“No se basa en la ciencia”. Esta es la acusación que el Gobierno de Joe Biden ha hecho sobre la prohibición por parte de México de la importación y uso de maíz transgénico y su inseparable herbicida acompañante, el glifosato. El decreto, publicado primero en diciembre del año pasado y de nuevo este lunes, ha resucitado el controvertido debate sobre esta biotecnología para la que la ciencia carece de un consenso. En esta polémica hay científicos en ambos lados.
Los cultivos transgénicos han sido diseñados desde la semilla para resistir insectos y plagas, lo que previene pérdidas millonarias a los agricultores. Los cultivos más comunes que utilizan esta biotecnología son la soja, el algodón y el maíz, el cual representa para México un pilar cultural ancestral. Los cultivos transgénicos son diseñados, además, para crecer sin que sea impactado por el uso del glifosato, un herbicida barato y muy popular cuyo nombre comercial es Roundup, de la multinacional Monsanto. El maíz transgénico está diseñado para cultivarse con el glifosato, explican especialistas, por lo que una prohibición del uso del glifosato en el maíz tiene que venir acompañado de una prohibición del cultivo transgénico.
México compra alrededor de 3.000 millones de dólares de maíz transgénico estadounidense cada año, por lo que la prohibición le representaría pérdidas enormes al sector agricultor en ese país. El acuerdo comercial firmado entre México, EE UU y Canadá, el TMEC, no permite las prohibiciones de importaciones, de manera que la Casa Blanca ha expresado su inconformidad con la prohibición del presidente Andrés Manuel López Obrador, argumentando que no está basada en la ciencia. EE UU considera escalar la disputa y abrir una etapa de consultas. De no resolverse, un panel independiente pudiera resolver la controversia. En México, el Consejo Nacional Agropecuario (CNA) ha dicho que se arriesga el 42% del Producto Interno Bruto (PIB) de la agricultura en el país. Mientras tanto, la firma de análisis Grupo Consultor de Mercados Agrícolas asegura que la prohibición incrementará el precio de la tortilla en ciertas regiones de México.
“México es centro de origen de más de 55 razas de maíz”, informó en un comunicado el lunes la Secretaría de Economía. “La política de seguridad alimentaria del Gobierno de México consiste en preservar este patrimonio biocultural. Asimismo, se promueve la preservación de las prácticas agroecológicas de nuestras comunidades campesinas, la milpa y la riqueza gastronómica”, agregó.
Falta de consenso
Llegar al fondo de lo que dicta la ciencia sobre el impacto de los cultivos transgénicos resulta un ejercicio imposible, ya que hay científicos que aseguran que ni los transgénicos ni el glifosato tienen consecuencias preocupantes en la salud humana, en la biodiversidad y en el medio ambiente y hay científicos que aseguran lo contrario. Esto llevó a la prestigiosa Academia Nacional de Ciencias de EE UU (NAS, por su sigla en inglés), la cual acumula 190 premios Nobel, a verificar los resultados de más de 1.000 investigaciones sobre el tema. El resultado fue un reporte de 408 páginas publicado en 2016 considerado hoy el más completo.
Esto fue lo que encontró: mientras que los cultivos genéticamente modificados sí previenen las pérdidas por plagas y hierbas, no hay evidencia que concluya de manera contundente que el uso de cultivos transgénicos incrementa la producción de manera significativa; tampoco hay evidencia de que los transgénicos sean causa de problemas de salud en los humanos; sin embargo, el reporte reconoce la evidencia de que su acompañante, el glifosato, daña la salud del ser humano es irrefutable.
Monsanto, adquirida por Bayer en 2018, ha tenido que pagar miles de millones de dólares por daños. En 2018, un jurado en California le ordenó a la empresa pagar 78 millones de dólares en daños a un jardinero a quien se le diagnosticó linfoma no hodgkiniano por usar Roundup. En marzo de 2019, un propietario en el mismo Estado recibió 80 millones después de que le diagnosticaran el linfoma después de 30 años de rociar Roundup en su propiedad. Una pareja, también en California, recibió 2.000 millones en daños a finales de 2019 después de recibir el mismo diagnóstico.
En su reporte, la NAS hace un llamado a los legisladores y los Gobiernos para exigir mayor transparencia por parte de las empresas vendedoras de productos transgénicos, como Monsanto, la cual es notoriamente opaca. Además, el reporte reconoce que los insectos y hierbas se están adaptando a los transgénicos y al glifosato, creando “superbichos”. Esto pone en perspectiva el uso de transgénicos como una solución a futuro.
