El brote de la ómicron en Shanghái pulveriza el récord de casos diarios de China pese al estricto confinamiento


Más de 20.000 nuevas infecciones. China, que hasta la llegada de la variante ómicron había conseguido durante dos años mantener sus contagios de covid en apenas unas decenas diarias según los datos oficiales, ha pulverizado este miércoles su récord de contagios en 24 horas y ya dobla las cifras de hace solo cinco días. Casi el 90% de los casos, más de 17.000, se dan en la confinada Shanghái, donde crecen el descontento y las denuncias sobre el mal estado de los centros de cuarentena y los problemas para distribuir alimentos a los hogares en aislamiento.

La metrópolis más cosmopolita de China, de 26 millones de habitantes, se ha transformado en “una ciudad fantasma”, describe Bettina Schön-Behanzin, directora en Shanghái de la Cámara de Comercio Europea. Las calles están desiertas. Los comercios, cerrados. Algunas empresas y fábricas han pedido a parte de sus empleados que duerman en las instalaciones para garantizar que se llevan a cabo las operaciones imprescindibles y que no se detiene la producción.

Algunos de los barrios de Shanghái entraron en confinamiento hace 10 días, y la ciudad entera quedó en esta situación el viernes pasado. El aislamiento debía haberse levantado este martes, pero dado el número de casos, más de 16.000 nuevas infecciones en el informe de este miércoles, nadie se atreve a conjeturar cuándo los residentes podrán recuperar finalmente su libertad.

Sí se ha logrado un respiro en una de las medidas más polémicas, la que dictaba que los niños contagiados cuyos padres estuvieran sanos tendrían que quedar ingresados sin contacto con sus familias. Tras un aluvión de quejas en las redes sociales, y una protesta formal de consulados extranjeros, este miércoles las autoridades de Shanghái han anunciado que los menores en esa situación que sufran “necesidades especiales” podrán estar acompañados por sus padres. Estos deberán solicitarlo expresamente a los hospitales, y tendrán que firmar un documento en el que se responsabilizan de las consecuencias.

Pero continúan las quejas, y las denuncias sobre el efecto que el confinamiento está teniendo sobre la vida diaria y los negocios. “Estamos viendo una escasez grave de productos de primera necesidad”, apunta Schön-Behanzin. En algunos barrios, los comités de vecinos han enviado paquetes con verduras frescas a sus residentes, ante las dificultades para conseguir alimentos y productos de primera necesidad. En otros, los habitantes que solo se hicieron con alimentos para cuatro días —el tiempo que originalmente debía durar el encierro— ven cómo menguan sus reservas y la disponibilidad en las aplicaciones de compra electrónica y reparto se agota en cuestión de segundos cada día.

“Hay gente que cuenta que se levanta a las cuatro de la mañana y trata de encargar comida para ellos y para sus padres, porque especialmente para las personas mayores esto es una pesadilla. Se ha desarrollado una especie de mercado negro en el que se piden cifras astronómicas por la fruta y las verduras”, explica la directora de la cámara de comercio. “Algunos residentes han empezado a recibir algunos suministros en los canales de distribución del Gobierno municipal, pero unas pocas verduras no son suficientes para sustentar a la gente en un confinamiento”.

Zhao, un trabajador en artes creativas confinado desde el pasado viernes en el distrito de Xuhui, en Shanghái oeste, es uno de los afectados: aunque él y su compañero de piso hicieron compra el día antes del encierro, solo calcularon verdura para cuatro días. “Algunos comités de barrio han enviado bolsas con productos frescos a sus residentes, pero el nuestro, no”, explica por teléfono. Desde entonces, como muchos otros en la ciudad, han intentado conseguir vegetales frescos comprando al por mayor, a través de grupos formados ex profeso en las redes sociales. Sin éxito, hasta el momento. “Nos exigen comprar demasiada cantidad y no llegamos al mínimo. Al menos, tenemos un montón de cajas de fideos instantáneos para ir tirando”, se consuela.

