Washington opta por el momento por la vía de las sanciones contra Irán. En plena escalada de tensión con el régimen de Hasán Rohaní, al que acusa del reciente ataque de las refinerías saudíes, Donald Trump ha enviado señales ambiguas -marca de la casa- sobre cómo responder: se ha expresado con bravuconería, presumiendo de fortaleza militar, pero ha insistido en que desea un acuerdo. Este miércoles afirmó en Twitter que pediría al Departamento del Tesoro incrementar “sustancialmente” las sanciones económicas a los iraníes, lo que apunta a que seguirá por la vía del golpe económico. Poco después, avanzó en Los Ángeles que EE UU pondrá en marcha las nuevas medidas en 48 horas.
Hace una semana, la pregunta que se planteaba era si Trump y Rohaní finalmente se reunirían la próxima semana en Nueva York, aprovechando su presencia en la Asamblea General de Naciones Unidas, y si el presidente estadounidense estaba dispuesto a suavizar las sanciones impuestas a lo largo del último año para facilitar ese encuentro. El despido del consejero de Seguridad, John Bolton, un halcón contrario a ese acercamiento, parecía una señal más en esta tendencia de EE UU, que quiere negociar un nuevo acuerdo nuclear, tras romper el firmado por la Administración de Barack Obama y otras potencias con Irán en 2015.
El ataque el pasado fin de semana de las instalaciones petrolíferas de Arabia Saudí, sin embargo, ha supuesto un vuelco a la situación. Washington y Riad aseguran tener pruebas de la responsabilidad de Teherán, aunque la agresión haya sido revindicada por las milicias yemeníes Huthi. El insólito encuentro entre Trump y Rohaní no se celebrará y las sanciones, lejos de suavizarse, se reforzarán.
Las penalizaciones, que se reactivaron el año pasado, cuando se produjo la ruptura del acuerdo, buscan estrangular la economía iraní: ha vetado total la compra de petróleo iraní —al suprimir la exención de los pocos países libres de la prohibición— y ha castigado también al sector de metales industriales, la segunda mayor fuente de ingresos por exportaciones tras del crudo. En junio, en un golpe más simbólico que sustancial, sancionó al líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamenei, y a ocho mandos militares, cortándoles el acceso a recursos financieros.
Este último golpe buscaba responder al derribo de un dron estadounidense por parte de Irán, represalia que dejó claro que, pese al ardor guerrero de sus discursos, el presidente republicano prefiere evitar escaladas militares. “Estábamos preparados para responder desde tres posiciones cuando pregunté cuántos morirían. ‘150, señor’, fue la respuesta de un general. Diez minutos antes de la ofensiva, lo paré”, llegó a relatar Trump, tas un ataque supuestamente frenado en el último momento.
El acuerdo nuclear de 2015 consistía en la congelación de sanciones contra Irán a cambio de que frenase su carrera atómica, pero Trump siempre criticó que, en realidad, Teherán seguía con sus aspiraciones nucleares y que las podía desarrollar gracias al alivio económico del levantamiento de las multas. Al romper el acuerdo en 2018, Washington reactivó esas penalizaciones. Irán optó entonces por incumplir abiertamente el pacto. Rohaní reclama que se levante para empezar un nuevo acuerdo. En bloqueo ahora es total.
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