Con una vasta experiencia en las distintas áreas de la Organización de los Estados Americanos, el embajador peruano en Estados Unidos, Hugo de Zela (Lima, 1951), aspira ahora al máximo cargo de la OEA: la secretaria general. El 20 de marzo competirá con el actual líder del organismo Luis Almagro y con la diplomática ecuatoriana María Fernanda Espinosa. El dos veces jefe de Gabinete de la secretaría general y uno de los creadores del Grupo de Lima -formado por 14 países americanos para abordar la crisis de Venezuela- quiere poner fin a “la etapa de polarización” dentro de la OEA. Desde su despacho en la cancillería peruana en Washington critica con firmeza el estilo mediático de Almagro y la falta de “alternativas” que ofrece ahora mismo el organismo para resolver los problemas regionales como las olas migratorias o el venezolano: “No hay una participación de la organización en la solución del problema”.
Pregunta. Se estrenó en la OEA en los años ochenta, donde ha trabajado de forma itinerante, ¿cuál es su diagnóstico de la situación actual del organismo?
Respuesta. Lo que hay en esta etapa es una polarización muy grande en la región, que creo que se ve reflejada en la OEA y que por consiguiente ha cambiado el método de trabajo. Lo que tradicionalmente se buscaba era encontrar consensos, puntos de vista coincidentes y hoy en día lo que se busca es una resolución sobre la base de mayorías. Es un ánimo de ganar y en consecuencia eso cambia el tipo de relación que existe entre los países y la forma en que se interactúa. Por otra parte, el papel tradicional de la secretaria general era la de ser el ente o el área donde se procuraba impulsar acuerdos, eso no está ocurriendo.
P. ¿La polarización regional fue lo que cambió el modo de operar de la secretaria?
R. El estilo de actuación que tiene el secretario [Luis] Almagro es diferente del de los secretarios generales anteriores. En el sentido de que él es un hombre de posiciones tajantes y las expresa mucho en los medios de prensa.
P. ¿Y usted no es un hombre de posiciones tajantes?
R. Yo soy una persona de convicciones muy firmes, pero de un estilo diferente. Yo he tenido una experiencia bastante amplia y variada en la OEA. (…) He tenido la oportunidad de ver la organización por dentro y de ahí he sacado unas enseñanzas interesantes. La primera es que es un organismo que tiene una capacidad muy amplia de actuar, que realmente puede hacer una diferencia en la vida de los países. Y la segunda es que hay buscar acuerdos e intentar acercar a las partes. Siempre he tratado de conseguir resultados efectivos. A mí me parece más importante un resultado en beneficio de los países que hacer una declaración que sea impactante. Si yo tengo que elegir entre una de las dos cosas siempre elegiré la primera.
P. Usted afirma que la OEA no ha encontrado el camino para que Venezuela recupere la democracia, ¿cuál es su estrategia para encauzarlo?
R. El diálogo, sobre principios firmes, ideas claras. Lo que sí tengo absoluta seguridad es que lo que no funciona es el uso de la fuerza. Por más que se hable de ello, la realidad es que en este momento yo no conozco ningún país que esté efectivamente a favor de usar la fuerza. Si uno no usa la fuerza, el recurso que queda es el diálogo: efectivo y discreto. Hay que dialogar con todos aquellos que quieran que la democracia vuelva a Venezuela y que esa democracia sea a través de la expresión de la voluntad popular. No me parece que sea favorable excluir a alguien de antemano [en referencia al equipo de Maduro].
P. Una crítica que se ha hecho es que Venezuela ha monopolizado la agenda de la OEA, ¿la comparte?
R. Si bien es cierto que los temas de la promoción de la democracia son centrales para la vida de la OEA, eso no significa que la organización se agote en esos temas. Tiene que ser capaz de actuar en los otros pilares [promoción y defensa de los derechos humanos; del desarrollo; y seguridad] y eso simplemente no está ocurriendo. La estructura actual de la organización se ha vuelto muy compleja, muy desordenada y donde se actúa como en islas, no hay una coordinación interna adecuada dentro de las distintas áreas. Por otra parte, la estructura no responde a las cuatro áreas prioritarias. De alguna manera, en una organización internacional son los países miembros los que fijan los objetivos y la tarea del ejecutivo es llevar a cabo las acciones necesarias para que se puedan alcanzar. Eso no está ocurriendo tampoco. Lo que hay es una sucesión de declaraciones públicas que van generando situaciones que impiden que eso ocurra.
P. Uno de los problemas que ha desatado la crisis es la ola migratoria, que se suma a la centroamericana. ¿Qué propone para abordar este tema?
R. Es un tema sumamente serio. En Sudamérica el principal problema es la inmigración venezolana. Estamos hablando de cerca de cinco millones. Conozco bien el caso porque en el Perú hay cerca del millón y afecta también a Colombia y Ecuador. Por otra parte, está el problema el Triángulo Norte que afecta a México y Estados Unidos. Hasta el momento, dentro de la OEA no se ha podido hacer mucho. ¿Por qué? Porque el tema nuevamente está enfocado desde el punto de vista ideológico. El error ha sido tratar de politizar el tratamiento de la inmigración. Reconozco que el origen es un problema político porque la gente se va de Venezuela porque hay una dictadura y eso ha ocasionado que no haya las condiciones de vida para que la gente pueda permanecer ahí, pero ese es el origen. Tenemos que ser capaces de encontrar mecanismos de cooperación en los países de tal manera que podamos controlar los flujos migratorios. Eso no quiere decir impedirlos, sino hacerlos ordenados y seguros. Y en segundo lugar, poder absorber de manera constructiva a los migrantes en las economías de nuestros países.
P. Los acuerdos en materia migratoria que ha alcanzado Estados Unidos hasta ahora, ¿lo representan en el camino que quiere para la región?
R. Yo creo que no, porque de lo que se trata es de no bilateralizar el tema, sino de que sea multilateral. De hacer un esfuerzo en conjunto. Probablemente Estados Unidos se haya visto en la necesidad de hacer esto porque en la OEA no se encontró un lugar donde resolver el problema. Si le ofrecemos esta posibilidad, tal vez la tome.
P. ¿Usted cree que si la OEA tuviese un liderazgo mayor en el tema migratorio, Estados Unidos no habría llegado a estos acuerdos con Guatemala, El Salvador, México…?
R. Yo lo que creo que es que la organización tiene la obligación de ofrecer alternativas. Y ya corresponde a los países decir si las toman o no las toman.
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