Sus datos absolutos no son muy elevados, dado que esta isla con estatus de departamento de ultramar francés, de apenas 374 kilómetros cuadrados, tiene una población de 279.000 habitantes censados entre los que se han registrado poco más de 2.300 casos y 29 muertes. Pero si se atiende a las cifras relativas, a 15 de junio Mayotte contaba con 8.434 contagiados por millón de personas. Por comparar, miremos a Sudáfrica otra vez: 894 contagiados por millón. En su patria madre, Francia, los indicadores muestran una caída regular de la circulación del virus en todos los departamentos que llevó al presidente, Emmanuel Macron, a declarar el pasado 15 de junio la primera victoria del país sobre la pandemia y a poner fin a buena parte de las medidas de contención del virus. Solo Mayotte y la Guayana Francesa permanecen en el nivel de alerta naranja.
Mayotte pertenece a la Unión Europea como región ultraperiférica, el mismo estatus que, por ejemplo, las Islas Canarias, Madeira o Azores. Fue cedida a Francia hace casi dos siglos, y en 1976 los mahorenses votaron seguir siendo franceses, al contrario que otras islas del archipiélago, las actuales Comoras, que prefirieron independizarse. Y aunque Francia ha realizado ciertas inversiones en infraestructuras y desarrollo en su joven dominio africano, la realidad es que es la más pobre de todas las regiones francesas y las estrecheces son el pan de cada día de buena parte de sus ciudadanos.
El 14 de marzo se detectaba el primer caso del nuevo coronavirus en Mayotte en un viajero que regresaba de la región francesa de l’Oise. Solo tres días después, la isla entró en un periodo de cuarentena que aún no se ha aliviado del todo. La pobreza, el hacinamiento, el desempleo, la salud y hasta la religión y la naturaleza son los factores que se han mezclado en una tormenta perfecta para desatar la pandemia en este rincón del planeta.
El territorio francés con más desempleo
Aunque sea un territorio perteneciente a un país rico, Mayotte es el más miserable y el que ostenta más paro de Francia: el 84% de la población vive por debajo del umbral de la pobreza y el 30% no tiene trabajo, según datos del Instituto Nacional de Estadística francés.
La precariedad conlleva malas condiciones de vida en lo que se refiere a la calidad del alojamiento. Se ha demostrado que el confinamiento ha sido una medida beneficiosa para evitar la propagación del nuevo coronavirus, pero en países ricos más que en otros empobrecidos. En Mayotte no ha sido posible cumplirlo para miles de familias. “Ketsi dagoni”, “quédate en casa” en lengua shimaore, es lo que se decían los mahorenses al comienzo de la pandemia. Ha sido complicado para el 40% de los habitantes, que residen en infraviviendas fabricadas a base de madera, chapa e, incluso, tierra. Los hogares de la isla no suelen contar con electrodomésticos y el acceso a banda ancha está también muy por detrás de los estándares nacionales: solo el 17% de los hogares la posee, cuatro veces menos que en Francia.
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Varias pasajeras cubiertas con mascarilla esperan un taxi en Petite-Ile, en Mayotte. ALI AL-DAHER AFP
En la misma línea de las carencias anteriores está el acceso a agua y saneamiento, fundamentales para poder llevar a cabo prácticas de higiene que previenen enfermedades como el lavado de manos. Uno de cada tres residentes de Mayotte no tiene ni un grifo en casa. “Más de la mitad de la población se ve afectada por este fenómeno”, explica por teléfono el periodista local Cyril Castelliti. “Mayotte reúne muchos barrios pobres que se han creado de manera informal por inmigrantes que vienen de Comoras, que es un país pobre, con la esperanza de tener una mejor situación. Pero se encuentran en situaciones muy precarias y a menudo se instalan en estos barrios marginales”.
Cumplir con la distancia social no es fácil debido a la alta densidad de población: hay 690 habitantes por kilómetro cuadrado, una cifra solo superada por París y otros grandes distritos cercanos a la capital francesa. De hecho, en municipios insulares como Petite-Terre, Dzaoudzi y Pamandzi, la densidad es de 2.700 habitantes por kilómetros cuadrado. Así, no es de extrañar que sea frecuente el hacinamiento en los hogares: las encuestas nacionales revelan más de la mitad de los hogares están superpoblados (56% frente al 5% de Francia).
