El conflicto silencioso del Sáhara Occidental

El mensaje del Frente Polisario es claro: la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) ―el Estado saharaui autoproclamado en 1976― está en guerra con Marruecos para recuperar la tierra del Sáhara Occidental que ese país se anexionó en 1975. El 13 de noviembre de 2020, la organización dio por roto el alto el fuego vigente desde 1991, un reinicio de las hostilidades sobre el que el régimen alauí no se ha pronunciado. Este diario presenció, en una visita para periodistas organizada por el Polisario, un ataque desde posiciones saharauis, que fue respondido desde la zona controlada por el Ejército marroquí, en el otro lado de uno de los muros construidos por ese país en el territorio de la antigua colonia española.

Al atardecer del 14 de octubre, las milicias saharauis atacaron desde dos posiciones en la región de Mahbes. En esa zona se han producido el 83% de las 1.099 acciones militares que ha acreditado la Misión de las Naciones Unidas para el referéndum en el Sahara Occidental (Minurso) desde el 13 de noviembre de 2020 hasta el 31 de agosto de 2021. Desde el primer enclave, se lanzaron dos cohetes balísticos ―sin cabeza inteligente― de origen soviético desde un tubo fijo. Un fuerte zumbido avisó de su salida. El segundo ataque se efectuó con cañones de 24 milímetros desde una ubicación más próxima a uno de los seis muros flanqueados de minas que separan el área del territorio controlada por Marruecos ―el 80% del Sáhara Occidental― de la llamada “zona liberada”, la franja del territorio que domina el Frente Polisario.

A pesar de que a ocho kilómetros se veía una antena de localización de movimientos ―un radar― el objetivo eran bases militares marroquíes situadas a unos 10 kilómetros, según los responsables saharauis. La respuesta, que aparentemente procedía de la zona controlada por Marruecos, se materializó en al menos tres disparos de mortero de 120 milímetros ― “de fabricación francesa”, precisó Baali Hamudi Nayim, jefe de la sexta región militar del Polisario en Maghbes― dirigidos hacia ambas posiciones saharauis. La estridencia y el humo señalaron el impacto de un proyectil a menos de mil metros de donde se encontraba el grupo de informadores. Todos, combatientes y visitantes, corrieron para evitar que un posible segundo impacto acertara.

Esta acción había sido preparada para que la prensa asistiera a una operación militar por primera vez desde que el Polisario declaró la guerra. Hamudi advirtió, sin embargo, que no podían garantizar “el éxito del ataque” pues debían privilegiar la seguridad de los visitantes. “Lo de hoy ha sido excepcional por el riesgo de llevar a tantas personas en los vehículos”, comentó en el camino de vuelta a un campamento improvisado en la retaguardia compuesto por dos jaimas que, al final, tampoco albergaron a la comitiva ante el temor de que un dron detectara la ubicación de las tiendas. Después de una breve charla y de una cena rápida a base de arroz con carne de una cabra ―que habían llevado viva en uno de los vehículos de la caravana―, el grupo se desplazó a otro lugar. Unas mantas para dormir a cielo abierto fueron toda la protección contra el frío antes de regresar por la mañana a Argelia.

Miembros del Frente Polisario, este viernes.
Miembros del Frente Polisario, este viernes.ÓSCAR CORRAL

“Baja intensidad”

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Estas escaramuzas y los “intentos de infiltración” ―22 reconocidos por Marruecos― en la zona bajo control marroquí es lo que la ONU calificó recientemente en una de sus publicaciones de “hostilidades de baja intensidad, con informes periódicos de ambas partes de disparos a través de la berma”. Ese documento del 1 de octubre es, para Hamadi, “el reconocimiento de que hay una guerra, aunque Marruecos lo esté negando”. El jefe militar del Polisario aseguró que sus tropas “están en fase de calentamiento para lo que vendrá después”. Ahora, su intención es desgastar y destruir material. Saben que causan bajas, sostuvo, por las noticias de entierros de militares caídos que les llegan desde el otro lado de la barrera, aunque Marruecos guarde silencio al respecto.

“Que Marruecos niegue el conflicto nos da la ventaja de llevar la iniciativa y que ellos se mantengan a la defensiva, aunque tenga mejor y más nuevo armamento”, continuó Hamadi. “Las nuevas tecnologías nos han obligado a adaptarnos y extremar la seguridad”. El uso de drones por parte el ejército marroquí es una de las preocupaciones de los combatientes saharauis, cuya estrategia es de retirada y ocultación. Tienen prohibido, por ejemplo, encender ningún tipo de luz. Los vehículos se desplazan en la oscuridad del desierto. Los responsables saharauis no desvelaron, sin embargo, si ellos mismos usan estos dispositivos. Y los cambios de emplazamiento se producen constantemente ante cualquier sospecha de haber sido detectados.

