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El acercamiento Cuba-EE UU, tras la era Trump, vuelve a encallar con Biden

EL PAÍS

No escampa en las relaciones Cuba-EEUU. Tras un tímido y discreto acercamiento entre ambos países durante los dos primeros años de la Administración Biden, y cuando se vaticinaba que Washington podría dar pasos más decididos en 2023 para regresar a la política de “compromiso constructivo” de Obama ―que Donald Trump hizo saltar por los aires―, de nuevo sucede algo que enfría la cosa y se vuelve a la vieja retórica del enfrentamiento. La semana pasada, la concesión de asilo político en EEUU a un cubano que robó una avioneta para huir a Miami y el mantenimiento de Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo, provocó una airada respuesta de La Habana. Así, acusó a Washington de promover la “piratería aérea” y estimular la emigración ilegal, además de mentir “descaradamente” sobre el tema del terrorismo con el objetivo de justificar su política de asfixia económica contra la isla. Según el Gobierno de Miguel Díaz-Canel, con Biden poco se ha avanzado. “Los vínculos bilaterales siguen signados por las políticas de Donald Trump”, dijo el viceministro cubano de Relaciones Exteriores, Carlos Fernández de Cossío.

Durante su presidencia (2017-2021), Trump desactivó el proceso de normalización con Cuba diseñado por Obama ―que llegó a pedir, sin éxito, al Congreso acabar con el embargo― y adoptó más de 240 nuevas sanciones contra la isla. Entre ellas, impuso restricciones al envío de remesas y desmanteló las oficinas de la Western Union en Cuba; suspendió los intercambios de alto nivel entre funcionarios de ambos países; permitió que se interpusieran demandas en los tribunales de EE UU contra empresas extranjeras que “traficaran” con bienes expropiados en Cuba (en virtud de la ley Helms-Burton); eliminó la mayoría de los vuelos directos a la isla, los cruceros y dificultó los viajes personales de los estadounidenses; elaboró listas negras de hoteles donde su ciudadanía no podían alojarse; desactivó el Consulado en La Habana por unos supuestos “ataques sónicos” contra sus diplomáticos; y, antes de marcharse, incluyó a la isla caribeña en la lista de países patrocinadores del terrorismo (de la que Obama la había sacado en 2015), lo que implica diversas sanciones financieras.

Biden llegó a la Casa Blanca con la promesa de regresar a las políticas de Obama, que apostó abiertamente por la normalización, pero ya en el poder fue muy cuidadoso y limitado en sus iniciativas hacia Cuba, sobre todo después de las masivas manifestaciones de protesta del 11 de julio de 2021, en las que fueron detenidos cientos de cubanos. En estos dos años, a ritmo muy pausado, acabó con las restricciones a las remesas, autorizó los vuelos directos y los viajes grupales (no los personales), reactivó el Consulado y reinició los contactos de alto nivel sobre temas migratorios y colaboración en materia de seguridad y medioambiental. Tras las elecciones del pasado mes de noviembre, cuando los demócratas perdieron de forma rotunda el estado de Florida y quedó claro que no podían contar con el voto cubanoamericano, muchos analistas creyeron que Biden tendría, ahora sí, las manos libres para cambiar la política hacia Cuba. Pero no parece que sea el caso.

“Una vez más, los vaticinios de que las relaciones cubano-norteamericanos comenzarían a mejorar definitivamente a principios del 2023, se han visto decepcionados por la realidad”, aseguró el académico cubano Carlos Alzugaray. “Tres o cuatro acontecimientos en la última semana demostraron que la Administración Biden tiene muy pocas intenciones de distanciarse claramente de esas políticas de guerra fría de Trump, que giran alrededor de la aplicación de presión máxima para lograr el ‘cambio de régimen”, afirma este analista. Y remarca el silencio estadounidense con respecto al informe de su inteligencia sobre el llamado síndrome de La Habana, y que concluye que no hubo mediación de “adversario extranjero”. Desde su aparición, Cuba aseguró que nada tenía que ver con esos incidentes sónicos que Trump adujo esta dolencia para endurecer su política son respecto a la isla.

En virtud de esas acusaciones que se hicieron, “el país sufrió medidas coercitivas aplicadas por EE UU, y hasta este momento no se ha realizado una declaración oficial para decir que esas disposiciones fueron infundadas”, opina Fernández de Cossío. El presunto mal de salud se conoció por primera vez en 2016 entre diplomáticos de la embajada de Estados Unidos en La Habana y desde entonces se notificaron al menos 1.500 casos en distintos países. Sobre la decisión de conceder asilo político al piloto que huyo de Cuba hace meses en una avioneta de fumigación, Cossío consideró que “el Gobierno de Estados Unidos se convierte en cómplice y participante de un acto de secuestro”.

“Calumniar a la isla”

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Para La Habana, sin embargo, lo más hiriente de todo es la medida de mantener a Cuba en la lista de países terroristas bajo el argumento, entre otros, de que Cuba dio “refugio” en 2021 a un grupo de guerrilleros colombianos del ELN, que eran reclamados en ese momento por Bogotá, y eso pese a que el actual presidente de Colombia, Gustavo Petro, nada más llegar al poder, revocó la orden de extradición y pidió a EE UU sacar a Cuba de la famosa lista negra. “La Administración de Joe Biden mantuvo en la espuria lista la designación de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo. El verdadero propósito de calumniar a la isla como terrorista es justificar el bloqueo ilegal de Estados Unidos contra Cuba”, dijo el presidente cubano en su cuenta en Twitter.

La administración de Joe Biden mantuvo, en la espuria lista, designación de #Cuba como Estado patrocinador del terrorismo.

El verdadero propósito de calumniar a la Isla como terrorista es justificar el bloqueo ilegal de Estados Unidos contra #Cuba. #MejorSinBloqueo pic.twitter.com/4JP0y6kAqP

— Miguel Díaz-Canel Bermúdez (@DiazCanelB) March 1, 2023

“Aparentemente, la lógica de esta política es la que explicó el Director de América Latina y Caribe en el Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca, Juan González, que más o menos es la siguiente: vamos a cambiar la política, pero la que adoptaremos no se parecerá ni a la de Trump ni a la de Obama”, opinó el académico Alzugaray. “Muchas administraciones demócratas anteriores han ensayado esta fórmula de una especie de tercera vía que no cambia en lo esencial la intención de provocar el derrocamiento del Gobierno cubano mediante una combinación de presiones económicas y subversión política. Si no se repudia claramente ese objetivo, como hizo Obama, cualquier Administración sucumbirá ante las presiones de la derecha en el Congreso”, señala este analista.

Sobre la posible liberación de los presos por las manifestaciones del 11-J (unos 700, según diversas ONG), como condición previa para que Estados Unidos se mueva y tome medidas en la dirección del deshielo, Cossio fue tajante. Se trata, dijo, de “una exigencia o un reclamo absolutamente irrazonable”. “Todos estos son pretextos que históricamente ha utilizado Estados Unidos cuando no quiere actuar. Hace reclamos irrazonables, reclamos que saben que no tienen sustento ninguno, cuando no tienen voluntad de actuar en función de mejorar las relaciones con un país, en este caso Cuba”, afirmó el funcionario, que reconoce que en estos dos años la Administración Biden ha tomado medidas “positivas” y dado pasos en la dirección correcta. Pero, en esencia, indica, siguen primando las políticas de Trump. “Ha introducido dos o tres cambios cosméticos”, indica el académico Alzugaray. Todo parece indicar que el ansiado acercamiento vuelve a encallar.

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