El bloqueo económico impacta en la sanidad rusa con precios desorbitados y problemas para encontrar medicamentos

El bloqueo económico impacta en la sanidad rusa con precios desorbitados y problemas para encontrar medicamentos

El jefe de la Cámara de Cuentas del Parlamento ruso, el exministro Alexéi Kudrin, advirtió a sus ciudadanos el pasado 27 de abril de que el país se encamina a una crisis “mayor que la de 2009, mayor que la de la pandemia”. “Vamos a vivir una situación muy difícil durante casi año y medio o dos años. Es muy importante que analicemos nuestras fuerzas y recursos”, dijo en primera persona del plural. Un día después, reveló en su canal de Telegram que había viajado a Israel, en primera persona del singular, para recibir tratamiento médico. Su viaje se produce mientras las autoridades intentan resolver las enormes dificultades para abastecer las farmacias de medicamentos, cuyos precios se han disparado y resultan prohibitivos para el bolsillo medio.

“¡Amigos! Quiero parar los rumores antes de que aparezcan. Voy a estar de nuevo en Israel por unas citas médicas ya programadas”, dijo Kudrin en su canal de Telegram el pasado 28 de abril. El político fue visto en un hotel israelí y es posible que difundiera este mensaje por temor a ser acusado de huir del país, dado el precedente de Anatoli Chubáis, otro histórico del círculo del Kremlin que criticó públicamente la ofensiva rusa en Ucrania. Chubáis, conocido como el padre de las privatizaciones postsoviéticas, renunció a finales de marzo como representante de Moscú ante la ONU para el cambio climático y huyó a Turquía.

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Kudrin fue el ministro de Economía ruso durante la bonanza de la primera década de siglo, lo que espoleó su popularidad, pero en 2011 fue relegado a un segundo plano tras negarse a formar parte de un nuevo Gobierno encabezado por Dmitri Medvédev. Ahora, más de una década después, Kudrin es responsable de supervisar las cuentas rusas y, según sus pronósticos, el hundimiento económico va a forzar al Gobierno a tomar medidas dolorosas. “La crisis nos obliga a revisar nuestras políticas sociales”, advirtió horas antes de salir del país.

Mientras, la jefa de la agencia supervisora de la sanidad de Rusia, Alla Samoilova, intentaba quitar hierro a la escasez de medicamentos básicos sufrida por el conflicto. “En marzo hubo un auge de la demanda por parte de los pacientes que toman fármacos de forma continua, pero hoy ya vemos que casi todos estos medicamentos están disponibles en casi todas las regiones”, afirmó.

Problemas logísticos y precios prohibitivos

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El miedo a las sanciones provocó el desabastecimiento en muchas farmacias en marzo. Una encuesta realizada en marzo por la comunidad Médicos de Rusia entre 3.317 especialistas reveló que era muy difícil conseguir más de 80 preparados como antiepilépticos, antidepresivos, tratamientos para enfermedades oncológicas y cardiovasculares, y medicamentos para diabetes, artritis, asma y las glándulas tiroides.

Las autoridades insisten en que el abastecimiento de fármacos es estable, aunque admiten algunos problemas. “Es posible una carestía temporal a corto plazo de algunos medicamentos debido a la búsqueda de nuevas rutas logísticas y retrasos en el paso de mercancías por nuestras fronteras”, explicó la agencia de sanidad. “Ni una sola farmacéutica extranjera ha anunciado la cancelación de su suministro de medicamentos a Rusia”, añadió.

Otro problema proviene del fracaso en la sustitución de los equipos médicos extranjeros por producción nacional. El Gobierno ruso se fijó como objetivo que los utensilios médicos rusos supusieran un 40% del total para 2020. Sin embargo, la Agencia Nacional de Ratings estimó que solo se alcanzó una cuota del 29% en 2020. Y el diario Kommersant ha reducido la cifra aún más, al 25%.

