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El crimen de Jéssica Méndez, la historia de una obsesión


Antisocial, solitario y sin trabajo conocido. Así ha descrito la Policía Judicial a José Eirín, de 41 años, el hombre que ha sido encarcelado por el asesinato el pasado día 17 de Jéssica Méndez, de 29. Su coche, el arma del crimen, embistió a 100 kilómetros por hora el de la mujer cuando esta hacía un stop en una carretera comarcal de la localidad pontevedresa de Barro. Ella entró en coma profundo e irreversible en el hospital, donde falleció.

Las pruebas, según los investigadores, descartan con rotundidad que se trate de un accidente de tráfico y describen la acción premeditada de un acosador, obsesionado con la víctima desde hace años, aunque ella nunca quiso denunciarlo. Sin empleo y con solo dos años cotizados a la Seguridad Social, Eirín dedicaba parte de su tiempo libre a vigilar a su objetivo.

Con absoluta frialdad, durante más de una hora de interrogatorio en el juzgado, el detenido negó los cargos. Dijo que no pudo frenar el coche y que no tenía intención de hacer daño a la mujer, a la que, según él, apenas veía. Aseguró que la relación entre ambos se limitaba a un hola y adiós. Pero el atestado de la Policía Judicial desmontó su versión, y aunque los hechos apuntaban a un posible homicidio, el juez de Caldas de Reis (Pontevedra) motivó su auto como un supuesto asesinato para enviarlo a la cárcel.

La ausencia de huellas de frenada en el asfalto en una recta y la velocidad con la que el coche de Eirín impactó contra el de Méndez, que estaba parado, desplazándolo más de 15 metros, indican que el hombre actuó premeditadamente. “Él era consciente de que el choque a tanta velocidad contra la puerta de la conductora podía ser mortal, y eso es lo que pretendía, porque no hay dudas de que iba a por ella”, ha comentado uno de los agentes que redactaron el atestado.

El detonante del crimen se halló a las pocas horas, cuando la víctima todavía se encontraba en el hospital. Los testimonios recabados por los agentes han sido coincidentes. Describen a un psicópata, obsesionado con Méndez desde que esta era adolescente, pero ella siempre lo rechazó y le quitaba importancia a su comportamiento obsesivo. “Déjalo, ya se le pasará”, solía decirle a Ismael, su novio. Así pasó el tiempo y nunca lo denunció.

Nadie de su entorno podía suponer semejante desenlace. Ninguno de los testigos que interrogó la Policía Judicial temieron en algún momento por la vida de la mujer, aunque sumidos en la desolación, sus padres todavía no han podido declarar. Su versión será de gran interés para los investigadores. De hecho, las familias de la víctima y su agresor eran vecinas y siempre mantuvieron una relación de amistad. Solían comer juntos y se ayudaban en las tareas de la huerta, algo habitual en los pueblos pequeños donde todos se conocen. En alguna de estas reuniones familiares, Eirín intentó coger la mano de Méndez o tocarla debajo de la mesa. Él dejó claro que la chica le gustaba, pero ella nunca salió con él ni tuvo la intención de hacerlo. Estos detalles los había comentado en casa con naturalidad.

Otros testimonios también han apuntado a que Eirín había quedado marcado por el suicidio de su padre, unos años antes. Él lo encontró ahorcado con una cuerda y eso le cambió el carácter completamente. La Policía cree que el enamoramiento hacia Méndez dio paso a una obsesión al sentirse rechazado cuando esta comenzó a salir con Ismael y la pareja se marchó a vivir al vecino pueblo de Portas.

“Una obsesión enfermiza que llegó a tal punto que los padres de Jéssica instalaron una cámara de vigilancia después de que su hermana lo sorprendiera en el interior de la finca”, subraya la Policía. En los cinco últimos años, Eirín rajó seis veces las ruedas del coche de la mujer, aunque su padre solo lo denunció una vez, en 2019.

No hubo entre ambos una relación sentimental, por lo que judicialmente el caso no se instruirá como violencia de género. Tampoco los teléfonos móviles han aportado indicios, aunque Méndez sospechó que una noche Eirín le hizo hasta 30 llamadas. Sin embargo, los investigadores han apuntado que podría existir el agravante por género y admiten que el caso es complejo.

Tras el visionado de las cámaras, la policía ha reconstruido los últimos momentos de la vida de Méndez. Ese jueves 17, su plan era ayudar a su hermana, empleada en una fábrica de procesar bacalao, en las tareas de la casa donde vivía con su abuela antes de ir a Cambados, donde trabajaba en una tienda de ropa. Ella salió de casa a las 9.30 y unos minutos después fue arrollada en un cruce. En el informe complementario que está elaborando la Policía Judicial, los agentes esperan poder acreditar que el presunto asesino esperaba en el coche a Méndez para ejecutar un plan que intentó encubrir como un accidente de tráfico.


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