El Atlético ha llegado al meridiano del campeonato con un botín de 50 puntos. Si repitiera el promedio en la segunda parte, ganaría la Liga con 100 puntos, cota que sólo se ha alcanzado en dos ocasiones: Real Madrid (2011-12) y Barça (2012-13). Eran los años de un duopolio que no encontraba resistencia en la Liga española. Nadie sospechaba que se añadiría un tercer candidato. Sumido en una de sus frecuentes crisis, el Atlético de Madrid anunció la contratación de Cholo Simeone el 23 de diciembre de 2011. Diez años después, el técnico argentino continúa al frente del equipo, que vive su edad de oro.
Será muy difícil que el Atlético replique en la segunda vuelta el recorrido de la primera (50 puntos), pero su margen de error es considerable. Con 100 puntos sería campeón. Sus perseguidores no podrían llegar a esa cifra. Para el Real Madrid y el Barça —a 10 puntos del Atlético en este punto del campeonato— se antoja una tarea casi imposible. Sólo tienen una pequeña posibilidad si rozan la perfección. Ninguno de los dos invita a pensarlo.
No hay grandes novedades en el Atlético, que en su edición actual expresa al milímetro el ideario de Simeone. Es un equipo de acero, muy eficaz en el capítulo defensivo (10 goles en 19 partidos) y más productivo de lo habitual en el ofensivo (40 goles, uno menos que el Barça). Por lo demás, comete muy pocos errores, produce muchos en los rivales, rentabiliza como nadie las ventajas y obtiene el máximo beneficio de una plantilla amplia, joven y laboriosa.
El único veterano es Luis Suárez, que disfruta de su segunda o tercera juventud. No ha perdido su condición depredadora. Por donde pasó, se hinchó de goles: Groningen, Ajax, Liverpool y Barça. En el Atlético no ha perdido el colmillo. Ha marcado 14 en 16 partidos. Cada gol del uruguayo tortura al Barça, que le traspasó al Atlético en una operación sin rendimiento económico y máximo riesgo deportivo.
Un decenio de éxitos explica la enorme impronta de Simeone. El Atlético ha ganado la Liga y la Copa en una ocasión, la Supercopa de Europa y la Europa League dos veces, y ha figurado entre los cuatro primeros del campeonato español desde la contratación de Simeone. Sólo le queda la Copa de Europa para completar el palmarés.
Tan importante o más que el brillante currículo de Simeone es su efecto en la percepción que su hinchada tiene del equipo. Tiempo atrás, el Atlético era el rey de las excusas. Metabolizó hasta el tuétano aquella memez del Pupas, convertida en divisa oficial del Atlético, que no tenía problemas para encontrar una coartada en la derrota. La hinchada interiorizó aquel relato masoquista como una seña de identidad. “Qué manera de palmar”, cantaba Joaquín Sabina en su himno del centenario, y el club lo asumía con alegre resignación.
No hay rastro del pupismo en el Atlético. Simeone lo ha borrado del mapa. Las derrotas no vienen marcadas por el destino, sino por la naturaleza del fútbol. El equipo ha sufrido tres esta temporada, con el Real Madrid en la Liga, el Bayern en la Copa de Europa y el Cornellà en la Copa. Pasaron sin dejar el menor rastro. El Atlético las olvidó al instante.
La desmemoria es una cualidad imprescindible en los grandes equipos. Impide el tóxico efecto de las excusas, factor debilitante de primer orden, como empieza a apreciarse en el Real Madrid, que de un tiempo a esta parte encuentra cualquier coartada —viajes, campos en mal estado, arbitrajes y calendario— para justificar sus problemas. En este aspecto, Simeone ha girado radicalmente al Atlético. Todos le ven como campeón porque ha derrotado a su peor adversario: El Pupas.
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