Dolorosa derrota, casi por incomparecencia del Athletic, en su campo talismán de Balaídos. Una paupérrima segunda parte, solo perdonada en parte por el sobre esfuerzo copero, tiró por los suelos las ilusiones rojiblancas de alcanzar Europa vía Liga.
Enfrente, un equipo en descenso, que no ganaba en casa desde el 2 de octubre, y nervioso, con el agua al cuello tras los triunfos de Cádiz, Sevilla y Valladolid. Pues ni así. Todo empezó a torcerse en los vestuarios. Iñaki se caía de la convocatoria tras aparecer 251 veces consecutivas en la pizarra de convocados. El estilete de Valverde, el que más soluciones le ofrece, por mucho que no sea un goleador, no se vestía de corto.
Pese a ello, el equipo salió a presionar arriba. Guruzeta no tira desmarques como el internacional por Ghana, pero tiene gol. En Vigo, ni le vieron, más allá de la asistencia a Berenguer, que el navarro estrelló en el palo.
Ander Herrera, que repetía titularidad, estuvo desaparecido. Lo de Dani García fue aún peor. Si del maño puede decirse que mejora cada balón que pasa por sus botas, del de Zumárraga podríamos añadir que lo deja sin aire, incapaz de rodar. No dio un pase a derechas.
La salida de Sancet, tras el descanso, empeoró aún más el cuadro, y el Celta, comandado por Aspas a sus 35 primaveras, se echó adelante por su necesidad imperiosa de ganar. El gol llegó de un mal saque de Unai, una mala recepción-control de Sancet y un desajuste de Vivian. El de Moaña se los merendó.
Valverde intentó contrarrestar la inferioridad sobre el césped con la entrada de Zarraga, Vesga y Raúl, pero el efecto ni se notó, si es que lo hubo. El Athletic, impotente, ni disparó a gol en los 25 minutos finales. Muy triste imagen. De Europa, mejor no hablar. El viernes, el Cádiz. A competir, partido a partido, que diría aquel.