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EE UU sale del Acuerdo de París: ¿qué pasa ahora con la lucha climática?


Muchos en Marrakech tragaron saliva cuando se confirmó la noticia: el republicano Donald Trump —que decía que el calentamiento global era un bulo inventado por los chinos— había ganado las elecciones de EE UU. Justo en ese momento, principios de noviembre de 2016, se celebraba en esa ciudad marroquí la cumbre del clima anual de la ONU. Y los asistentes se acordaban del fiasco del Protocolo de Kioto, el pacto de 1997 al que EE UU nunca se sumó a pesar de ser el país que más gases de efecto invernadero ha emitido a la atmósfera en la historia. El temor era que ahora se quebrara el Acuerdo de París, cerrado en diciembre de 2015 y al que Trump había puesto en el punto de mira.

Aquella cumbre de Marrakech se cerró con una declaración (muy política, poco práctica) en la que se proclamaba que la lucha contra el calentamiento era ya “irreversible”. Cuatro años después, políticos, científicos, activistas y ciudadanos preocupados por la crisis climática contienen de nuevo el aliento ante las elecciones estadounidenses. Está en juego que Trump consolide su oscura agenda medioambiental o que el republicano se quede solo en una nota al pie en la historia de la lucha climática internacional.

Tras meses instalado en la Casa Blanca, Trump anunció en junio de 2017 que sacaría a EE UU del Acuerdo de París y que su intención era renegociarlo porque lo consideraba injusto. Pero Trump no ha logrado que se reabra durante su mandato. Y una cláusula introducida en el acuerdo no permitirá que EE UU deje París hasta este 4 de noviembre, un día después de unas elecciones en las que las encuestas apuntan mayoritariamente a una victoria de su rival: Joe Biden. El candidato demócrata asegura que su país regresará de inmediato al pacto si gana.

Que el Acuerdo de París no se haya desmoronado no significa que el mandato de Trump haya sido inocuo. “Se ha sentido un vacío importante”, dice de las discusiones internacionales sobre cambio climático Monica Araya, experta en movilidad sostenible y exnegociadora de Costa Rica en las cumbres del clima. “Trump ha intentado revertir todas las acciones del presidente Barack Obama en la lucha contra el cambio climático. Esto ha ralentizado la acción internacional”, opina Michael B. Gerrard, director del Centro Sabin de Legislación sobre Cambio Climático de la Universidad de Columbia. “Muchos otros países miran a EE UU, el país con las mayores emisiones históricas y uno de los más ricos, y se preguntan por qué deberían tomar medidas enérgicas si EE UU no lo hace”, abunda Gerrard.

El centro que dirige este profesor es una de las organizaciones que han hecho un seguimiento de la contrarreforma ambiental de Trump, que ha desmontado sistemáticamente toda regulación que pudiera molestar a las industrias más contaminantes. En total, han sido revertidas casi 100 regulaciones, desde requisitos medioambientales para oleoductos, hasta permisos para explotar parajes naturales de Alaska, pasando por el asalto judicial para rebajar los límites contaminantes que impuso Obama al sector del automóvil. De toda esa contrarreforma Gerrard destaca como la medida más dañina la paralización de las normas de ahorro de combustible, que obligaban a los fabricantes a poner en el mercado automóviles más eficientes y, por tanto, que emitieran menos gases y contaminantes.

El lastre del transporte

El gran lastre ahora para la descarbonización en EE UU es el transporte. Araya explica que mientras que en el mundo este sector es responsable del 14% de las emisiones, en el país norteamericano se eleva al 30%. Esta especialista apunta que, al contrario que Trump, Biden ha propuesto un plan de electrificación del transporte con regulaciones de emisiones más estrictas, incentivos y la promesa de instalar medio millón de cargadores. “Puede ser un giro virtuoso”, opina. También para Canadá y países como México y Brasil, que están muy influenciados por el modelo de transporte de EE UU.

