La guerra iniciada por las tropas rusas en Ucrania está devastando el país en todos los sentidos: Mariupol, en el sudeste, es el mejor ejemplo de la destrucción de una ciudad. La huida de los refugiados es reflejo de la enorme crisis humana desatada. Y la economía ucrania será, a la postre, la imagen de los estragos de la invasión liderada por el presidente de Rusia, Vladímir Putin. Ucrania, paralizada, ve desplomarse sus ingresos fiscales, el tejido productivo se evapora, cada vez hay menos mano de obra por el desplazamiento de millones de personas, las exportaciones se han cercenado y la actividad económica es testimonial en muchas zonas del país. De ahí que las previsiones del Banco Mundial sean catastróficas: el PIB de Ucrania se hundirá un 45,1% este año, según un informe elaborado por el organismo. Aunque la magnitud puede ser incluso peor, en función de la duración y la intensidad de la guerra.
“Está teniendo un impacto devastador en vidas humanas y causando destrucción económica en ambos países, y provocará importantes pérdidas económicas en la región de Europa y Asia Central y en el resto del mundo. Es la segunda gran perturbación en dos años que desencadena una contracción económica en la región”, subraya el informe presentado este domingo por el Banco Mundial. Rusia tampoco saldrá bien parada del conflicto bélico: su economía se contraerá un 11,2% en 2022 por el zarpazo de las sanciones económicas. Y otros países vecinos sufrirán con creces las consecuencias. Por ejemplo, Bielorrusia, con una caída de su PIB del 6,5% según el organismo.
Los informes que ponen negro sobre blanco la debacle económica a la que se enfrenta Ucrania en el corto y medio plazo se amontonan. Cada cual, además, empeora el anterior. El Fondo Monetario Internacional auguraba a mitad de marzo una caída de la economía ucrania de al menos el 10%, asumiendo que la guerra tuviera un rápido desenlace y Kiev recibiese un apoyo económico foráneo para su reconstrucción. Aunque advertía: “La intensidad del conflicto en curso está provocando una destrucción generalizada a la capacidad productiva y está empeorando rápidamente las perspectivas”. Y ese agujero económico se agranda cada vez más. Ya entonces el Fondo calculaba que, teniendo en cuenta la información procedente de otros conflictos bélicos, el derrumbe de la economía podía situarse entre el 25% y el 35%.
El reciente trabajo del Banco Mundial plasma el deterioro de todos los indicadores. No hay un solo dato que mejore o que, al menos, muestre un atisbo de resistir. “El impacto económico del conflicto se siente a través de múltiples canales, incluyendo los mercados financieros y de materias primas, los vínculos comerciales y migratorios y la confianza de los inversores”, recoge el documento del organismo. Una situación que llegó súbitamente el 24 de febrero, cuando Putin puso fin a la recuperación económica que estaba viviendo Ucrania, que el año pasado intentaba recuperarse de la pandemia con un avance del 3,4%.
“La guerra ha destruido una cantidad crítica de infraestructura productiva —incluyendo ferrocarriles, puentes, puertos y carreteras—, imposibilitando la actividad económica en amplias zonas. Las estimaciones preliminares de principios de marzo sugerían que los daños a las infraestructuras ascendían a 100.000 millones de dólares (91.940 millones de euros) —o aproximadamente dos tercios del PIB de 2019—, pero desde entonces la guerra se ha recrudecido y ha causado más destrucción”, se añade en el documento. Por tanto, la reconstrucción posterior del país se antoja clave, una tarea para la que el Banco Mundial subraya la importancia de que se apoye financieramente a Ucrania sin ambages.
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Solo así podrá recuperarse una actividad económica que en este momento, de facto, está paralizada. En el mejor de los casos se mantiene de forma intermitente. “El comercio de mercancías se ha paralizado por completo, ya que las rutas de tránsito dañadas impiden el paso de mercancías por tierra, mientras que la pérdida de acceso al mar Negro corta la mitad de las exportaciones de Ucrania y el 90% de su comercio de cereales. Las temporadas de siembra y cosecha se han visto interrumpidas. El consumo de electricidad, que suele utilizarse como indicador de la actividad económica, se redujo en más de un 25% a las dos semanas de la invasión”, repasa el estudio del Banco Mundial. El resultado para el tejido productivo es devastador: el organismo calcula que la mitad de las empresas ucranias han cerrado, mientras que la otra mitad mantiene sus operaciones, pero por debajo de su capacidad.
Daños colaterales
Anna Bjerde, vicepresidenta regional del Banco Mundial, destaca otro varapalo que ya propina el ataque de Rusia: “El impacto sobre la pobreza en Ucrania será probablemente devastador. Sobre la base del umbral internacional de pobreza de renta media-alta (5,50 dólares al día), se prevé que la pobreza en el país aumente hasta cerca del 20% en 2022, frente al 1,8% en 2021, con un 60% adicional de personas vulnerables a caer en la pobreza”. De una población de 44 millones de personas, más de 4,5 millones han huido del país como refugiados hasta este fin de semana, y unos 7,1 millones se han desplazado a otras zonas de Ucrania, según Naciones Unidas.
Los países vecinos también se verán fuertemente impactados por la guerra. Cuanto más cerca, mayor será el reflejo de los coletazos del ataque ruso. “Se prevé que Bielorrusia, Kirguistán, Moldavia y Tayikistán entren en recesión este año, mientras que las previsiones de crecimiento se han revisado a la baja para todas las demás economías de la región debido a los efectos de la guerra, a un crecimiento más débil de lo previsto en la zona del euro y a las perturbaciones relacionadas con las materias primas, el comercio y la financiación”, añade Bjerde.
De esta forma, el factor capital para que la realidad sea menor o incluso supere estas previsiones es la duración de la guerra, que el Banco Mundial da por hecho que se prolongará al menos unos meses más. A esto hay que sumar que la demanda interna cada vez es más baja, la inversión privada se ha reducido a la mitad y la financiación pública es mínima. Y lo que es peor: se ha interrumpido el transporte marítimo, aéreo y ferroviario del comercio de mercancías, además de la paralización del trabajo en el campo. Es decir, existe un alto riesgo de que no se cosechen los cereales, por lo que las exportaciones del próximo año se reducirán drásticamente. Nadie se aventura a cifrar el descalabro final porque nadie sabe cuánto durará el conflicto bélico. Solo Putin puede tener esa respuesta.
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