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El discreto 50 aniversario del frente nacional frances llega en su momento politico mas dulce

Podría haber sido una celebración por todo lo alto. No sucede cada día que un partido político celebre medio siglo de vida y, además, lo haga en el momento más dulce de su historia, cuando, después de décadas de ostracismo, se ha convertido en el primer grupo de la oposición parlamentaria en Francia y está más cerca que nunca del poder. Pero el Reagrupamiento Nacional (RN) no es un partido como los demás.

Marine Le Pen ha conmemorado el aniversario del Frente Nacional (FN), que fundó su padre hace 50 años y que en 2018 se rebautizó como RN, sin mítines ni fiestas. Se limitó a convocar, el pasado jueves, un coloquio de tres horas en una sala de actos en el subterráneo de un edificio anexo a la Asamblea Nacional en París. Como si evitara llamar la atención sobre la efeméride, o quisiera esconder algo. No estaba invitado el fundador, Jean-Marie Le Pen, expulsado del partido por su hija y figura incómoda, porque recuerda los orígenes racistas y antisemitas de una formación que hoy aspira a completar su plena normalización como partido de gobierno.

Jean-Yves Camus, codirector del Observatorio de las Radicalidades Políticas en la Fundación Jean-Jaurès, constata: “Es un partido que intenta desmarcarse del pasado, pero que ahora se encuentra en una posición delicada: no podía no hacer nada por sus 50 años”.

El ejercicio era complejo para Le Pen hija, que en la segunda vuelta de las presidenciales de mayo obtuvo 12,3 millones de votos, un 41,5%, el mejor resultado de su historia, pese a perder ante el presidente, Emmanuel Macron. Un mes después, en las legislativas, el RN sacó 89 diputados, un récord para una formación que solo había tenido grupo parlamentario propio entre 1986 y 1988.

El momento dulce coincide con la victoria de Giorgia Meloni, heredera del neofascismo italiano, en las legislativas de su país. Aunque el partido hermano de Le Pen en Italia es la Liga —de Matteo Salvini—, la llegada de Meloni al poder podría acelerar la normalización del RN en Francia.

El Reagrupamiento Nacional, mientras tanto, se prepara para dar un paso más en la normalización al elegir en noviembre, por primera vez en su historia, a un presidente con un apellido distinto al de su fundador y al de su actual líder. Los militantes elegirán entre Jordan Bardella, mano derecha de Le Pen, y Louis Aliot, alcalde de la mayor ciudad gobernada por el partido: Perpiñán. No son familia, pero casi: Bardella es novio de una sobrina de Marine Le Pen y Aliot fue pareja de Le Pen durante años.

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Marine Le Pen no podía renegar, al conmemorar el cincuentenario, de la historia del partido de extrema derecha quizá más exitoso en Europa occidental. Al mismo tiempo, resulta comprometido reivindicar una historia que hunde sus raíces en veteranos del colaboracionismo con los nazis durante la II Guerra Mundial, en miembros del grupo terrorista contrario a la independencia de Argelia OAS, y en grupúsculos neofascistas y explícitamente antidemocráticos.

Lo que queda del Frente Nacional

¿Qué queda en el Reagrupamiento Nacional de aquel Frente Nacional de 1972? Responde Bruno Gollnisch, histórico del FN, antiguo rival de Marine Le Pen y ponente en el coloquio del jueves: “Es como preguntarse qué queda de una familia que uno conoció hace 50 años. En esta familia algunos han muerto, otros se han marchado, pero la familia sigue. El Frente Nacional no es exactamente el mismo que hace 50 años, pero hay una continuidad”.

¿La ideología es la misma? “Jean-Marie Le Pen se calificaba al principio de derecha nacional, por oposición a los conservadores que no habían conservado nada y a los liberales que no habían liberalizado nada”, dice Gollnisch. “Y hoy la tendencia consiste en decir: ‘Somos los defensores de la identidad francesa, de la soberanía, de la libertad de los pueblos, y la división izquierda-derecha está ampliamente superada”.

Jean-Yves Camus ve tres elementos de continuidad entre el FN de 1972 y el RN de 2022: “Queda el símbolo, la famosa llama, no es del todo la misma, pero hay continuidad. Quedan personas, cargos electos o militantes comprometidos desde muy pronto en el partido. Queda una fórmula política que motiva a los electores: seguridad, inmigración, identidad”.

¿Y qué ha cambiado? “Muchas cosas”, responde Camus. “El estilo: las formulaciones polémicas de Jean-Marine Le Pen ya no existen. Marine Le Pen no tiene una fijación con la II Guerra Mundial ni con la guerra de Argelia. El programa económico ya no es ultraliberal: Jean-Marie Le Pen decía: ‘Yo soy el Ronald Reagan francés’. Marine Le Pen jamás lo diría: el programa actual es más social, se dirige a las capas populares, a las personas que viven en las zonas periféricas”.

Si Le Pen hija ha llegado tan lejos es también, entre otros motivos, porque ha roto con su padre y sus ángulos más radicales, porque ha asumido la herencia del general De Gaulle ―odiado por Jean-Marie Le Pen― y porque ha rectificado sus propias posiciones anteriores a favor de la salida de Francia del euro y de la Unión Europea. En 2015, un 61% de franceses creía que el RN era peligroso para la democracia, según un estudio de la Fundación Jean-Jaurès; hoy son un 54% (tres puntos menos que en el caso de La Francia Insumisa, el primer partido de la izquierda).

Camus recuerda que, además de distanciarse de las declaraciones racistas o revisionistas sobre el Holocausto de su padre, en el RN de Marine Le Pen, o al menos en el discurso oficial, no hay tampoco declaraciones homófobas, ni se cuestiona la ley que despenalizó el aborto en 1975 ni se asumen otras señas clásicas del padre. “Uno se pregunta verdaderamente si todavía es un partido de extrema derecha”, dice el especialista. “Yo prefiero el término de derecha radical, teniendo en cuenta que la diferencia es que la extrema derecha está en contra de la democracia, y la derecha radical acepta el juego democrático, aunque quiere cambiar una parte de las reglas”.

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