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El bosque madrileño de los belgas que ha costado al Estado 19 millones de euros

El monte Cabeza de Hierro, conocido popularmente como el Pinar de los Belgas ―debido al origen de sus propietarios― se ha convertido en pinar del Estado tras su reciente adquisición por 18,9 millones de euros, a 9.372 euros por hectárea. El paraje, situado en Rascafría (Madrid) al borde del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, alberga una de las mejores representaciones de pino silvestre de la península Ibérica y se ha convertido en un paraíso para el buitre negro, especie protegida. Las necrófagas han encontrado en las copas de estos pinos distribuidos por 2.016,5 hectáreas el lugar ideal para reproducirse en paz y formar una de las colonias de la especie más importantes de España que se ha expandido por el resto de la sierra. Aunque la empresa explotaba la madera del pinar, se respetaban las vedas (de febrero a septiembre) y los rodales de árboles donde había nidos para no perturbar la cría. Las 18 parejas que quedaban en 1985 se han transformado en 154, el 50% de ellas se encuentran dentro del pinar, explica Asunción Ruiz, directora ejecutiva de la Sociedad española de Ornitología, SEO/BirdLife, que se encarga del del seguimiento de los buitres.

La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, y los propietarios del pinar desde 1840, han escenificado hoy el traspaso a manos públicas en un acto simbólico de entrega de llaves celebrado en la misma finca. Tras años de tiras y aflojas y de intentos infructuosos por parte de los dueños para que la Administración Pública, incluida la Comunidad de Madrid, adquiriera el terreno, ha sido el ministerio a través del Organismo Autónomo de Parques Nacionales quien ha decidido dar el paso. Sin embargo, cuando se creó el parque nacional en 2013, no se incluyó el pinar a pesar de su indudable valor ecológico. Para realizar la valoración de las tierras se ha tenido en cuenta la tasación técnica de los terrenos, las existencias de madera, las construcciones e infraestructuras y los valores ambientales y recreativos de la zona, enumera el ministerio.

Pinar de los Belgas.

El pinar de los Belgas no siempre fue propiedad privada. Desde la Reconquista hasta 1675 perteneció a la Comunidad y Tierra de Segovia. En 1675, la Corona lo entregó al monasterio de El Paular, que lo mantuvo hasta que se saca a subasta pública en 1837 con la desamortización de Mendizábal. Se adjudica a Don Andrés Andreu, quien en 1840 lo vende a Adrien Benoit Bruneau, representante de un grupo de empresarios y banqueros belgas que viajaron a España atraídos por las posibilidades de negocio inmobiliario que se abrían con la desamortización. Estos fundaron la Sociedad Belga de Fincas Españolas, germen de la actual empresa Sociedad Anónima Belga de los Pinares del Paular, relata el escritor y naturalista Julio Vías, que trabajó en el pinar de joven, en verano, como guarda para controlar los incendios. Allí aprendió a amar este pinar en el que permanecía 10 horas al día, solo, pendiente del bosque. La explotación contaba también con un aserradero, que ha estado funcionando hasta ahora.

Vías considera que la adquisición por los belgas fue “providencial para su conservación”, porque otros pinares de El Paular desaparecieron para obtener beneficios inmediatos. “Incluso rechazaron sustanciosas ofertas para reconstruir poblaciones francesas destruidas en la Primera Guerra Mundial porque habría significado la tala de los árboles”, añade. Y a lo largo de los 100 años siguientes continuaron siendo “precursores y adelantados a los tiempos en ese sentido”. Las aves rapaces, consideradas durante décadas del siglo pasado como alimañas, también se beneficiaron de este pensamiento. “Jean Piere Lecocq, director de la compañía entre 1935 y 1967 tomó medidas para proteger al buitre negro que incluso hoy nos parecen avanzadas”, asegura.

También se refiere a ese beneficio ambiental Asunción Ruiz, presidenta de SEO/BirdLife. “Recuerdo como si fuera hoy mismo cuando empecé a trabajar en SEO y que Juan Vielva [entonces director del Parque Natural de Peñalara] me dijera que nunca podríamos pagar la sensibilidad y el cariño de la gestión de esta finca”, rememora. Vielva puntualiza que esa sensibilidad se produjo en la época en la que dirigía la empresa Alain Lecocq. “Iba personalmente revisando árbol por árbol”, cuenta. Una gestión que, en su opinión, cambió en los últimos años: “Metieron maquinaria pesada y ha sido terrible”.

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El consejero de la sociedad que explotaba el pinar, Nicolás Lecocq, no está de acuerdo con estas afirmaciones y asegura que su mantenimiento era el adecuado. “La extracción forestal está sujeta a planes plurianuales, a una supervisión… todo está muy vigilado y no te puedes poner a cortar árboles según te va apeteciendo”, explica. Además, “si se hubieran producido incumplimientos, la Comunidad de Madrid habría abierto algún expediente y eso no ha ocurrido”. Asegura que tras la venta le queda una sensación “agridulce”, de cierta pena porque en el pinar está toda su vida y la de su padre y su abuelo, pero a la vez de alivio porque la situación es tan complicada que era muy difícil continuar.

Voces de alarma por la gestión

La asociación ecologista Arba dio la voz de alarma por el deterioro del pinar. José Luis García, miembro de la organización, explica que cuando iba a andar por el monte le parecía que la forma de manejo era “un desastre y un atropello”. “Son lugares bastante sensibles y meter maquinaria más potente y mayor implica que no caben por los mismos sitios y que la destrucción de suelo va a ser mayor”, comenta. La falta de limpieza del bosque cuando se cortaban los árboles se convirtió en otro motivo de preocupación, “porque se podía convertir en una antorcha en caso de incendio”. La asociación comenzó a dirigir cartas al director del parque nacional, a la Comunidad de Madrid y al alcalde del Ayuntamiento de Rascafría. “No nos respondieron, pero mandamos notas de prensa a medios y publicamos en redes sociales”, indica Jesús Cruz, coordinador de Arba Valle del Lozoya. A raíz de estas acciones, la asociación Red Montaña les contactó y “se comenzaron a implicar otras asociaciones y personas de gran relevancia en la defensa de la sierra del Guadarrama.”. “Y ahora nos ha llegado el notición”, explica entusiasmado, aunque no han sido invitados al acto de entrega de llaves.

Vielva, en la actualidad director del Centro de Investigación del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama, advierte de que “este monte puede ser una joya, pero para ello no se puede explotar comercialmente como se estaba haciendo hasta ahora”. Es un bosque protector de la cuenca del Lozoya de la que beben los madrileños y hay que cuidarla, porque en estos lugares “vale más la sombra de un árbol que su madera”. “Hay que declararlo de utilidad pública e incluirlo dentro del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama”, concreta.

Parques nacionales, de momento, ha iniciado “un periodo de análisis” de la situación para decidir su “vocación futura” y las acciones a realizar para conservar sus valores “de forma compatible con otros usos del monte” de forma análoga a cómo se lleva a cabo en los Montes Matas y Pinar de Valsaín”. Y en ambos existe aprovechamiento maderero.

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