A José Soler Vidal, conocido artísticamente como Monjalés, de 89 años, no le ha sorprendido la acusación de pederastia vertida contra el cura valenciano Alfons Roig (1903-1987) por el artista Juan Genovés (1930-2020) en una reciente biografía póstuma. El pintor, escultor y ceramista valenciano vivió en sus propias carnes un intento de abuso sexual por parte del que entonces era su profesor de la escuela de Bellas Artes, relató este jueves a EL PAÍS. “Comencé Bellas Artes en 1948. Yo acababa de llegar del pueblo [Albaida]. Tenía 16 años y no conocía a nadie. Mi experiencia era muy elemental. A los dos meses de comenzar el curso, Roig organizó un viaje a Sagunto a ver el teatro romano. En un momento me dijo que me iba a explicar cómo usaban la argamasa los romanos. Estábamos en un pasadizo, solos. Me pasó la mano por el cuello, como hacen los amigos. ‘Mira, qué profesor’, pensé. Luego puso la mano por debajo de la ropa, llegó hasta el ombligo y empezó a apretar. ¡El susto que me llevé! Le pegué un codazo, me solté y me aparté corriendo. Él comenzó a hablar como si no hubiera pasado nada”.
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Miembro del renovador Grupo Parpalló —colectivo de artistas fundado en torno a 1956 que quería conectar Valencia con el panorama internacional— y participante en 1960 de la Bienal de Venecia, Monjalés guarda un recuerdo nítido del hecho, si bien no le traumatizó, en un caso similar al que ha recordado recientemente el premio Nobel de Literatura Mario Varga Llosa. Roig nunca le pidió disculpas ni le volvió a dirigir la palabra durante el curso, apunta. El artista no regresó a las excursiones que Roig solía montar con grupos diversos. Cuando Monjalés se integró e hizo amigos en la escuela, se dio cuenta de que “era una cosa que se sabía”, incluso los mayores gastaban “chistes pesados”. “Un compañero que fue pintor, y no puedo decir su nombre por su familia, me contó una escena horrible cuando el retor [cura en valenciano] lo invitó a ver sus cuadros en su casa. Años después también hablé del tema con otros artistas que me contaron que habían pasado por lo mismo. Lo importante de todo esto no es que él fuera homosexual, por supuesto, sino que abusara o intentara abusar, aprovechándose además de ser profesor y mayor, y eso es lo que hay que condenar”.
En el libro biográfico basado en entrevistas realizadas en 2016, Juan Genovés. Ciudadano y pintor (Turner), el pintor de El abrazo, símbolo de la Transición española, cuenta la reacción de Roig, que había sido el cura de su barrio, al encontrarlo en la escuela de Bellas Artes en 1946: “Cuando me vio en San Carlos puso cara de horror. ‘Ahora contará este lo que sabe’, debió de pensar; y lo que yo sabía era lo que sabíamos todos en el barrio, que abusaba de todos los niños que podía a cambio de la comida que proporcionaba a sus padres. No, nunca conté nada, pero no le tenía ninguna simpatía, pero pruebas de lo que sabía sí las tenía. Ahora, cualquiera contaba algo negativo de un cura en aquella época…”.
Otros artistas y alumnos de Roig en Bellas Artes, como José María Yturralde, Artur Heras (ambos también amigos) o Jordi Teixidor, alrededor de 10 años más jóvenes que Monjalés, aseguran que no tuvieron conocimiento de que Roig abusara de menores. Las revelaciones de Genovés, en cualquier caso, han conmocionado al mundo artístico valenciano. Roig es una figura muy respetada por su magisterio del arte moderno durante el franquismo y como promotor y profesor de relevantes pintores valencianos. Además, mantuvo amistad con miembros de la generación del 27 y donó su valiosa pinacoteca, con algunas obras de Picasso, Julio González y Kandinski, a la diputación provincial. Esta institución creó unos premios de artes plásticas con su nombre en 1983 que aún se conceden, y la facultad de Bellas Artes bautizó con su nombre un auditorio.
Visión crítica como intelectual
Monjalés, no obstante, se ha decidido a hablar también para dar una visión crítica de la idea extendida de que Roig fuera un promotor o un introductor del arte moderno en la escuela, como opinan diferentes creadores más jóvenes. “Intelectualmente era un bluf. Tal vez destacaba entre los profesores falangistas con los que llenaron la escuela. Él formaba parte de todos los jurados que concedían las becas y solía hacer camarillas. Se hizo amigo de Eusebio Sempere, al que visitaba en París, y allí pudo aprender y relacionarse algo. Pero él no estaba en lo que estaba pasando en el arte contemporáneo en Valencia, como el Grupo Parpalló. Y no tiene apenas obra escrita. Que me enseñen sus escritos, como sí los tienen Vicente Aguilera Cerni [crítico de arte fallecido en 2005] o Tomasín”, añade, en alusión a Tomás Llorens, que fuera creador del IVAM y director de los museos Reina Sofía y Thyssen, fallecido el pasado junio.
La trayectoria artística de Monjalés se truncó en España por su militancia comunista y su participación en la manifestación del 1 de Mayo de 1967. Fue detenido en Valencia, pero pudo escapar, ocultarse y finalmente huir a Colombia, donde se labró una carrera, sobre todo como ceramista, y vivió exiliado hasta que regresó a Valencia hace ocho años. Su obra forma parte de la colección del IVAM y de otras instituciones.
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El párroco que estuvo 42 años en la misma iglesia de Roig
Julio Badenes fue párroco a partir de 1968 y durante 42 años de la iglesia de San Juan de Ribera, la misma en la que ejerció de cura en los años cuarenta Alfons Roig, y donde abusaba de los menores, según Juan Genovés. “Yo conocí bien a Alfonso. Se decía que era homosexual, pero nunca hubo una acusación directa de abusos. Soy un cura que vive con la gente. Yo visitaba casa por casa, las escuelas y nadie nunca me dijo nada, salvo un cura vejete que ya murió, que me dijo que era muy amanerado y que tocaba a los niños, pero nunca aportó nada más”, explica Badenes, de 90 años. ¿Y no salió de la parroquia al conocerse algunos casos de abusos? “Se habla de que salió por su homosexualidad. Lo mandaron al seminario y allí lo hizo muy bien. Yo mismo fue alumno. Le gustaba mucho la liturgia. Hacía misa en latín. En la parroquia dejó un altar de piedra impresionante. Su sucesor lo retiró todo y pintó el altar de gris. En la última conversación que tuve con don Alfonso le invité a que viniera a la parroquia a dar la comunión, pero me dijo que no podía”.
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