Ecuador decide si recupera el legado de Rafael Correa


Las elecciones presidenciales de este domingo en Ecuador escenifican, en esencia, una batalla entre dos modelos ya conocidos en el país andino y en buena medida en toda América Latina. De un lado, la izquierda heredera del expresidente Rafael Correa, representada por Andrés Arauz, que busca recobrar el poder. Enfrente, Guillermo Lasso, un político conservador y liberal en lo económico, que intenta por tercera vez llegar al Palacio de Carondelet. Aunque las encuestas apuntan a que la votación no se resolverá en primera vuelta y estos dos candidatos tendrán que medirse de nuevo en un desempate en abril, la desmovilización y la fragmentación del voto, con 16 aspirantes en las papeletas, añaden incertidumbre a la jornada. Yaku Pérez, dirigente indígena, o el empresario Xavier Hervas, que aumentó su popularidad gracias a las redes sociales, pueden restar impulso a los favoritos.

Andrés Arauz

Arauz terminó la campaña electoral asegurando que el domingo “llega la Revolución Ciudadana 2.0″. En definitiva, la nueva versión del movimiento fundado por Correa y que, en la estela de los proyectos enmarcados en el llamado socialismo del siglo XXI, le mantuvo en la presidencia durante una década, entre 2007 y 2017. El exmandatario ganó también las últimas elecciones, aunque finalmente su candidato, Lenín Moreno, rompió con él y emprendió un camino radicalmente distinto. Arauz es un político joven, este sábado cumple 36 años, y se ha convertido en una esperanza de la izquierda no solo en Latinoamérica sino también en Europa. Plataformas y líderes progresistas, con el Grupo de Puebla a la cabeza, se han volcado con su candidatura y esperan que este economista, que fue ministro de Conocimiento y Talento Humano en la última etapa de Correa, repita la hazaña de Luis Arce, que en octubre, en contra de los pronósticos de las encuestas, devolvió el poder al Movimiento al Socialismo de Evo Morales sin necesidad de celebrar una segunda vuelta.

Al igual que su mentor, se formó en Estados Unidos y antes de presentarse a estas elecciones vivía en México, donde estudió un doctorado. La propuesta de su candidatura, Unión por la Esperanza (UNES), incluye “recuperar la educación gratuita y de altísima calidad” “retomar una verdadera justicia social” en materia de política sanitaria, fortalecer la soberanía económica e impulsar la investigación y la tecnología. A grandes rasgos, Arauz se mantiene fiel a los postulados de la Revolución Ciudadana, que aplicó recetas de economía expansiva y multiplicó las inversiones en infraestructuras. Si finalmente gana las elecciones, sin embargo, tendrá que lidiar con la herencia de Moreno.

El próximo presidente tendrá cierto margen en la primera etapa, ya que los compromisos contraídos por el actual Gobierno contemplan cinco años de gracia. Sin embargo, la renegociación de la deuda en bonos soberanos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) estaba sujeta a una serie de reformas estructurales orientadas a la reducción del gasto público. Esa filosofía choca con los planes de Arauz, que por ejemplo prometió 1.000 dólares a un millón de familias para fomentar el emprendimiento y tratar de sortear el agravamiento de la crisis económica en plena pandemia.

El aspirante izquierdista, según su propia presentación, se define “como un economista post-keynesiano, social y solidario”. Ha recibido el apoyo de expresidentes iberoamericanos como el uruguayo José Mujica, el español José Luis Rodríguez Zapatero, el boliviano Evo Morales, el colombiano Ernesto Samper, el actual mandatario argentino, Alberto Fernández, y tiene el respaldo del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador. “Más allá de los resultados del domingo, hemos triunfado”, dijo Correa en el cierre de campaña rechazando la que califica de “persecución” en su contra y en contra del grupo político que hoy lo representa. La votación representa ahora la oportunidad del correísmo para dejar el mandato de Lenín Moreno en un paréntesis y dar otro balón de oxígeno a la izquierda latinoamericana. Tanto Arauz como su principal adversario no atendieron a EL PAÍS en la recta final de la campaña.

Guillermo Lasso

Lasso va por el tercer intento de llegar al poder en Ecuador. Es el aspirante a presidente de Ecuador que representa el antagonismo frontal al modelo económico del socialismo del siglo XXI y se vende como el candidato del cambio y del empleo. Asegura saber cómo se crean plazas de trabajo, por su experiencia como empresario en el Banco de Guayaquil, uno de los tres más grandes del país. Y promete recuperar dos millones de puestos de trabajo para los ecuatorianos.

