundaria sean más exigentes que las pruebas, con lo que el hecho de haber aprobado a más gente no ha hecho que el nivel haya bajado. No olvidemos que la relación entre las pruebas y la nota de bachillerato es alta, pero no tanto. También es posible que se hayan producido ambos fenómenos de forma simultánea”, argumenta el experto, director de la Cátedra UNESCO en Educación para la Justicia Social de la Autónoma de Madrid.Además, hay quien defiende desde hace años que el alto índice de aprobados en las pruebas de acceso a la Universidad lo que señala, simplemente, es que la preparación del bachillerato es buena y se corresponde perfectamente con lo que luego se exige en los exámenes. “El alumnado recibe una formación adecuada en el bachillerato y las pruebas se ajustan muy bien, están diseñadas de forma óptima para medir el rendimiento de los alumnos”, señala Alejandro Veas, profesor de Psicología Evolutiva y Didáctica de la Universidad de Alicante, que ha estudiado en detalle los exámenes de las pruebas de acceso a la Universidad en la Comunidad Valenciana. Además, el especialista augura que el impacto a la baja de los resultados pueden llegar en las pruebas extraordinarias, la recuperación: “Muchos de los alumnos que esta vez se han presentado a primera convocatoria, en circunstancias normales habrían ido a la de julio o septiembre, y entonces se notará este año, en cuanto a aprobados y notas medias, que irán más a la baja”.En todo caso, Veas recuerda que se trata todavía de resultados provisionales sobre los datos más generales, por lo que harán falta análisis más sosegados para ver qué ha pasado este año en las pruebas. De momento, esta es una primera mirada a las pruebas de acceso a la Universidad (cuyo nombre oficial responde a las sigla de EBAU, EvAU, ABAU o EAU, según la comunidad) de un curso marcado por el impacto de la pandemia del nuevo coronavirus.En La Rioja, Galicia y Extremadura, los resultados sí podrían indicar que el aumento de aspirantes (29,9%, 26,9%, 23,5%, respectivamente) se ha visto compensado con menos aprobados (-5,47; -3,5 y -5,24 puntos), lo cual respondería claramente a la idea de que este año, al levantar mano en la evaluación del bachillerato, llegaban a las pruebas alumnos menos preparados. Galicia ha registrado el porcentaje más bajo de aptos: 87,96% (en el gráfico, los decimales están redondeados). Por su parte, Canarias también ha sufrido un fuerte descenso (-5,68), el mayor de momento con las cifras provisionales, y sin embargo su aumento de aspirantes ha sido más moderado (17,6%).Similar, en todo caso, al de Asturias (17,7%), que ha mejorado de forma significativa su proporción de aprobados (2,63 puntos hasta alcanzar un 95,17%). Aragón y Castilla-La Mancha, por su parte, cierran el capítulo de descensos más reseñables (-2,31 y -2,12 puntos), también con crecimientos de participantes parecidos, del 15% y del 20%, respectivamente. Por encima de la media general de caída de estudiantes aptos también se colocan Cataluña (-1,94) y Castilla y León (-1,86), la primera sin un gran aumento de aspirantes (11,62%) y la segunda con él (24,67%).Por lo demás, en general, en el resto de comunidades han tenido un porcentaje de aprobados bastante similar al de hace un año (con diferencias desde -0,06 puntos en Navarra a -1,70 en Baleares), con un número significativamente mayor de aspirantes: por encima del 14% en todas las comunidades. Solo están por debajo de esa cifra en Cataluña y el País Vasco, que ha crecido un 9,77% y este año ha registrado el mayor porcentaje de aprobados: 97,29%. Los casos de Cataluña y País Vasco serían los únicos, según Murillo, cuyo crecimiento de aspirantes podría explicarse por una evolución normal de las cifras y no tanto por la situación.Asimismo, se puede apreciar en esta extraña edición de la selectividad un aumento de la disparidad de resultados entre comunidades: la diferencia entre la autonomía con más y con menos aprobados es de 9 puntos (entre Galicia y el País Vasco; el año pasado, fue de 6,32 y, desde 2015, la más alta había sido de 7,38 (2017) y las más baja de 4,54 (2016).Se trata esta de una cuestión polémica, pues muchas voces critican desde hace años que, al ser los contenidos de las pruebas distintos en cada