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Fotografía del hospital de Mamoudzou, el único de la isla de Mayotte, que ahora está recibiendo apoyo de 70 sanitarios del Ejército francés. ALI AL-DAHER AFP
“El hacinamiento ha favorecido la epidemia, igual que la dificultad de aplicar medidas de barrera en casa, pues en ellas suele haber cinco o seis personas en la misma habitación”, describe en un correo electrónico Christophe Caralt, médico del servicio de urgencias del hospital de Mamoudzou, el único de la isla. “Hay dificultades también para lavarse las manos y para comprender una enfermedad que se transmite por gotitas”. Para Castelliti, el confinamiento no es una opción. “Desde mi punto de vista y el de la mayoría de las personas que estamos aquí, no podemos confinar a la gente en chozas de chapa con tanto calor, sin agua ni electricidad. Hacerlo sería sería inhumano”.
Como ocurre en otros muchos países de África, en Mayotte viven miles de personas que sobreviven gracias a trabajos informales y que, si un día no salen a buscarlo, al siguiente no tienen que comer. Estas personas no tienen otra opción más que saltarse el confinamiento. El Instituto de Estadística francés calcula que las empresas sumergidas (es decir, no reconocidas por las autoridades fiscales), representan dos tercios del total. Principalmente, se concentran en el sector comercial (venta ambulante de frutas, bebidas y pequeños super mercados), la reparación de automóviles y otros servicios, y suelen ofrecer trabajos irregulares con salarios de pura subsistencia. Los elevados niveles de analfabetismo (más de la mitad de los adultos no leen ni escriben correctamente) no ayudan al desarrollo de la isla.
Un desierto sanitario
Los medios de comunicación franceses se suelen referir al sistema de salud de Mayotte como “un desierto sanitario”. Por una parte, la isla ya iba mal antes de la pandemia: solo cuenta con un hospital y cuatro centros de referencia, 353 camas y 258 médicos en toda la isla, una ratio de 0,9 doctores por cada mil habitantes. Es una cifra muy baja si se compara con la media francesa, que es de 3,4 por mil habitantes, aunque un poco mayor que el promedio regional, pues África subsahariana cuenta con 0,2 médicos por mil habitantes.
Un grupo de sanitarios protesta con un paro en su jornada laboral contra la inseguridad provocada por la delincuencia en el centro de salud de Kahani, en Mayotte, el 2 de junio de 2020. ALI AL-DAHER AFP
La salud de los isleños también presenta problemas, pues existe una alta prevalencia de diabetes (10,5% frente al 5% de Francia) y de obesidad, especialmente en mujeres (47,5% frente al 17,5% de Francia). Ambos son factores de riesgo que complican la recuperación de un paciente de covid-19. Por si esto no fuera suficiente, Mayotte se está enfrentando estos meses a una doble amenaza sanitaria: el nuevo coronavirus y un brote de dengue que se expande con rapidez. A 6 de mayo, la Agencia Regional Sanitaria informaba de 3.684 casos confirmados, 340 hospitalizados y 16 muertes.
La inmigración y el despertar de un volcán
Pese a que las condiciones de vida en Mayotte son más deficientes que en el resto de territorios franceses, siguen siendo mejores que en otros lugares cercanos. Casi la mitad de la población está formada por migrantes, aquellos que vienen de Comoras en kwassa kwassa (pateras) y que ven Mayotte como un lugar privilegiado, “casi rico”, juzga Castelliti. A ellos se les atribuye la saturación de unos servicios públicos ya de por sí al límite. De hecho, la mayoría de los recursos del sistema sanitario de la isla se destinan a las mujeres parturientas en situación irregular, responsables del 75% de los casi 10.000 nacimientos que tienen lugar cada año en esta isla. “La inmigración ilegal lleva al hecho de que actualmente el 50% de la población de Mayotte sea clandestina”, asegura Mansour Kamardine, que es político de Los Republicanos y diputado por Mayotte en la Asamblea Nacional.”Eso conduce a la existencia de asentamientos informales con condiciones propicias para la propagación de la covid-19, con la imposibilidad de limitar a una población que vive al día y que deriva en una delincuencia violenta significativa”, opina por correo electrónico.
Como prueba de esta confrontación están los resultados de la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales: el partido ultra conservador de Marine Le Pen, el Frente Nacional, obtuvo mayor porcentaje de apoyos aquí (casi un 43%) que la media de Francia (34%). Dos de los últimos incidentes relacionados con el rechazo de la población local hacia el extranjero ocurrieron en un espacio de pocos días en las localidades de M’Tsahara, en el norte de la isla, y en Kani Bé, al sur. En ambos casos, centenares de vecinos trataron de impedir el rescate de heridos hallados en las costas de la isla y que, supuestamente, habían llegado en patera.
