Decía Luis de la Fuente en las horas previas al debut de España en los Juegos que este grupo no iba a defraudar las expectativas creadas. Y asumía como propio el reto de intentar emular los éxitos de aquella legendaria selección que en 1992, en los inolvidables Juegos de Barcelona, se alzó con el oro
olímpico.
Egipto, la vigente campeona de África, se encargó de devolver a los futbolistas españoles a la tierra a las primeras de cambio. A un once que arrancó con los seis ‘escuderos’ que estuvieron en la Eurocopa como titulares. No bastaron para hacer brillar al equipo ni para atar el triunfo.
Puede ser el primer
aviso de los riesgos de encadenar competiciones sin el descanso mínimo necesario e imprescindible. Lo que ha sido, seguro, es toda una advertencia de que en este tipo de torneos cortos, que dejan escaso margen a corregir
errores, estos se pueden pagar caros. Muy caros.
Egipto no dudó en determinados momentos en apelar a la dureza para frenar a España, pese a que la Roja tampoco estuvo en su mejor versión. Habrá que ver si Mingueza (lesionado de manera fortuita pero que tuvo que ser atendido a las primeras de cambio tras una dura entrada) y Ceballos (pisotón sobre su tobillo izquierdo cuando estaba siendo el mejor) llegan a tiempo para el segundo partido, este domingo ante Australia (12:30). Pero esto no basta para excusar a un combinado del que se esperaba, y se sigue esperando, mucho más.
Espesa de ideas, corta de velocidad y roma en ataque, España ha sido un pálido
reflejo del brillante equipo que los aficionados esperaban. Carencias que urge subsanar para hacer de esta selección un equipo capaz de no defraudar las expectativas creadas.
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