La industria sanitaria no ha sido sancionada formalmente, pero la devaluación del rublo y los problemas logísticos provocados por las sanciones han disparado el coste del cuidado médico y dificultan aún más la gestión de los hospitales. “No sabemos cuándo podrá ser reparada con la situación actual”, le dijeron a una paciente de cáncer de mama que se encontró con que una de las dos máquinas de oncología del centro se había estropeado.

Además, aunque Pfizer, Bayern, Sanofi, Novartis y otras multinacionales han prometido que mantendrán el envío de sus medicamentos vitales por razones humanitarias, dejarán de suministrar otros productos sanitarios no esenciales y retirarán inversión de centros de producción y ensayos clínicos por los problemas de la situación económica rusa.

Uno de los primeros sustos con el abastecimiento de medicamentos básicos tuvo lugar con la L-Tiroxina, un tratamiento imprescindible para las personas que sufren hipotiroidismo, que se importa de las empresas alemanas Merck y Berlin-Chemie. El temor a quedarse sin él por las sanciones dejó las farmacias vacías durante semanas en regiones como Krasnodar y Sverdlovsk.

Poco a poco se está restableciendo el suministro en las provincias. En la capital de Sverdlovsk, Ekaterimburgo, solo se puede encontrar en una de las 32 farmacias de la ciudad que forman parte de la red Planeta Salud, una de las mayores del país. Y en Perm, en apenas una docena de sus 392 establecimientos. El Ministerio de Sanidad ruso emitió a principios de abril un certificado para que la empresa local Obnovleniye produzca el fármaco a partir de ahora.

La insulina también se ha visto afectada por la crisis. Aunque no hubo problemas para los pacientes que reciben los preparados de fabricación rusa por parte del Estado, su precio se ha disparado alrededor de un 30% en las farmacias.

El mayor problema se encuentra en los servicios considerados no esenciales, donde los precios se han vuelto prohibitivos. Los dentistas rusos importan de Occidente más del 90% de materiales y aparatos que utilizan. Hasta ahora han podido aguantar con lo que tenían almacenado, pero basta con echar un vistazo en las web de proveedores como Aveldent para comprobar que los precios están ahora por las nubes. Por ejemplo, un paquete de 100 cápsulas de anestesia Ultracain vale 12.645 rublos cuando antes del conflicto rondaba los 6.000, un incremento de alrededor del 100% de su precio, mientras que el material de relleno Ceram-x se ha encarecido de 1.900 a 2.741 rublos, un 44% más. Con un salario mensual medio de 57.344 rublos en febrero, según la agencia de estadísticas Rosstat, estos son precios disparados.

Las lentillas de Acuvue, de Johnson & Johnson, copan más de la mitad del mercado ruso. La multinacional estadounidense anunció en marzo que suspendía el suministro de sus productos de higiene personal y durante un tiempo fue difícil encontrar lentes de contacto debido al acaparamiento por el miedo al desabastecimiento. La compañía tuvo que aclarar posteriormente que seguiría enviando al país lentillas, al ser consideradas dispositivos médicos. La pregunta es a qué precios. El paquete de seis lentillas Acuvue Oasys, que en algunas tiendas valía 1.046 rublos antes del conflicto, ahora cuestan 2.190 rublos. O 1.850 rublos si se piden en Ozón, el equivalente ruso a Amazon.

Otro sector afectado por los costes derivados de las sanciones es la cirugía plástica. Los altos precios perjudican a las personas que requieren estos servicios tras una operación o por haber sufrido alguna desfiguración. Pero además, también aumenta el riesgo para la salud, por los retoques estéticos que se hacen con material de calidad sospechosa.

La firma norteamericana Abbvie ha dejado de suministrar su producto estrella, Botox, así como sus implantes intradérmicos, igual que han hecho otras muchas compañías de Europa y Asia. Así, retoques estéticos como el aumento de pecho, que rondaba antes entre los 250.000 y los 300.000 rublos, se ha disparado en algunas regiones hasta el medio millón. Los médicos rusos advierten de que estos costes podrían impulsar un mercado de implantes falsos que amenaza la salud de aquellos que no pueden permitirse estas operaciones ni en su patria ni en clínicas extranjeras.

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