Prohibiciones en Europa
A partir de estos hallazgos, Europa ha respondido con política pública, asegura Emmanuel González-Ortega, doctor en biotecnología e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) en México. A pesar de que la Unión Europea ha sido laxa ante el cultivo de transgénicos, la mayoría de los países, en lo individual, han prohibido los cultivos. “¿A qué responde que en regiones del mundo como Europa se ponen estas normativas y en países como el nuestro no?”, dice el académico, “la respuesta es al acceso a la información, al respeto al derecho a la información de la población, de los consumidores, algo que en México es muy necesario”.
El uso de glifosato ha tenido un camino alterno, ya que, si bien los cultivos genéticamente modificados se acompañan del herbicida, este se usa también en cultivos convencionales. Austria anunció que prohibiría el uso de Roundup después de 2022. Francia prohibió el empleo del Roundup de Monstanto en 2019 y anunció que eliminaría totalmente el herbicida para 2021. Otros países europeos, incluidos Bélgica, República Checa, Dinamarca, Grecia, Italia, los Países Bajos, Portugal, Escocia, Eslovenia, España, Suecia, Suiza y el Reino Unido, han anunciado que prohibirán o consideraran imponer restricciones al uso de Roundup.
La ciencia admite una relación entre el uso del glifosato de largo plazo y el cáncer de tipo linfoma no hodgkiniano, pero no existe un consenso sobre el impacto del herbicida en el consumidor de los granos y cultivos que lo utilizan. González-Ortega y su colega, la agrónoma Mariela Fuentes, también doctora en ciencias, publicaron en 2022 un estudio sobre el impacto del glifosato en los microorganismos del suelo. “Hay un desequilibrio de la microfauna y fauna del suelo al usar el glifosato”, dice Fuentes, “y también se ha demostrado que el uso excesivo de agroquímicos, incluyendo glifosato, disminuye las poblaciones de las abejas y estos animales son uno de los indicadores principales de la salud de los sistemas ecológicos”.
En los comunicados emitidos por la Representante Comercial de Estados Unidos (USTR por sus siglas en inglés), no se menciona la palabra glifosato. En cambio, se refieren a la disputa como un asunto sobre “el maíz genéticamente modificado y otros productos”. Una llamada y un correo de este diario a USTR sobre su postura en torno al glifosato no fueron respondidas.
Las tendencias comerciales de salud no esperan a la ciencia y uno de los ejemplos más claros es la promoción de los alimentos orgánicos y el auge de la “medicina funcional”, un movimiento entre médicos y especialistas de la nutrición que buscan curar los problemas de salud desde la raíz, no solo la sintomatología. Entre uno de sus pilares está la exclusión de los granos de la dieta, precisamente por su contenido de glifosato, el cual, aseguran, puede causar enfermedades auto inmunes o gastrointestinales y alergias. En todo caso, el mercado de la comida orgánica, un calificativo ambiguo que promete productos libres de químicos tóxicos, genera dos clases de ciudadanos: los que pueden costearla y los que no.
“La producción de alimentos sanos implica también conocer las cadenas de producción y las cadenas de comercialización,” opina Fuentes, “los productos orgánicos, entre comillas, están destinados para una clase media de clase media alta con un alto poder adquisitivo. Erradicar el hambre y tener una alimentación sana en toda la población tiene que haber una planeación estatal, gubernamental, con subsidios diferenciados para producción de alimentos sanos”.
El voto agrícola
“Para México el tema del maíz con glifosato es de seguridad humana, en tanto que para Estados Unidos es de prioridad político electoral”, escribió en un reporte el economista Ignacio Martínez, coordinador del Laboratorio de Análisis en Comercio, Economía y Negocios (LACEN) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), “ya que Biden quiere arrebatar esta bandera al partido republicano de cara a las elecciones del 5 de noviembre de 2024, puesto que el voto agrícola incide en la permanencia del partido demócrata en la Casa Blanca”.
En un intento por suavizar las tenciones bilaterales, la Secretaría de Economía publicó un nuevo decreto el lunes que reemplaza el anterior y rebajaba la prohibición. En él, hace diferenciaciones en los usos del maíz trangénico, para forraje versus para alimento humano, de manera que las restricciones son menores. Sin embargo, los agricultores siguen preocupados por las posibles consecuencias de la disputa con EE UU, así como por la falta de alternativas al glifosato.
“Se ha logrado avances al permitir que el maíz blanco o amarillo OGM importado se pueda utilizar para consumo animal e industrial”, dijo GCMA en un comunicado, “pero no está claro que sucede si no se alcanza la suficiencia de abasto nacional e importado de maíz sin glifosato”.
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