El águila en el madroño


Será que pronto celebremos al oso sobre un nopal, pero por ahora es el águila en el madroño lo que mejor resume la feliz efervescencia del Festival Eñe 2019. Por primera vez en los once años que lleva volando, uno de los más prestigiosos y lúcidos festivales literarios elige un país invitado y para honra de miles de lectores he visto ya brillar en sonrisa y tinta a Fernanda Melchor, la gallardía silenciosa de David Toscana, el ardiente rayo de Carlos Velázquez y la estatura de luenga cabellera de luz de Luis Jorge Boone. Dice el programa que estarán por Madrid otros autores mexicanos de carne y hueso, además de tantos fantasmas entrañables que siempre vuelan en nuestros estantes más íntimos; dice el programa que habrá tantas buenas conversaciones (que ahora han dado en llamar conversatorios) que en realidad parecería que la agenda de Madrid entero se vivirá durante los próximos días como el incandescente y helado paso de los días como páginas, las horas como párrafos, los talleres al vuelo donde los escritores que nos hipnotizan comparten algunas recetas y esa sana enfermedad de comprar libros, libros y más libros.

La compaginación del águila y el oso se estrecha con la participación de Elvira Lindo y Antonio Muñoz Molina, con la cercanía de Javier Cercas y tantos otros autores españoles que en conversación y convivencia con los mexicanos que vienen de lejos achica el océano y agranda el habla, nutre las muchas formas del español que nos hermana y traduce, las palabras que cambian con el clima y los sabores del mamey o la endrina y forman un inmenso mural de imaginación y memoria que lleva ya cinco siglos latiendo en taquicardia. Por un lado, la flor y canto de los templos inmortales y por el otro, la silueta del Caballero de la Triste Figura; por allá, el páramo en llamas o los anchos campos de La Mancha y por acá, la obra entera de un prelado en sonetos o la inteligencia galáctica de una monja novohispana… como neblina de frío sobre los libros de los autores coetáneos de ambos lados del mar que se miran en el espejo que nos refleja y refracta.

Todo un acontecimiento que se debe al impulso de Alberto Anaut y su Fábrica de sueños, con Luis Posada en la manivela de un amplio equipo incansable, haciendo girar la hospitalidad de la Casa de América, la Biblioteca Nacional y el Instituto Cervantes y el esfuerzo encomiable de todo el equipo de la Embajada de México y del Instituto Cultural de México en España que alientan juntos el vuelo del águila en prosa y el oso en verso, las alas en rima o los frutos rojos de una crónica, donde se hermanan pueblos enteros en un mundo donde la literatura pura derriba todos los necios muros.

Jorge F. Hernández

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