“El cambio climático es la mayor amenaza existencial de la humanidad”, reconocía esta semana Biden en una entrevista; unas palabras que nunca pronunciaría Trump. “Aunque Biden no tenga la ambición suficiente, es una posición mucho más positiva sin duda que la de Trump”, resume David Howell, especialista en políticas climáticas de SEO/BirdLife.

Biden tiene que navegar entre su imagen de moderado y una izquierda demócrata que promueve el Green New Deal, un ambicioso plan de descarbonización que Trump ha convertido en sinónimo de socialismo peligroso. El candidato demócrata, que se puede jugar la elección en Estados mineros y petroleros, trata de dejar claro que su plan no es ese y también ha rechazado vetar el fracking. Pero a la vez promete dos billones de dólares para combatir el cambio climático y las renovables. “Y en su plan de clima una de las palabras que más repite es empleo”, apunta Araya.

Objetivo a 2050

Biden sostiene que trazará un plan para que en 2050 su país alcance las emisiones netas cero. China anunció hace unas semanas que se fija como objetivo la neutralidad de carbono en 2060. “Si gana Biden, podríamos tener la geopolítica de cambio climático que hemos soñado durante décadas: los dos países con las emisiones más altas en el mundo comprometidos a combatir el cambio climático”, opina Pep Canadell, director del Global Carbon Project. A las promesas de China y Biden se une la UE, que también plantea la neutralidad climática para 2050, y Japón, que esta semana se ha comprometido a lograr la neutralidad de carbono para la misma fecha.

“El mundo necesita que EE UU se suba a ese carro”, dice Howell sobre esos planes a largo plazo, uno de los requisitos del Acuerdo de París. “No podemos permitirnos el lujo de que esa potencia esté fuera de la reducción de emisiones y del cuidado de los sumideros”, añade en referencia a los bosques y los incendios que golpean a Estados Unidos.

Los fuegos han mostrado a través de las pantallas de todo el país un nivel de destrucción nunca visto y que muchos científicos asocian al cambio climático. Han arrasado millones de hectáreas en California, Oregón, Washington y Colorado y situado el calentamiento dentro de la campaña y los debates presidenciales. “Se ha colocado en el top de las preocupaciones de la gente”, apunta Lori Lodes, directora ejecutiva de Climate Power 2020, un grupo de presión vinculado a los demócratas. “Es de los temas que van a hacer votar a grupos de decisivos, como los jóvenes o las mujeres de los suburbios. Ahora tiene incidencia en la vida de la gente y eso se va a notar en estas elecciones”, añade Lodes.

El fiasco del carbón

Canadell considera que uno los “grandes fiascos” de Trump ha sido el fracaso de su apuesta por el carbón a pesar de “desembolsar millones de dólares para proteger” esta industria. “Desde que Trump tomó las riendas del país con su promesa de devolver el carbón a su gloria anterior, más de 100 plantas eléctricas de carbón han cerrado o han anunciado que cerrarán en un futuro próximo”. Y esta tendencia se produce por el avance del gas y las renovables. A pesar de las medidas de Trump, las renovables han seguido creciendo en su mandato. Por razones de mercado y por la resistencia interior.

“Durante los últimos tres años, Estados, ciudades, empresas, universidades y otros responsables no nacionales han liderado el movimiento climático estadounidense”, explica Carla Frisch, miembro de Rocky Mountain Institute. Y esto ha permitido que casi dos tercios de la población estadounidense resida en Estados o ciudades que han presentado planes de acción climática. Frisch enumera alguno de los logros conseguidos durante el mandato de Trump gracias a esta resistencia interior: “El número de vehículos eléctricos en la carretera se ha duplicado; el número de ciudades comprometidas con la electricidad 100% renovable se ha quintuplicado; 16 Estados se han comprometido a reducir gradualmente los hidrofluorocarbonos super contaminantes…”.

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