El chollo de los test gratis en Carabanchel

La realidad de Madrid se puede analizar desde observatorios muy diferentes. Uno, desde la primera línea, donde está Cristina Sanz, médica de familia en un centro de salud de Vallecas, uno de los barrios donde se practicarán test aleatorios para detectar positivos, porque el distrito es ahora sospechoso de contagios. Lo que tiene poca discusión son las cifras. Entre el jueves y el viernes, la Comunidad reportó 1.573 positivos en las últimas 24 horas, y otros 2.788 de días anteriores. No se trata de que haya un brote en una residencia o por una fiesta. Son 4.361 casos en 48 horas, el doble que la siguiente comunidad.

“Lo de los rastreadores llevábamos diciéndolo cuatro meses”, afirma Sanz. Y añade: “Es difícil encontrar rastreadores en lo público si pretendes que sea gratis y voluntario. Ahora, para la Quirón sí hay dinero. Se te quitan las ganas de todo. Mi centro de salud se ha quedado, tras varios positivos y vacaciones, con seis médicas de 16 que somos. No sé qué vamos a hacer. ¿No hemos aprendido nada? Llamo a uno de mis pacientes positivos. ‘Aíslate’, le digo. ‘Vivo con otros seis en 50 metros cuadrados’, me dice. No se puede sostener la atención primaria en sangre, sudor y lágrimas de los que estamos aquí. No puede ser”.

La situación también se puede observar desde la retaguardia. Allí está Isabel Díaz Ayuso. Su actividad consta en notas de prensa diarias a lo largo de estos cinco meses y medio.

Un epidemiólogo: “Hay un fallo garrafal de planificación”

Festividad del 2 de Mayo. Ayuso adopta un aire institucional. Las cifras que llegaban de contagios y fallecimientos daban un alivio a una región calificada por entonces como el epicentro de la pandemia en España. Fue así como la presidenta de Madrid mencionó la palabra “guerra” y calificó al virus como “el invasor”. Y dijo: “Algunas veces, durante esta batalla contra el virus, os ha faltado con qué protegeros y habéis salido a luchar con lo que teníais: os digo que no volverá a pasar. Con imaginación e iniciativa hemos hecho frente a lo peor, colaborando juntos, sin colores, ideologías ni prejuicios”.

Dos días después, el 4 de mayo, señaló en el Parlamento regional que no pactaría “con el desastre”, en alusión al PSOE. Dos días más tarde protagonizó un discurso de una hora y 10 minutos en el mismo foro, haciendo balance de su gestión. Algunas de sus frases eran mensajes que había repetido en alguna otra ocasión. Como la de “Madrid despertó a España”. “Fuimos los primeros en adoptar medidas con las residencias de mayores […] siempre fuimos por delante […] No hay ningún hospital del mundo que haya manejado 1.000 enfermos de coronavirus [refiriéndose al Ifema] […] Todas las semanas recibimos llamadas internacionales preguntando por detalles del proyecto”.

El 6 de mayo, la comunidad se postulaba para entrar en la fase 1 de la desescalada, que significaba el primer alivio a las duras medidas impuestas por el Gobierno central durante el estado de alarma. Madrid quería ir junto a autonomías que habían sufrido una incidencia baja de contagios y fallecimientos. Madrid estaba preparada, porque, según Ayuso, podría haber un millón de parados en la región a final de año: “Y eso supondrá disturbios”, advirtió.

Pero el día 7 saltó la noticia. Dimitió Yolanda Fuentes, la directora general de Salud Pública. En su carta exponía que la decisión de pasar a la fase 1 “no estaba basada en criterios de salud”. Madrid no había hecho los deberes en atención primaria y preparación para el rastreo de contagios, según el Ministerio de Sanidad.

Con el fin del estado de alarma y el paso a la nueva normalidad, la comunidad fue recuperando su actividad, como el resto de España. La crisis en los hospitales parecía acabada. El 8 de junio, Ayuso anunció una gran inversión de 50 millones en un nuevo hospital de 1.008 camas especializado en la pandemia. Era el nuevo Ifema.

Con las libertades recuperadas, la presidenta volvió a hacer énfasis en la prevención, acusando al Gobierno de Pedro Sánchez de no haber establecido controles de llegadas rigurosos en el aeropuerto de Barajas. Recuperaba así su discurso frentista, en el que afirma que se debe exigir a los pasajeros internacionales una prueba PCR en su país de origen al menos con 48 o 72 horas de antelación. Barajas era un “coladero de contagios”. La cifra de infectados que habían entrado en la comunidad por el aeropuerto era despreciable estadísticamente. Nunca llegó a 200.

Contrataciones

Mientras, Madrid seguía sin contratar rastreadores ni reforzar la atención primaria, el primer eslabón para detectar, tratar y seguir los nuevos casos. El vicepresidente, Ignacio Aguado, anunció en TVE el 13 de mayo que iban a contratar a 400 rastreadores. No dio fecha. El 28 de julio, la comunidad solo tenía 142 rastreadores y 40 personas para seguimiento telefónico, según el consejero de Sanidad, Enrique Ruiz-Escudero. Ese día, Ayuso anunció que doblaría la plantilla hasta llegar a 360.

El 7 de agosto, “por tratarse de una emergencia de carácter inaplazable”, Madrid anunciaba la contratación de 22 rastreadores a una entidad privada, Quirón Salud, que “cuenta además con las instalaciones y el equipo requerido para la realización de los trabajos”. Sin embargo, Quirón no estaba preparada. Dos días antes, publicaba una oferta en Infojobs para contratar a rastreadores.

“La primaria no se sostiene con sangre, sudor y lágrimas”, dice una médica

Tres meses y siete días después de aquel 13 de mayo, Madrid está en 6.481 casos diagnosticados en la última semana y suma varios fallecimientos. Hace unos días, el Gobierno regional anunció que “mañana” empezaría a hacer pruebas aleatorias entre una población de 19 a 49 años en varios distritos de la capital (Usera, Vallecas…) y en las poblaciones de Alcobendas y Móstoles.

“Los casos comenzaron a subir a partir del 21 de julio, el doble cada semana”, señala el epidemiólogo Fernando García, portavoz de la Asociación Madrileña de Salud Pública. “Esos datos hacen saltar la alarma en los hospitales. Madrid ya es la cuarta región con más incidencia. Este aumento se debe a la falta de previsión”.

“¿Por qué no se ha hecho lo que se tenía que hacer?”, se pregunta. “Imposible contestar a eso, porque se ha repetido por activa y por pasiva. Es un fallo garrafal de planificación. La dimisión de Yolanda Fuentes por las discrepancias con las decisiones políticas dejó a Salud Pública descabezada un tiempo. Y los profesionales están desmotivados, hartos, cansados…”.

Madrid está al ralentí, los turistas no han llegado y una parte de los madrileños están de vacaciones. Volverán en unas semanas. Se les espera para septiembre, con sus hijos, que deben regresar al colegio. Ese es el escenario a la vista. Ese y la cifra de contagios, hospitalizados, críticos y fallecidos que ningún algoritmo se atreve ahora a predecir, aunque la mortalidad haya bajado. La vida seguirá siendo igual o empeorará para Cristina Sanz, aunque no pueda más. Y las notas de prensa seguirán divulgando cada día nuevos hitos de la región y su presidenta, que este sábado, en otra festividad, cuando casi nadie se acuerda del aeropuerto (que registró la mayor caída de actividad de España, un 83%), repitió que Barajas era un problema.

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