Los preparativos para incluir el embargo del petróleo en la próxima ronda de sanciones europeas contra Rusia se aceleran, pero este avance revela que entre los socios comunitarios con mayor dependencia energética crece el temor a ese corte. El riesgo de que se resquebraje la unidad europea quedó probado este lunes durante una reunión del Consejo de ministros de Asuntos Exteriores de la UE, en la que se analizó el impacto que en cada país tendría la renuncia a las importaciones del petróleo y del gas rusos.
Josep Borrell, alto representante de Política Exterior de la UE, que presidió la reunión de ministros, señaló al término del encuentro: “Todo está sobre la mesa, incluidas las sanciones sobre petróleo y gas”. Pero también apuntó que el próximo paso apuntaría a restringir la importación de crudo por su impacto económico en las arcas rusas y por la facilidad que puede tener Europa para cambiar de suministrador. “Es importante distinguir entre gas y petróleo, porque la factura del petróleo fue el año pasado cuatro veces mayor que la del gas, así que es mucho más importante empezar con el petróleo, que genera una factura mayor y es más fácil de sustituir”, concluyó Borrell.
Las sanciones energéticas de la UE arrancaron el pasado viernes en la cuarta ronda de castigo económico al régimen de Vladímir Putin, que incluyó el embargo del carbón ruso. La decisión provocó algunos chirridos entre los socios con mayor volumen de importación de esa materia prima, como es el caso de Alemania. Pero se aprobó finalmente por unanimidad, dado que su impacto global es el más limitado de todas sanciones energéticas posibles, con un daño de unos 4.000 millones de euros al año.
El carbón, un primer paso muy simbólico
Fuentes comunitarias indicaban, sin embargo, que se trataba de un primer paso muy simbólico porque el carbón iniciaba la senda hacia las siguientes sanciones energéticas, mucho más dolorosas para Rusia, pero también con mucho más daños colaterales en el lado europeo. Los futuros castigos apuntan al petróleo, al gas y al combustible nuclear, tres fuentes de energía esenciales para muchos socios comunitarios, sobre todo, los de la parte oriental del club.
Borrell reconoció que las próximas sanciones energéticas son muy delicadas por el desigual impacto en cada parte de la Unión. “Es fácil para los países que no usan gas ruso decir que están dispuestos a renunciar a ese gas, pero para otros, que son altamente dependientes, no es tan fácil”, señaló el jefe de la diplomacia europea al término del encuentro, celebrado en Luxemburgo. “Estamos ante un claro shock asimétrico que deberá gestionarse con unidad y solidaridad”, añadió Borrell.
Hungría encabeza la resistencia contra nuevas sanciones energéticas. El Gobierno de Viktor Orbán, que acaba de salir victorioso de unas elecciones en su país, insiste en que no aceptará ninguna medida que ponga en peligro la seguridad energética y la economía de su país. Budapest no solo teme el impacto de un corte de suministro de gas y petróleo ruso, sino también un embargo de combustible nuclear, esencial para la central atómica, que cubre un 33% del consumo de electricidad del país.
Fuentes diplomáticas reconocen que la adopción de un nuevo paquete de sanciones entrará en un terreno muy espinoso, con evidente riesgo de que se resquebraje la unidad europea mantenida desde el primer castigo, adoptado el 23 de febrero, después de que Moscú reconociese la independencia de las regiones ucranias separatistas de Donbás. Esas mismas fuentes no descartan que se pueda optar por unas sanciones a la carta, con los países más dependientes manteniendo las compras de petróleo ruso y otros, con más posibilidades de diversificar, suspendiéndolas. Pero fuentes comunitarias recuerdan que, en todo caso, las sanciones deben aprobarse por unanimidad y que no cabe una abstención positiva, como en otro tipo de decisiones.
La Comisión Europea, de momento, ultima ya los preparativos para que el embargo del petróleo figure en la sexta ronda, en previsión de que un desencadenante en el campo de batalla haga inevitable su aprobación. El embargo del carbón llegó en cuestión de horas tras el descubrimiento de las matanzas en Bucha, una ciudad cercana a Kiev que había estado ocupada durante varias semanas por las tropas rusas.
Moscú acumula ahora tropas en el este del país en lo que se anuncia como una gran ofensiva, la mayor desde la Segunda Guerra Mundial, según el Gobierno ucranio, para hacerse con el control de la parte oriental del país. De consumarse ese recrudecimiento del conflicto, la compra de petróleo ruso por parte de Europa resultaría cada vez más insostenible.
De hecho, el embargo va ganando apoyos dentro de la UE, más allá de los habituales defensores como Suecia o los países bálticos. “La UE está gastando cientos de millones de euros en importar petróleo de Rusia, lo que contribuye sin duda a financiar la guerra”, señaló en Luxemburgo el ministro irlandés de Exteriores, Simon Coveney. “Necesitamos cortar esa financiación, cuanto antes, mejor”, añadió.
La inquietud también es creciente en Suecia, un país que, junto a Finlandia, se siente amenazado por Moscú, hasta el punto de que ambos sopesan poner fin a su histórica neutralidad para adherirse a la OTAN. La ministra sueca de Exteriores, Ann Linde, señaló que “la UE ya está empezando con un sexto [paquete de sanciones]”. Y que “el debate ahora es sobre la sanción contra las importaciones de petróleo; no es una cuestión fácil, pero es lo que tiene que hacer la UE”.
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