Lo veíamos en la distancia y nadie imaginaba la magnitud de lo que comenzó en una región de China. Está aquí y ha venido para modificar nuestro día a día.
Cualquier cosa que pase desde este momento debemos asumirla casi como una orden. Es tiempo de apelar a la responsabilidad individual al servicio del colectivo.
Hace siete días estábamos pendientes de un partido que podía darle el pase al Athletic a la final de Copa y hoy sabemos a ciencia cierta que el 18 de abril no va a haber final en Sevilla. Los miles de aficionados/as que habían reservado hoteles, albergues, pensiones y casas en Sevilla o vuelos pelean con las diferentes compañías cómo no abonar esas cantidades que ahora les dicen no se pueden reembolsar. ¡Quién podía pensar que esto iba a suceder!
La buena noticia es que se aplaza, no que se juega a puerta cerrada. Esta opción era del todo absolutamente impensable. Habrá que esperar a que pase la tormenta sanitaria y podamos conocer cuál va a ser la fecha para volver a la emoción de los preparativos y todo lo que conlleva una cita de este tipo.
Estamos viviendo la era de la virtualidad. No estamos con los deportistas y lo que nos llega son imágenes y sonido que graban desde los mismos clubes con el fin de poder trasladarlo a nuestros lectores, oyentes y televidentes. Es tan raro que tienes la sensación de estar viviendo otro mundo, otra era.
La única pata que falta por reorientar es la de los profesionales. Me extraña y mucho que el circo siga a puerta cerrada y que los que lo hacen posible asuman jugar así, sin público, sin alma y sin lo más importante de los clubes, sus aficionados. Por eso creo que en las próximas horas igual tenemos noticias al respecto y quien alce la voz sea el colectivo de futbolistas. Si estos cuelgan las botas, ni el césped vamos a ver.
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