Todos los combatientes saharauis aseguran que el conflicto irá a más. “No vamos a cometer los mismos errores que en el pasado. La guerra existe y tiene un recorrido político, pero no estamos dispuestos a [pasar] otros 29 años esperando”, advirtió el militar del Polisario. Una postura que comparte el veterano Dah Aomar Burhah (1948, Tirs, Sáhara Occidental), quien tomó las armas en 1975 contra Mauritania y Marruecos, y que se opuso al alto el fuego en 1991. Este saharaui aún recuerda cómo en aquella guerra tuvieron que hacerse con armamento, ropa, comida, a base de incursiones nocturnas en terreno enemigo. Ahora está seguro de que conseguirán lo que no lograron entonces. “Hay dos opciones: o liberamos nuestra tierra o seremos un entierro de mártires”.

Hamadi aseguró que los saharauis no deben cejar en su estrategia militar para apoyar lo que consideran logros diplomáticos. El 29 de septiembre, el Tribunal General de la UE anuló los acuerdos pesquero y agrícola con Marruecos porque implican la importación de productos del Sáhara Occidental sin haber obtenido el consentimiento del pueblo saharaui. Para el líder del Frente Polisario, Brahim Gali, estos fallos judiciales “confirman que la presencia de Marruecos en el Sáhara Occidental es una ocupación militar ilegal”, afirmó en una aparición pública en la wilaya (provincia) de Dajla, en los campamentos saharauis de la localidad argelina de Tinduf, durante la inauguración de un colegio el martes.

En el primer vuelo intercontinental a Tinduf ―tras la apertura de las fronteras después del cierre por la covid-19―, que llegó a los campamentos el día 11, viajaban también representantes de Izquierda Unida, Esquerra Republicana, Compromís, Geroa Bai y Más Madrid. Solo los representantes de esta última formación asistieron a la escaramuza militar junto al muro. El senador Pablo Gómez Perpinyà y el responsable de prensa regional de esa formación política, Luis Giménez, comprobaron en primera persona la situación y anunciaron su intención de plantear una pregunta en el Senado al ministro de Exteriores, José Manuel Albares. “Estamos muy preocupados con la escalada del conflicto y creemos que es una urgencia absoluta que la comunidad internacional, y en particular el Gobierno de España contribuya activamente a una resolución pacífica del mismo”.

Abdalá Arabi, representante del Polisario en España, sostuvo, por su parte, que dentro del Gobierno de coalición, es Unidas Podemos el partido más comprometido con ellos. Arabi recalcó, sin embargo, que, en general, en la política exterior de los sucesivos gobiernos españoles han primado los intereses económicos frente “a las aspiraciones del pueblo saharaui”. “Esta postura no concuerda con la solidaridad que nos ha mostrado siempre el pueblo español”, comentó.

Jóvenes frustrados

Los responsables saharauis sostienen que, en estas nuevas hostilidades con Marruecos, participan muchos jóvenes ―que se muestran ataviados con uniformes nuevos, sin apenas uso―. Están “frustrados” por la espera del referéndum de autodeterminación que fue condición para el alto el fuego de 1991, pero que sigue encallado y nunca llega, explicó Hamudi.

Uno de ellos es Chej Said, de 22 años. Nació refugiado en una tierra prestada y, cuando hace un año, el Polisario declaró la guerra, se alistó para combatir. Fue entrenado tres meses. “Y me fui al frente”, dijo. El 12 de octubre, Día de la Unidad Nacional en los campamentos de refugiados saharauis, regresó a uno de ellos: el que lleva el nombre de la ciudad de Dajla. Su tía Asisa nació española en Esmara, en el Sáhara Occidental, cuando el territorio estaba bajo la colonización de España. Allí vivió hasta cuatro años después de que Marruecos ocupara la zona y huyó caminando hacia los campamentos en territorio prestado por Argelia. Ahora su sobrino hace el camino inverso: “Estaré en el frente hasta que me muera o sea demasiado viejo. No me da miedo morir”, sostuvo el joven.

“El Sáhara, antes de Marruecos, era bello. Vivíamos en paz, dormíamos tranquilos, sin miedos”, rememora Asisa. La hermana de Sai, Safira, no se separaba de él. Lleva dos meses sin verle, ahora tienen un mes juntos hasta que el joven se vaya otros dos meses más allá de los muros minados del Sáhara. Ambos hablan el español aprendido en los veranos en Asturias. “Me hace ilusión que esté aquí, me da mucho miedo cuando se va”, terminó Safira.

Aunque el Polisario habla de avalancha de jóvenes dispuestos a alistarse, y el discurso generalizado en las conversaciones con ellos en los campamentos es a favor de la estrategia militar, no todos están de acuerdo. Pero esos saharauis no se atreven a expresarlo libre y públicamente.

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