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La subdirectora de la comisión de Comercio municipal, Liu Min, ha asegurado que las autoridades tratan de resolver los cuellos de botella en los suministros y garantizar la distribución de alimentos frescos a toda la población. Los esfuerzos se centran en el envío de productos desde otras provincias, y en incrementar la red de repartidores disponibles: muchos, como el resto de la ciudad, se encuentran confinados.

Otras denuncias afectan a las largas colas para someterse a las pruebas y al estado de algunos de los 62 centros de cuarentena. Este miércoles, el Gobierno municipal anunció que el gran centro nacional de convenciones, con una superficie de 150.000 metros cuadrados, se convertirá temporalmente en un centro de observación con capacidad para 40.000 personas. Sus críticos denuncian que estos lugares carecen de duchas y que se recomienda a los internos que lleven ropa interior desechable. “Son lugares de supercontagio, donde es muy fácil infectarse”, apunta Schön-Benhazin.

Cerca de 200 millones de personas, o una séptima parte de la población total de China, se encuentran bajo algún modo de confinamiento, según cálculos del banco japonés Nomura, citados por Reuters. Ciudades como Jilin, en el noreste y de 9 millones de habitantes, viven esta situación desde hace cerca de un mes. Puertos clave como Tianjin o Shenzhen también han experimentado medidas similares. Pero Shanghái es, hasta ahora, el mayor caso de confinamiento en China desde el bloqueo de Wuhan y casi toda la provincia de Hubei, de 60 millones de habitantes, al comienzo de la pandemia. Y ha puesto a prueba la estrategia nacional de covid cero, que impone rastreos y pruebas masivas, y la cuarentena centralizada de todos los infectados y sus contactos.

La capital económica china ha indicado este miércoles que llevará a cabo una nueva ronda de pruebas —una combinación de pruebas PCR y de antígenos— a todos sus habitantes, tras la completada el lunes. Las restricciones a los movimientos continuarán hasta que no se hayan analizado todos los resultados. En una medida que recuerda a los primeros días de la pandemia, Pekín ha enviado a 38.000 médicos de otras provincias y 2.000 militares para reforzar la asistencia sanitaria durante la crisis.

Sin visos de que Shanghái vaya a recuperar la normalidad de modo inminente, los analistas han comenzado a advertir de los costes económicos de la estrategia del “covid cero dinámico”. En una nota, el banco de inversión Natixis advierte del efecto de esa política en el consumo y calcula que indicadores como la movilidad del tráfico en autopistas se redujeron drásticamente en marzo y, aunque por encima de los del mismo periodo de 2020 —en la primera oleada de la pandemia—, se encuentran muy por debajo de los de 2021.

Durante el puente de esta semana en China por la fiesta de Qingming (similar al día de Difuntos en la cultura occidental), el Ministerio de Turismo contabilizó 75 millones de desplazamientos de vacaciones, un 26,2% menos con respecto al año anterior y solo un 68% de los efectuados en 2019. Schön-Behanzin apunta que, aunque las autoridades de Shanghái han mantenido técnicamente operativo el puerto de la ciudad, el más importante de China, su actividad ha descendido en un 40% en la última semana con respecto a la anterior, sin que otros vecinos, como el de Ningbo, puedan paliar por completo ese descenso.

Pero, pese a que en lo que va de año ha introducido alguna medida de flexibilización, como aceptar las pruebas de antígenos, Pekín no ha dado muestras de plantearse un cambio radical en su estricta política contra la covid. Entre otros motivos, debido al bajo porcentaje de vacunaciones entre la población de mayor edad. Entre los mayores de setenta años, únicamente la mitad cuenta con la pauta completa.

“China debe adherirse sin vacilación a la política de covid cero dinámico” y actuar “rápidamente mientras aumentan los casos de coronavirus”, subrayó este miércoles Mi Feng, portavoz de la Comisión Nacional de Salud, en una rueda de prensa.

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