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El 78% de los hogares latinoamericanos no resiste tres meses sin ingresos

Dos trabajadores sanitarios, a principios de agosto con vecinos de Villa Fiorito (Buenos Aires, Argentina).AGUSTIN MARCARIAN / Reuters

Las manecillas del reloj echan para atrás más de una década. La pandemia hará regresar la renta por habitante en América Latina hasta niveles de 2009, según los cálculos publicados este jueves por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Naciones Unidas, el banco de desarrollo regional CAF y la Unión Europea. “Las consecuencias socioeconómicas de la pandemia en la región no tienen precedentes”, apuntan los técnicos de las cuatro organizaciones. Y, aunque reconocen en todo momento la “gran heterogeneidad” entre países, el golpe es severo en todos los casos: de media, según sus proyecciones, el PIB regional se contraerá más de un 9% en 2020 y la carestía aumentará en hasta en 4,4 puntos porcentuales.

El impacto social será desigual, mucho mayor para el 40% de los trabajadores que no tienen acceso a ninguna forma de ayuda ni mecanismo de protección social y para las micro y pequeñas empresas, “que carecen de capacidad para amortiguar el golpe”, apuntan los firmantes del estudio. Según sus guarismos, hasta 2,7 millones de empresas están en riesgo de echar el cierre en los próximos meses —en su mayoría, las de menor tamaño y, por tanto, menor músculo financiero—, lo que supondría la pérdida de 8,5 millones de empleos. “Las nuevas clases medias eran vulnerables y la crisis está demostrando que no era cierto que no pudiesen regresar a la pobreza”, remarca Mario Pezzini, director del Centro de Desarrollo de la OCDE, en conversación con EL PAÍS.

La confianza de los consumidores y los inversores seguirá sometida hasta que la pandemia no quede bajo control. “Esto no solo lastrará la inversión y la demanda agregada a corto plazo, sino que también limitará el crecimiento potencial en un horizonte medio”, alertan los técnicos de la OCDE, la ONU, CAF y la UE. “Y una recuperación lenta del empleo puede incrementar la informalidad y la pobreza”. Casi seis de cada 10 trabajadores latinoamericanos se desempeña en el mercado informal.

Las pérdidas de producto “podrían ser permanentes, arriesgándose a otra década perdida en términos de renta per cápita”. Con todo, los muchos males del hoy pueden —y “deben”— “transformarse en una oportunidad para redefinir el pacto social, convirtiendo el bienestar en un elemento central, dando prioridad a sistemas de protección social más fuertes, unas finanzas públicas más sólidas e inclusivas, así como la necesidad de poner en marcha estrategias productivas inclusivas y sostenibles”.

Desde mucho antes de que el ciudadano medio supiese qué era el covid-19, la situación de la economía latinoamericana apuntaba a una atonía preocupante. “Asia sí había mantenido una tendencia de crecimiento y África, aunque algo menos, también. Pero América Latina se había quedado atrás en términos de desarrollo respecto al resto de países emergentes”, dice Pezzini por teléfono. “Y el virus lo ha agravado todo, de manera directa (confinamientos) e indirecta (bajada la demanda externa, del precio de las materias primas, de las remesas y del turismo y aumento de las salidas de capitales)”.

Latinoamérica no aprovechó el auge de las materias primas para cambiar la matriz productiva y el descenso de la demanda internacional le ha convertido en el bloque más golpeado por la pandemia. “Ha faltado política industrial y no se ha aprovechado la llegada de inversión extranjera. Ha aumentado la dependencia en vez de incrementar la diversificación, y ahora está pagando, también, la baja capacidad del sector público de intervenir por falta de recaudación fiscal”, desgrana Pezzini en referencia a dos problemas que los economistas de toda condición llevan años señalando pero para los que sigue sin haber respuestas efectivas.

Brecha digital

Los confinamientos han desdibujado las líneas entre lo físico y lo virtual. Actividades que hasta hace unos meses se hacían, íntegra o parcialmente, cara a cara —educación, trabajo, compras—, hoy son 100% en línea. Y esa difuminación entre ambos mundos está exacerbando las brechas digitales entre personas, empresas y países: de nuevo, los más vulnerables, que son también los que peor acceso a canales digitales tienen, quedan rezagados.

Pese al importante avance registrado en la última década solo el 68% de los latinoamericanos tienen acceso a Internet, frente al 84% de media en los países ricos. Y mientras el 20% más rico de los latinoamericanos usa la Red en su día a día, solo el 37% del 20% más pobre lo hace. Esa brecha, de 40 puntos porcentuales, contrasta con los menos de 25 en el conjunto de la OCDE. “El coronavirus ha hecho de la transformación digital inclusiva una prioridad máxima para atenuar los efectos negativos y acelerar la recuperación económica inclusiva. La necesidad de adoptar una transformación digital beneficiosa para todos es una de las principales lecciones extraídas de esta crisis, y puede ser una oportunidad para que los países le den el protagonismo que se merece en sus agendas digitales”, reza el informe.

El bloque en su conjunto también sufre en comparativa internacional: “Los países de América Latina y el Caribe se han caracterizado por una brecha de productividad elevada y creciente en comparación con las economías desarrolladas. Y la revolución digital debería ser la fuerza que impulse el aumento de la productividad, en especial en el caso de las micro y pequeñas empresas que se están quedando rezagadas”, se lee en el estudio presentado —también por vía telemática— este jueves.

“Es indispensable una transformación productiva y la digitalización es una herramienta clave en esa dirección”, zanja Pezzini. ¿En qué espejos puede mirarse América Latina? ¿Qué casos de éxito puede tomar como referencia? Al jefe del Centro de Desarrollo de la OCDE le vienen dos muy claros a la cabeza, ambos en Asia: “Corea del Sur y Vietnam. “En ambos la diferencia la marca la política pública. Pero antes hay que reducir la enorme brecha digital que hay hoy”.


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