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El ‘caso Stormy Daniels’, el cabo suelto de la trama rusa que ha puesto a Trump contra las cuerdas

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Stormy Daniels se dirige a los medios de comunicación en Nueva York, en abril de 2018.EDUARDO MUNOZ ALVAREZ (AFP)

La imputación de Donald Trump tiene algo de justicia poética para Stormy Daniels, cuando menos la reparación de una reputación arrastrada por los suelos y la satisfacción íntima de haberse atrevido a plantar cara al todopoderoso Donald Trump, que quiso comprar su silencio por 130.000 dólares sobre la relación que presuntamente mantuvieron. Casi siete años después de que el dinero cambiara de manos, Stormy Daniels, nombre artístico de Stephanie Clifford, se apunta ahora si no una victoria, sí al menos cierta recompensa, la del beneficio de la duda. El caso al que dio nombre es ya el proceso más grave contra un mandatario en la historia de EE UU.

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Desde que se conoció el affaire, han sido siete años de altibajos y de un escrutinio público continuo, y en condiciones desiguales: la poderosa maquinaria del magnate, contra la palabra de la actriz de cine para adultos, tildada de oportunista por denunciar una relación que habría tenido lugar una década antes. Daniels fue también víctima de su abogado, el mediático Michael Avenatti, a quien un tribunal de Manhattan condenó el año pasado por robar 300.000 dólares del anticipo editorial que la actriz iba a recibir por sus memorias. Avenatti había sido previamente condenado a dos años de cárcel por extorsión. En 2018 fue detenido por violencia machista.

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Daniels reveló en 2018, cuando Trump ocupaba la Casa Blanca, que habían tenido una aventura en 2006 en uno de los clubes de golf del magnate; un encuentro sexual en absoluto memorable, como contó después. La actriz recurrió a la justicia para declarar nulo el contrato de confidencialidad en que se basaba el acuerdo, alegando que Trump nunca llegó a firmarlo. Aparte de la batalla legal, Avenatti, que en apenas seis meses adquirió fama internacional, se embarcó en una agresiva campaña mediática que situó el litigio en el centro del debate político del país. No faltaron quienes creyeron que aquella causa podía llegar a hacer caer a Trump, porque fue el primer caso que le afectó directamente, con Daniels y Avenatti como feroz avanzadilla de lo que en su día se llamó “la resistencia” al republicano. Pero el intento de ambos de golpear judicialmente al mandatario resultó infructuoso: la demanda por difamación de Daniels contra el presidente, que la había insultado previamente, fue desestimada, y el juez la condenó a pagar 293.000 dólares en costas judiciales.

El caso salió a la luz como un cabo más de la investigación del fiscal especial Robert S. Mueller sobre las posibles conexiones entre el círculo de Trump y el Kremlin para interferir en los comicios de 2016, la llamada trama rusa, con el objetivo de supuestamente favorecer la victoria del republicano frente a la demócrata Hillary Clinton, y que dio origen al primer impeachment al que fue sometido. El asunto de alcoba entre adultos que entonces se convirtió en una amenaza para su presidencia, hoy es una vía de agua en su candidatura a la reelección.

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Clifford recibió el dinero a través de una entidad creada por Michael Cohen, exabogado personal de Trump, hombre para todo del magnate durante una década y, en la práctica, encargado del trabajo sucio, incluido el de amedrentar a periodistas demasiado críticos. Fue condenado en 2018 a tres años de cárcel tras declararse culpable de cargos que incluían violaciones de las normas de financiación de la campaña a consecuencia del pago a Daniels. Cohen, a quien Trump ha calificado de soplón y otros epítetos peores, acudió este mes dos veces a la fiscalía de Manhattan, donde declaró a puerta cerrada ante el gran jurado.

La actriz, que también compareció este mes, justificó en su día que firmó la declaración de confidencialidad tras haber sido amenazada para que guardara silencio sobre la aventura con Trump. Cohen fue el encargado de divulgarla a los medios de comunicación. Los representantes de Trump, y el propio magnate, han negado en todo momento que hubiera habido relación.

La empresa de Trump desvió el reembolso a Cohen del dinero que este pagó a Daniels para sufragar el pago de impuestos, según los fiscales federales que presentaron cargos penales contra el abogado. En total, Cohen recibió 360.000 dólares más una bonificación de 60.000 dólares por sus servicios. El pago a Daniels fue registrado fraudulentamente por la Organización Trump como “servicios legales”. Pero la confesión de Cohen reforzó la denuncia de Daniels, y ahora un gran jurado de Nueva York, compuesto por 23 personas con un quórum de 16 y una unanimidad necesaria de al menos 12, ha hallado indicios de que los dos decían la verdad, y que alguien mentía.

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