El balcón municipal, trinchera política


Desde su apertura al público en 2015, un gesto del nuevo gobierno local de Compromís, PSPV y Valencia, el balcón del Ayuntamiento -como lo han sido las Torres de Serranos o El Micalet- se ha convertido en escaparate de decenas de pancartas reivindicativas, unas autorizadas y otras coladas. El último cartel que ha esquivado los controles de acceso al consistorio fue, el pasado lunes 23 de agosto, en defensa del dictador Josef Stalin. El grupúsculo Partido Marxista-Leninista (RC) logró meter bajo mano en el mirador la pancarta del dictador, la desplegó -y dejó constancia de ello en redes sociales con imágenes- y la recogió en un visto y no visto. La oposición, PP, Ciudadanos y Vox, han criticado el incidente con dureza porque era además el Día Europeo de Conmemoración de las Víctimas del Estalinismo y el Nazismo- y exigen ahora una investigación, sanciones a los autores y una condena del gobierno local.

“El Ayuntamiento no ha autorizado en ningún momento el despliegue de la pancarta y ha trasladado los hechos a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado y además se han extremado los actuales controles de seguridad [un arco detector de metales, centrado en explosivos y armas]”, explicaron fuentes del Consistorio el pasado miércoles.

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De poco han servido las explicaciones del Ayuntamiento, los grupos de la oposición han presentado una batería de preguntas al pleno sobre el incidente y anuncian la presentación por registro de entrada de una declaración institucional para condenar la pancarta a Stalin.”Es una vergüenza que el balcón del Ayuntamiento se convierta en altavoz de quienes defienden a un asesino”, denuncia la portavoz del PP en Valencia, María José Catalá. La formación ha deslizado en alguno de sus tuits y comunicados referencias al pasado comunista del alcalde Joan Ribó, ahora en Compromís. El portavoz de Ciudadanos Fernando Giner espera una condena expresa del alcalde a la pancarta de Stalin.

“El Ayuntamiento de València no homenajea los totalitarismos ni a sus protagonistas o a sus secuaces, como hemos visto, por cierto, en otras instituciones gobernadas por el PP como el Ayuntamiento de Madrid. Allí la institución local sí ha dedicado varias calles al general franquista Millán Astray, o a la División Azul del ejército franquista, colaboradora del ejército nazi. El Ayuntamiento de València no concede honores ni a Stalin ni a los franquistas; nosotros preferimos la democracia”, ha respondido con contundencia el gobierno local de Compromís y el PSPV a las críticas de la oposición.

Fuentes municipales han informado que las pancartas que coloca el Ayuntamiento en el balcón que preside la fachada principal del edificio son comunicadas a los grupos de la oposición y solamente tienen contenido institucional, solidario o de concienciación respecto a asuntos de salud pública o de empatía con determinadas enfermedades y colectivos que sufren discriminación. El diputado de Compromís en el Congreso Joan Baldoví ha calificado el episodio de anecdótico.

Pero la pancarta de Stalin no es la única que ha llegado sin permiso alguno hasta el mirador. Sin autorización municipal se coló en junio de 2019 un cartel del grupo ultra España 2000 con el mensaje: “Orgullo hetero” con que se tapó la bandera arco irís instalada en el mirador con motivo del Día del Orgullo LGTBI. U otro cartel de una los Yomus, una de las peñas del Valencia Club de Futbol. O el tenderete de prendas falleras con que amaneció el balcón en homenaje a las Fallas suspendidas en marzo de 2020.

Los carteles no autorizados no son los únicos rodeados de polémica política. También ha habido sonados rifirrafes entre gobierno y oposición a cuenta de otros símbolos colgados del balcón. Es el caso del cartel que reproducía la bandera republicada instalado en la fachada municipal con motivo del 80 aniversario de la II República Española, de la que Valencia fue capital durante unos meses. El entonces portavoz municipal del PP Eusebio Monzó se enzarzaron en una polémica sobre el uso del balcón y si se había colgado la bandera republicada o un cartel con la bandera tricolor estampada. Las propias mascletades falleras, que antes de la pandemia reunía a miles de personas a las dos de la tarde, se convirtieron en los años de mayor desgaste político para el gobierno de la popular Rita Barberá en espacio privilegiado para que las protestas tuvieran un amplio eco. Bajo el balcón los estudiantes de la Primavera valenciana reivindicaron una mejor educación pública, o la asociación de víctimas del accidente de metro de Valencia de 2006 exigieron justicia.


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