Las mejoras técnológicas en el diseño de aros, tablas y soportes de las canastas de baloncesto han hecho que la imagen de un jugador destrozando un tablero de baloncesto en mil pedazos tras un mate espectacular sean ahora excepcionales, pero hubo una época en la que era bastante habitual que ocurriera una acción de este tipo. Los ‘asesinos’ de los aros acostumbraban a ser jugadores con una gran capacidad de salto y mucha fuerza. El último depredador de los tableros en la NBA se puede decir que fue Shaquille O’Neal, un ‘Shaq’ que según sus cálculos considera que ha destrozado una veintena en su carrera.
Anteriormente fue muy famoso por sus mates monstruosos otro pívot de gran tonelaje, Darryl ‘Chocolate Thunder’ (Trueno de Chocolate) Dawkins, quien además le ponía a sus ‘dunks’ nombres poéticos. Y mucho antes, en la década de los 60, también fue célebre en la NBA Gus Johnson. Hay varios jugadores famosos que se cargaron tableros. Por ejemplo, Michael Jordan lo hizo en un partido que jugó en Italia y que servía de presentación de la Lega, en 1985, lo que causó una gran conmoción, porque era una época en la que en Europa aún llegaban acciones espectaculares de la NBA en pequeñas dosis. También es muy recordado, por ejemplo, lo que hizo Arvidas
Sabonis, con 20 años, en el Torneo de Navidad del Real Madrid de 1984, cuando metió un mate tremendo que trituró por completo el tablero y casi a un temerario Alfonso del Corral en su intento de taponarle.
Lo que hizo Charles Hentz, sin embargo, merece ser recordado, ya que este jugador, al que apodaban ‘Helicopter’ (Helicóptero) por su enorme capacidad de salto, se cargó dos tableros en un mismo partido y ya no se pudo jugar más, porque no había más canastas de recambio.
Hentz era un alero de 1,97 que salió elegido en la sexta ronda del ‘draft’ de 1969, pero prefirió fichar por Pittsburgh Condors, de la American Basketball Association, la mítica ABA, una competición que en aquellos años era sinónimo de innovación y espectacularidad. El 6 de noviembre de 1970 en un encuentro contra los Carolina
Cougars, en el Dorton Arena de la localidad de Raleigh (Carolina del Norte) culminó en el segundo cuarto un contraataque machacando el aro y el tablero estalló en miles de piezas, alcanzando a algunas ‘cheerleaders’ que estaban sentadas fuera de la pista y al propio Hentz, aunque la cosa se quedó sólo en pequeños cortes sin importancia. El encuentro se tuvo que interrumpir para buscar un nuevo tablero y lo único que se encontró fue uno viejo de madera que estaba lleno de polvo en el almacén del pabellón. Después de una hora se puso reanudar el encuentro.
Y volvió a ocurrir. A un minuto del final, Hentz interceptó un balón en mitad de la cancha y corrió en solitario hacía el aro. El propio jugador recordaba años después que mientras se acercaba a su objetivo iba oyendo al respetable en las gradas gritar ‘¡cárgatelo, cárgatelo!’. Su entrenador, Jack McMahon, también recordaba ese momento. “Cuando se fue hacia el aro me dije ‘no, no lo hagas, no lo hagas. Pero lo hizo’.
Y ahí acabó el partido, porque ya no había más tableros de repuesto. Los Cougars vencieron por 122-107, pero perdieron dos canastas. Y se las reclamaron a Hentz, a quien le hicieron llegar una factura valorada en 750 dólares.
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