El Brexit, la única batalla que une a los conservadores


El domingo, 13 de diciembre, sonará la hora de la verdad para las negociaciones entre Bruselas y Londres sobre un acuerdo comercial para la etapa post-Brexit que se inicia el 1 de enero. Ese plazo, aparentemente perentorio, es el único acuerdo que ha trascendido tras la cena de trabajo celebrada el miércoles entre la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el primer ministro británico, Boris Johnson. Ambos se han reunido para tratar de impulsar in extremis un acuerdo comercial entre la UE y el Reino Unido que, por mínimo que sea, evite una drástica ruptura comercial tras la consumación definitiva del Brexit el próximo 31 de diciembre. Pero el encuentro, tras una discusión calificada como “franca” por fuentes británicas, solo ha constatado “que continúa habiendo grandes diferencias entre ambas partes y no está claro si se podrán superar”.

La cena, celebrada en la sede de la Comisión Europea, ha servido al menos para que los dos equipos negociadores, dirigidos por Michel Barnier en el lado europeo y por David Frost en el británico, puedan reanudar los contactos. Ambas partes han quedado en que “el domingo, como muy tarde, deberá tomarse una decisión firme sobre el futuro de las conversaciones”.

El encuentro arrancaba con un posado ante las cámaras, que estuvo marcado por un distanciamiento debido a la pandemia, pero muy simbólico de la situación. “Mantén la distancia”, le pedía Von der Leyen a Johnson ante los fotógrafos. “Ponte la máscara”, ordenaba después la presidenta. “Llevas este barco con mano de hierro, y haces bien”, sonreía Johnson.

Las negociaciones técnicas se interrumpieron el pasado lunes sin haber resuelto ninguno de los puntos que siguen en disputa. Las dos partes llevan nueve meses de negociación, pero desde hace semanas dan vueltas sin lograr avances significativos en torno a los tres puntos más polémicos: las garantías para evitar competencia desleal, los mecanismos de arbitraje en caso de disputa y las cuotas pesqueras para la flota europea en aguas británicas.

La cita de Von der Leyen y Johnson llegaba rodeada de pesimismo a ambos lados del canal de la Mancha. “Todavía hay posibilidades de llegar a un acuerdo, pero no creo que lo sepamos mañana”, señalaba horas antes del encuentro la canciller alemana, Angela Merkel, en una comparecencia ante el Parlamento de su país.

Y en Londres, poco antes de partir hacia Bruselas, Johnson había utilizado un tono desafiante durante su comparecencia ante la Cámara de los Comunes que presagia un desenlace sombrío de las negociaciones con Bruselas.

“Nuestros amigos de la UE insisten en estos momentos en que si aprobaran en el futuro alguna ley nueva y el Reino Unido no la acatara o adaptara a ella su legislación adquirirían el derecho automático a castigarnos o a contraatacar”, aseguraba el político. “Y además aseguran que nuestro país debería ser el único en todo el mundo sin derecho soberano sobre sus propias aguas. No creo que ningún primer ministro británico pudiera aceptar unos términos como esos”.

La cena del miércoles en la sede de la Comisión se celebraba a solo unas horas de la cumbre europea de jueves y viernes, un encuentro que, al menos sobre el papel, evitará inmiscuirse en la negociación del Brexit. “Los líderes europeos escucharán el informe que haga Von der Leyen sobre el estado de la negociación, pero no tienen intención de debatirlo”, señala una fuente europea al tanto de los preparativos del Consejo Europeo. Los 27 mantienen su respaldo al negociador jefe europeo, Michel Barnier, y no quieren involucrarse hasta que él dé por concluidas las negociaciones con Londres en un sentido u otro.

Downing Street también había querido restar expectativas al encuentro de Johnson con Von der Leyen. “Solo será una cena, una conversación entre dos líderes políticos”, afirmó la recién estrenada portavoz del Gobierno británico, Allegra Strattton. “El primer ministro será claro en su negativa a ceder el control de nuestras leyes y nuestras aguas territoriales, y esperará a ver cuál es la respuesta”.

Pero el tiempo se agota porque el 31 de diciembre marca el fin del período transitorio de la salida del Reino Unido del club comunitario, durante el que se han mantenido intactas sus condiciones de pertenencia al club y la vigencia de todas las normas europeas en territorio británico. Sin un nuevo acuerdo comercial, a partir del 1 enero el tráfico de bienes entre las dos partes del canal se verá sometido a aranceles, cuotas de importación y limitaciones que pueden tener un gran impacto en una relación muy fluida hasta ahora aunque menguante en términos relativos.

El mercado europeo fue el destino del 43% de las exportaciones británicas en 2019, lejos del 60% que alcanzaba a principios de este siglo, pero todavía con un volumen de 330.000 millones de euros al año. El mercado europeo todavía absorbe el doble de exportaciones británicas que EE UU, el país con el que Londres intenta también sellar, por ahora en vano, un acuerdo comercial post-Brexit. Además, para Gales, el territorio británico más dependiente del mercado europeo, la UE supone el 61% de sus ventas en el exterior.

Las exportaciones europeas de bienes al mercado británico superan los 400.000 millones de euros, con un superávit comercial abultado, sobre todo, para Alemania (más de 32.000 millones de euros). Pero la dependencia es menor, porque el Reino Unido solo supone el 18% de las exportaciones extracomunitarias de la UE.

A la dependencia comercial del Reino Unido respecto al mercado europeo se une la división política que provoca el Brexit en Londres, en claro contraste con la unidad mantenida por los 27 socios de la UE desde el referéndum de junio de 2016.

Por primera vez en muchos meses, el Brexit ha vuelto a ser objeto del cruce de reproches entre Johnson y el líder de la oposición laborista, Keir Starmer. Hasta ahora, este último había optado por la estrategia de esquivar un asunto que sigue dividiendo a su propia formación y limitarse a exigir a Johnson que cumpliera con su promesa de principios de año de lograr un “acuerdo listo para meter al horno”.

Starmer cree que ha llegado el momento de exigir al primer ministro que cumpla con lo prometido, pero se ha encontrado con una inesperada pirueta de su rival. El primer ministro ha dicho ahora que, cuando usó esa metáfora, se refería al Acuerdo de Retirada ya firmado con la UE el pasado enero. Johnson ha reprochado a Starmer su ambigüedad calculada, y ha asegurado que, sea cual sea el resultado de las negociaciones, el Reino Unido será “un imán para la inversión extranjera”.


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