El líder del movimiento CREO, conservador y liberal en lo económico, apuesta por bajar impuestos para dinamizar la economía nacional pero sin ajustes radicales de gasto público. No son nuevas sus promesas. En las elecciones de 2013, firmó ante notario el listado de tributos y tasas que saldrían del cronograma recaudatorio si se hacía con la presidencia. En esta campaña, volvió a notarizar esa propuesta.

Su evolución política ha ido acompasada de la de Correa y del correísmo. En su primera postulación presidencial, Correa arrasó con un 57 % en una sola vuelta. La segunda vez, con Lenín Moreno como su sucesor, Lasso llegó a segunda vuelta pero un reñido escrutinio de votos que duró tres días le dejó fuera por poco más de dos puntos porcentuales. Moreno ganó con un 51,16 % de los votos y él obtuvo un 48,84 %. “El correísmo viene de arriba hacia abajo. En su momento, llegó a un 70 % de intención de voto, bajó al 50 %, llegó al 40 % y ahora está bordeando el 20 %. Las elecciones no se ganan en las encuestas. Se ganan el día de las elecciones. Yo ya tengo la experiencia de dos”, vaticinaba en una entrevista.

Esta vez, a diferencia de la última contienda electoral, se alió desde un inicio con el principal rival del correísmo, el alcalde socialcristiano que gobernó 20 años en Guayaquil, Jaime Nebot, y firmó una alianza para la presidencia que, sin embargo, mantiene por cuerda separada los planes en la Asamblea. El movimiento CREO y el Partido Social Cristiano corren con un solo aspirante a Carondelet, pero se mantendrán como dos bloques en el Legislativo que, de hecho, en los últimos cuatro años, han votado en polos opuestos en temas tan trascendentales como la despenalización del aborto por violación.

Lasso, de 65 años, cuenta con un núcleo duro de seguidores, que le garantizan al menos un 20 % en intención de voto según los últimos sondeos, pero también de detractores. La sombra del feriado bancario ha resucitado con cada campaña electoral. Ese aspecto precisamente es del que han tratado de sacar tajada siempre sus contrincantes. ¿Cómo va a tener Ecuador, un país que vio emigrar a millones de compatriotas a España e Italia por la dolosa caída en desgracia de la banca congelando y desvaneciendo los ahorros de sus clientes, a un banquero de presidente? Lasso fue ministro de Economía durante un mes del Gobierno de Jamil Mahuad, meses después de que éste ordenara congelar esos recursos para evitar una fuga masiva de capitales, pero la comisión creada por Correa para investigar la crisis financiera de 1999 concluyó que ni el Banco de Guayaquil, del que Lasso fue presidente en 1989, ni el mismo Guillermo Lasso se beneficiaron del episodio más duro de la historia reciente ecuatoriana. Pese a las constantes acusaciones, en los 10 años de administración de Correa nunca se le pudo vincular directamente.

Con un trato afable en el tú a tú y a la vez una imagen pública apática, es su faceta más familiar la que muestra a un Guillermo Lasso de valores conservadores y orígenes humildes. Según cuenta él mismo, empezó a trabajar a los 14 años para contribuir al sustento hogareño siendo el menor de 11 hermanos. Ahora, con una vida acomodada, su esposa y sus tres hijos mayores caracterizan el modelo idílico de la élite empresarial guayaquileña. Aún así, ha tenido que gastar “mucha suela” en sus dos campañas anteriores para ganar cercanía con el pueblo recorriendo las calles y escuchando de primera mano las necesidades de las zonas rurales, aunque la pandemia le ha conducido en esta tercera campaña hacia las redes sociales. Apareció brindando con una cerveza para mostrar que él también lleva una vida normal y corriente.

No obstante, es el candidato presidencial que más paga impuestos -casi 700.000 dólares en Impuesto a la Renta en 2019 y 4,5 millones de dólares en los últimos cinco ejercicios-, pero también el que predica sobre la total transparencia que deberían tener los altos cargos del Estado. Vive en una casa en Samborondón, una de las zonas de mayor plusvalía de Guayaquil, tiene una segunda vivienda recién remodelada en la playa y se moviliza en un Toyota Land Cruiser blindado.


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