comunidad —así como algunos detalles de las pruebas y los criterios de corrección—, la dificultad varía tanto que, según sus detractores, el proceso resulta muy injusto para una parte del alumnado que luego compite por las mismas plazas universitarias: desde cualquier territorio se puede optar a cualquier universidad de España y obtendrá plaza el que tenga mejor nota de acceso (la media de la de bachillerato y la selectividad). El Gobierno central del PSOE salió hace un año al paso de las críticas con una comisión que debía unificar los criterios de corrección, pero que se quedó embarrancada por las elecciones y por la pandemia. Mientras, los detractores, con PP y Ciudadanos a la cabeza, reclaman un examen único para toda España.A Murillo, los desniveles de dificultad le parecen “un tópico ya muy manido”, y asegura que la diferencia territorial en cualquier indicador educativo —sean resultados en el informe Pisa, cifras de abandono o segregación escolar o financiación— muestran grandes diferencias entre territorio. “Los datos muestran, una vez más, que vivimos en un país donde, en Educación, son las comunidades autónomas las que tienen las competencias ejecutivas y de desarrollo normativo”. Y, sobre las pruebas de acceso a la Universidad, añade: “Está claro que es estadísticamente imposible que sean las 17 pruebas exactamente igual de dificultad, pero hay que entender que hay diferencias en el currículum entre las diferentes comunidades y esas pruebas deberían recogerlas”.De momento, lo que se observa claramente en las cifras provisionales de este año es que la diferencia de aprobados dentro de las autonomías es mucho más pequeña que entre comunidades, algo lógico, pues dentro de cada región se hace el mismo examen. Aun así, en Madrid la distancia no es para nada despreciable: casi cinco puntos entre la Universidad Rey Juan Carlos (89,3) y la Complutense (94,1). En Andalucía es de dos puntos; y en Castilla y León, 1,53. Para Veas, las diferencias entre los exámenes y criterios de evaluación cuentan, pero también entre los examinadores. “Aunque haya unos criterios, también hay una cierta subjetividad”, destaca este profesor que está estudiando precisamente si la severidad de los correctores en la Comunidad Valencia marca disparidades de resultados entre asignaturas y convocatorias.En cuanto a los resultados por asignaturas, según los datos parciales que ha conseguido reunir este diario (no todas las universidades y comunidades han respondido a las peticiones de información y, entre las que lo han hecho, no todas han aportado datos comparables), se puede medir la dispersión dentro de Andalucía (de cinco de sus nueve campus públicos) y de la Comunidad Valenciana. En la primera, las diferencias van 1,69 puntos en los porcentajes de aprobados y 0,07 en la nota de inglés hasta los 20,44 puntos porcentuales y 1,02 en la nota de Fundamentos del Arte. En Comunidad Valenciana, las mayores diferencias están también en esas dos asignaturas. Por último, según la muestra recopilada de 17 universidades públicas de seis comunidades, las mayores tasas de aprobados se darían en Lengua, Fundamentos del Arte e Inglés (con medianas de 87,63%, 84,47% y 81,42%, respectivamente) y las menores, en Matemáticas II (70,49%). Un resultado muy similar al de los últimos años.“La función de las pruebas no es la de ‘seleccionar’ para el acceso a la Universidad (a pesar del nombre popular de selectividad), sino ordenar a los estudiantes para su acceso a las diferentes carreras y universidades”, recuerda Murillo y remata con una reflexión: “Sería interesante seguir profundizando en este experimento natural [las pruebas de este años en circunstancias muy particulares] y ver cómo han evolucionado las notas de corte, qué carreras y universidades han sido las más beneficiadas y estudiar cómo evoluciona el éxito de esta promoción en la universidad. Quizá este año se haya dado la posibilidad de entrar a la universidad a estudiantes que en otra situación no hubieran podido hacerlo. Quizá se le esté dando este año una oportunidad a quienes antes se quedaban por el camino”.Siga EL PAÍS EDUCACIÓN en Twitter o FacebookApúntese a la Newsletter de Educación de EL PAÍS
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