Las grandes concentraciones son otro de los factores que propician la expansión del virus. Aunque la Prefectura prohibió las manifestaciones de más de diez personas durante la pandemia, estas ocurren. Por ejemplo, el pasado 31 de mayo, entre 500 y mil personas se reunieron para quejarse por la “inseguridad y la delincuencia” en la isla. Las reuniones con motivo de la celebración del Ramadán, entre abril y mayo, también han podido ser una fuente de contagio en este territorio de mayoría musulmana. Desde su comienzo, el confinamiento casi no se respetó, según declaraciones de la directora de la Agencia Regional de Salud, Dominique Voynet, recogidas por medios mahorenses. “Hay gente en las mezquitas, multitudes en los funerales, reuniones nocturnas de jóvenes en torno a peleas de boxeo tradicionales” y un “creciente descontento social”, mencionó. Sin embargo, Kamardine no lo ve así: “La evolución de la epidemia muestra que el Ramadán no tuvo impacto, ya que los residentes tuvieron en cuenta las instrucciones de seguridad sanitaria”.
Noticia del canal Mayotte la 1ere sobre la protesta vecinal en Kani-Bé ante una evacuación sanitaria.
Para terminar, aún se puede agregar un ingrediente más a esta ensalada de infortunios: a mediados de marzo, y en pleno clima de incertidumbre propio del inicio del confinamiento, Mayotte fue sacudida por un terremoto de magnitud 5.8. La razón: nada menos que un volcán submarino aún en formación a 50 kilómetros de la isla. “Si ya estabas estresado por la pandemia, imagina la ansiedad cuando te despiertan los temblores”, escribía Castelliti en su cuenta de Twitter.
Y ahora, ¿qué?
Ahora mismo, 70 militares del Ejército galo están desplegados en Mayotte, trabajando codo con codo con el personal sanitario del único hospital del país. A principios de junio, aterrizó en la isla un avión cargado con 16 de ellos, 6,5 toneladas de material médico y con la propia ministra de Ultramar, Annick Girardin, que visitó a los mahorenses para transmitirles que el Gobierno no se había olvidado de ellos. Pero, con nuevos casos confirmados cada 24 horas, las autoridades consideran que el virus sigue activo. “La situación sanitaria es estable, el virus sigue circulando, con 10 a 15 nuevos casos por día, pero desde el 2 de junio no hemos tenido nuevos ingresos en la unidad de cuidados intensivos por dificultad respiratoria”, describe el doctor Caralp. “Todavía tenemos algunos casos, pero de pacientes menos graves, o asintomáticos, o que vienen por otras enfermedades”.
La necesidad más acuciante para los mahorenses es la realización de más pruebas, piensa Castellii, pues ahora el número ha sido escaso (nueve mil por millón de habitantes). Y, por supuesto, una mayor inversión a todos los niveles. “Es intolerable que una potencia como Francia deje a uno de sus departamentos en semejante situación económica y sanitaria. No es digno”, critica el periodista, que menciona a continuación la urgencia de crear vivienda, infraestructuras, hospitales, de inyectar dinero público para que deje de ser el departamento más pobre del país… De no olvidarse de Mayotte. “La gente votó para seguir siendo francesa, están muy apegados a Francia, pero ¿qué está haciendo Francia a cambio?” se pregunta.
Aunque algunas medidas se han relajado, —los colegios se han reabierto, igual que las terrazas y los pequeños comercios—, recientemente el Consejo Científico francés, que ha estado asesorando al Gobierno central en la gestión de la pandemia, declaró que no era recomendable aliviar el confinamiento en la isla del Índico. “Si el desconfinamiento es más rápido y más general, creemos que tendremos más casos, con una ola más alta y más brutal”, y “una meseta epidémica hasta julio”, vaticinaba hace un mes Voynet. Kamardine no está de acuerdo: “Es necesario revitalizar la economía y, por lo tanto, preservar el empleo y la capacidad de financiar la Sanidad. En términos de salud, no restringir no es lo que cambiará la situación, sino realizar pruebas, pruebas y pruebas para tratar y controlar focos epidémicos”.
Así, lo que sigue en la agenda de todos los vecinos son las próximas elecciones municipales, que debian haber tenido lugar en marzo pero, a causa de la pandemia, se retrasaron hasta el 28 de junio. A escasas semanas de su celebración, nadie se plantea su aplazamiento.
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